Dos amigos van de pueblo en pueblo regalando pelotas

Salieron de San Isidro y recorren Sudamérica. Lugares insólitos donde encontraron canchas de césped sintético y la anécdota con un policía.

Por Andres Randazzo

 

La idea surgió en una plaza de Cartagena, cerca de las dos de la mañana. Los amigos argentinos, esa vez, habían dejado de lado el paseo convencional por la ciudad colombiana y se adentraron en un barrio humilde. Se armó un picado. Ellos conformaron un equipo para entrar “a la ganadora”. Se quedaron jugando toda la madrugada. Fue entonces cuando comenzó a germinar la loca posibilidad. Matías Perrone y Federico Pería le dieron vuelta al asunto y, finalmente, emprendieron el viaje en enero de 2013. Iban a recorrer Sudamérica de una manera particular: repartiendo pelotas de fútbol.

 

El motoquero que recorrió el mundo y conoció a Khadafi –ACÁ-

 

Se conocieron jugando al fútbol en San Isidro. Eran rivales, los dos jugaban de diez. Trabaron una entrañable amistad que se basaba, además del amor por el fútbol, en una ideología de vida. “Los dos tenemos la suerte de poder viajar en las vacaciones. Siempre elegimos países de Sudamérica o Centroamérica. Íbamos por separado, pero veíamos potreros en lugares increíbles, de pocos recursos. Y comenzamos a masticar la posibilidad de hacer algo así. Siempre nos gustó meternos en lugares donde los grupos de turistas no van. Hablar con la gente, comprometerte con su cultura. Compartir con los que menos tienen, el deporte y viajar. Un tridente de factores que nos convenció. Entonces ahorramos, nos preparamos y salimos”, cuenta Matías, alojado en un hostel de Lima.



La travesía comenzó bien temprano el 3 de enero. La caja de su camioneta blanca estaba llena de pelotas de distintas marcas y colores. “Las fuimos consiguiendo con el tiempo. Algunas las donaron, otras las consiguió Fede cuando trabajaba en los torneos de fútbol y muchas tenía yo, porque colecciono pelotas desde chicos y dije ‘qué mejor manera de usarlas para esto’”, acota Perrone. Así llegaron hasta los casi 60 balones que reparten por Sudamérica, que transforman los rostros de los niños que lo reciben al costado del camino. En pueblos lejanos y encerrados entre montañas.

“La idea era dejar pelotas en los lugares que menos tienen. Nos bajamos de la camioneta con una pelota y los pibes no lo pueden creer. La pelota es el escape que tienen. Paramos en lugares donde hay 50 casas y la cancha es más grande que el lugar donde están las casas”, grafica Matías y agrega: “Hacemos 300 kilómetros por una montaña donde no hay nada y vez un pueblito de 30 casas y decís no puede haber una cancha. Y la cancha está. Decimos es obvio que no va a haber nada. Pasas un perro, una casa y una cancha. Cuando frenamos empiezan a salir de todos lados. Es lo que justifica los kilómetros que llevás arriba de la camioneta”. La camioneta es llamada por sus conductores como “La Poderosa”, el mismo nombre con que bautizó el Che Guevara a la moto con la que comenzó a recorre Sudamérica. Los dos amigos de San Isidro decidieron hacer la “Revolución pelota”. 

Dentro de una mochila, una pelota llegó al Macchu Picchu. “En Aguas Calientes tienen una cancha hecha en pasto sintético. Ahí llegás en tren o caminando nomás. Y hay una cancha de césped sintético”, rememora Matías, quien cuenta otra anécdota curiosa del comienzo de su viaje: “Camino a Santiago del Estero, nos para un policía. Cuando empiezo a buscar el registro nos pregunta qué llevábamos atrás. Le contamos y nos dijo que acá falta alguna pelota, se la dejamos y en ningún momento le tuve que mostrar el registro. Algo parecido pasa en migraciones o en las fronteras: nos preguntan y es como que no lo entienden y se quedan hablando. Revisan los documentos por arriba y nos dejan pasar”.

Con el objetivo de arrancar una sonrisa de rostros cansados y curtidos por el frío o el calor. Con la idea concisa de llevar una pelota de cuero a los rincones más alejados del continente. Los amigos cumplen su sueño y lo cuentan en su grupo de Facebook “Revolución Pelota”. Allí, antes de emprender la travesía, citaron a Eduardo Galeano para que el resto logre comprender los motivos del viaje: "Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable".

 

Seguí el viaje en Facebook: https://www.facebook.com/RevolucionPelota

 

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22 de enero de 2013

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