Aunque todavía no se haya inventado un “hediondómetro” para medir los peores olores del planeta, un laboratorio en los Estados Unidos garantiza que el trofeo no pertenece a ningún lugar de mala muerte.
El personal del Centro de Investigación Manell, en Filadelfia, trabaja desde hace seis años en la creación de una pestilencia que promete ser fatal – o casi.
Los científicos pretenden emplear la sustancia maloliente como arma no letal, para ayudar a dispersar multitudes enfurecidas y controlar rebeliones.
El compuesto estaría destinado a las mismas funciones que el gas lacrimógeno, pero sin los efectos nocivos de este, como las quemaduras y la intoxicación.
El laboratorio, evidentemente, mantiene la fórmula secreta bajo seguridad total – ya que pretenden ganar una buena cantidad de dinero vendiendo la sustancia en el futuro –, pero ofrecen algunas pistas de los ingredientes de esta bomba maloliente.
Posee: unos cuantos miligramos de cadaverina, una de las sustancias responsables por ese olor insoportable de los cadáveres en descomposición, y algunas gotas de ácido butírico, ese que se encuentra en los peores vómitos.
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24 de junio de 2015