¿Por qué el periodista de Gente está preso?

Minuto a minuto, una crónica increíble del choque, fuga y mentiras. Por qué se supo la verdad minutos antes de que el periodista regresara a Buenos Aires.

El reportero cubrió la temporada de verano en Punta del Este

El sábado 14 de febrero a las seis de la mañana un VW Gol de alquiler cruzó como un rayo por la Mansa, Uruguay. El conductor aceleraba a fondo: en apenas dos horas tenía que estar en Montevideo, de donde zarparía el barco que lo dejaría en Buenos Aires.

Pablo Procopio hacía casi dos meses que estaba cubriendo la temporada para revista Gente y no veía la hora de regresar a casa.  Su trabajo había terminado y se había despedido de Uruguay en una fiesta bastante "informal" en la zona de Maldonado.

 


No había dormido, estaba cansado, apurado y algo aturdido por el impacto de la noche. Alcanzó a escuchar el ruido, miró por el espejo retrovisor pero sus pies tomaron la decisión antes que su cerebro: pisó el acelerador cuando debería haber frenado.

Playa Mansa, escenario del increíble choque
Tomó más velocidad hasta desaparecer en la madrugada. Era la 6.15. Dejó un cuerpo en el asfalto, en la esquina de Francia y París, a la altura de la parada 7. La rueda de una moto todavía giraba en falso. Alcanzó a pensar: "seguro que no lo maté. Nadie vio nada".

Procopio huyó del accidente que él mismo había protagonizado. Su mente estaba en blanco, definitivamente espabilado.

"Tengo que llegar a Montevideo como sea", se repetía, como un mantra cobarde y pueril.

Supo, entonces, que no sería fácil devolver el GOL matrícula B 13444 sin tener que dar una explicación sobre los rastros de ropa, sangre y golpe que había en la carrocería. La puerta del acompañanate tenía restos de plástico rojo, el espejo de una moto en el asiento trasero y un abollón importante en la puerta lateral izquierda.

Entonces, sí, frenó.

Estacionó en la banquina y tomó un taxi.

"A la comisaría más cercana", dijo y se perdió definitivamente. Dejó atrás Punta del Este, la madrugada, la víctima que había atropellado y también, a esa altura, el Buquebús que lo llevaría a otro puerto.

 La verdad, una hora después

Procopio se presentó al comisario de la 10ª de Punta del Este diciendole: "Soy corresponsal de revista Gente y acaban de robarme". Inmediatamente, los flashes de la prensa se encendieron en la comisaría y el trato fue amable y el trámite expeditivo. En media hora dio su declaración. La historia fue creíble. Nadie osó cuestionar al periodista con credenciales que narraba la historia del robo del coche, la huida, la incapacidad de defenderse.

Pero la suerte, cuando es adversa, es adversa irremediablemente.

En el mismo instante en que los policías se compadecían de la suerte del fotógrafo/periodista, y se ponían a disposición para esclarecer el robo y buscar el delincuente, otro motociclista entró a la comisaría y se anunció diciendo: "Vengo a denunciar a un automovilista que atropelló a alguien y se escapó".

La verdad y la mentira se encontraron sin saberlo. La coartada que prolijamente enhebró el periodista la desenredó el ocasional motociclista, testigo impávido de lo que sucedió aquella mañana.

Y contó: "Venía atrás del Gol, que iba a toda velocidad. Atropelló al ciclista y ni amagó a frenar. Lo seguí. Quería detenerlo. En un momento vi cómo abandonaba el coche en la banquina y pensé que algo raro iba a suceder. Así que decidí hacer la denuncia".

El Penal Las Rosas, en donde está detenido el periodista de Revista Gente

 

La evidencia pudo más que la fábula. Los policías desarmaron la estrategia y pusieron a Procopio a disposición del Juez de turno, quien dio la orden de llevarlo directamente a Las Rosas, la cárcel donde está Gaby Alvarez, el relacionista fashion que hace un año atropelló a dos motociclistas.

“El acusado fue encausado por Omisión de asistencia y Simulación de delito, por lo que pasará en la cárcel entre uno o dos años, cuanto menos”, dicen las fuentes judiciales.

La víctima del choque protagonizado por Procopio se recupera del politraumatismo provocado por el golpe contra el asfalto. La revista hizo un piadoso silencio sobre el caso y prefirió no estigmatizar el hecho. No mantuvo el criterio que utilizó hace un año, cuando el RRPP Gaby Alvarez protagonizó un episodio similar.

La justicia uruguaya tiene la última palabra. Pablo Procopio, ahora sabe que tendrá que esperar la hora de su propia verdad.

 
 

 

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