Increíble pero real. La utilidad de los siempre mal ponderados dimes y diretes, al fin de cuentas resultaron sensiblemente más útiles que simples generadores de iras: procrean salud. Un estudio realizado por distintas universidades norteamericanas concluyó que son una forma simpática de mantener lazos sociales, pertenecer a un grupo y aliviar la ansiedad social. Ojo, como toda regla, también presenta excepciones.
Avalando la teoría, la psicoanalista Laura Palacios le confió al diario Perfil que "tienen un ingrediente de curiosidad sexual porque se relacionan con el deseo y el placer de ser dueño de un secreto. El ser humano goza de lo prohibido, de transgredir, aunque sea en pequeñísima escala, como contar un chisme". La profesional, además es autora de un ensayo sobre el chisme en si mismo, a punto de ser publicado.
Asimismo, la licenciada aseguró que "quienes nunca tienen chisme alguno que contar es porque tienen algún problema patológico, por ejemplo, los autistas". La explicación se basa en lo antedicho: ese ir y venir constante de informaciones genera un vínculo con el otro. Laura le dice a Juan lo que le contó Natalia que hizo Mariano.
Especialista en la materia y gozoso de buena salud, el periodista de espectáculos Luis Ventura mantuvo la posición. A su entender, "es una vía de comunicación en la sociedad". Aunque, experto en la materia, el director de la Revista Paparazzi y co-conductor de Intrusos, resalta el lado negativo de los chimentos al decir que "pueden ser saludables o peligrosos, dependiendo de quién lo transmite y con qué intenciones".
En cuanto a lo científicamente comprobado, la conclusión de la investigación realizada por la Universidad de Ohio afirmó que, consciente o inconscientemente, una quinta parte de las conversaciones diarias tiene algún elemento chismoso. Y, por lo general, un dato de este tipo siempre se transmite a dos personas; aunque el 28% de los humanos no resiste la tentación de difundirlo un poco más.
Según la psicóloga Sarah Wert, de la Universidad de Yale, "no participar en cotilleos puede, hasta cierto punto, no ser saludable o incluso anormal". Explica, también, que muchas veces sirven "para conectar con otros y compartir las propias inseguridades" y hasta para "aliviar la tensión social y profesional entre la gente".
11 de abril de 2009.