"A Calamaro lo llevaba en un Citroen 2CV"
Alejandro Lerner contó algunos momentos de la década de los ochenta en donde tuvo que bancar al Salmón: "Le prestaba mi piano".
Disfruta de ser jurado de Soñando por cantar mientras prosigue en todo el continente con su exitosa carrera. También se da un tiempo para recordar anécdotas, como cuando llevaba en su viejo auto a Andrés Calamaro, a quien recomendó para Los Abuelos de la nada.
Faltan pocos minutos para que comience un nuevo envío de Soñando por cantar, el reality éxito de las noches de El Trece, y el teatro Niní Marshall, en el Tigre, explota de gente. Lejos del bullicio y la ansiedad de los familiares y amigos de los participantes que se presentan noche tras noche, en los camarines se respira un aire cálido, distendido. Sentado frente a un gran espejo, y con una taza de té con limón y miel, Alejandro Lerner (54) se presta a dialogar con Pronto. "Está buenísimo formar parte de esta explosión. No es lo mismo una carrera de cantante, en la que vas mostrando tu material de a poco, que la irrupción de un programa súper popular, masivo, regional, con tanto rating", sostiene el compositor. Y se entusiasma contando cómo vive la experiencia cuando viaja a las provincias: "En el interior es un partido de fútbol, es bastante más fuerte la energía. Va mucha gente, se presentan personas de distintas ciudades de Latinoamérica. Nuestro rol no es juzgar sino acompañar. Cuando alguien está muy por debajo de la línea de exigencia normal le tenemos que decir que su expresión no dio para que pasara, pero es con cariño, sin faltar el respeto. Claro que no es divertido bajar la palanca, pero se hace para ser injustos con el resto. No nos olvidemos que es un juego televisivo, y cada uno da su opinión". Según publicó en una entrevista el portal Diario Veloz.
-Muchas historias de vida que se muestran son fuertes.
-Ahí ya no participamos nosotros. Por eso, nos sorprendemos y nos emocionamos.
No sabemos quiénes van a venir hasta que estamos en vivo. No tenemos idea quién se va a presentar y hasta qué nivel va a exponerse. Muchas historias son shockeantes. La semana pasada, una chica contó que había sufrido un accidente grave, que vivía en una casilla de madera podrida y que había pensado en suicidarse. Son historias fuertes, pero también es mostrar al pueblo en forma directa. Esto no es una novela, no hay nada ficcionado. Acá viene gente con problemas, ilusiones y satisfacciones reales.
-Muchos artistas critican el formato reality. ¿A tu carrera qué le aporta Soñando?
-Soy de esos artistas que no reniegan; y si he hecho tantas cosas fue porque no tengo prejuicios. No me resisto a lo nuevo. A lo largo de mi vida toqué con Armando Manzanero, Sandra Mihanovich, Santana, Mercedes Sosa, Celine Dion, Carole King, Pappo, Juanse. Las limitaciones las pongo en otro lado, en el nivel moral y emocional. Me gusta probar, investigar, asumir un riesgo de algo completamente desconocido. Después de 38 años de viajar en la vida de la música, me atrae probar algo nuevo.
-Arrancaste a los 16 años.
-Sí. A esa edad toqué con León Gieco en el disco La banda de los caballos cansados. Después tuve propuestas para formar parte de Los desconocidos de siempre y Los abuelos de la nada, pero preferí lanzarme como solista.
-¿Es cierto que vos propusiste a Andrés Calamaro para Los abuelos?
-Sí, sí. Es leyenda, pero es verdad. Fue en el '81, cuando venía Miguel Abuelo de Europa. Yo ya estaba tocando con todo el mundo, Rock lo hice con Piero, Miguel Cantilo, con mi banda. Ya había tocado con Nito Mestre mi mujer. Se estaban grabando canciones mías en otros países y se despertaba algo interesante. Por eso, prioricé mi carrera y como era amigo de Andrés, lo propuse a él. Nos prestábamos instrumentos, y le pasé ese proyecto a Calamaro. Le prestaba mi piano, y lo ayudaba a llevarlo con mi Citroen 2cv, ¡que era una chapa!
-¿Seguís en contacto con Calamaro?
-No tenemos tanto trato, pero cuando nos vemos nos tratamos con mucho cariño.
Cada uno ocupó el lugar que le corresponde por su talento y capacidad. Aunque no nos curtimos, mantenemos un respeto mutuo. Una vez, en Uruguay, fue a ver un concierto mío, la pasamos bien.
-Eras amigo de Mercedes Sosa; ¿cómo la recordás?
-Con mucho amor y ternura. La extraño muchísimo. La Negra fue quien más me enseñó que el rock era una limitación, no una transgresión. Ella demostró que podía transgredir todas las limitaciones: tocaba con Charly García, León, El Chango, con artistas de todos los palos. Eso fue una gran enseñanza para mí.
-En octubre de 2009 te convertiste en papá de Luna. ¿En qué te modificó?
-En todo. Una etapa de la vida es la que uno busca, sueña y pelea para sí mismo. Ser papá ya no es crecimiento personal, es un logro para siempre. Ahora, lo que hago es pensando en mi familia, ya no pienso sólo en mí. Hace unos días di un concierto en Paraguay para más de 60 mil personas, y fui solo. ¡Pero no sabés lo que extrañé a mi mujer y mi hija! Ya no quiero viajar solo, siempre quiero tenerlas conmigo.
-¿Cómo es Luna?
-Tiene dos años y medio, y es divertida, brillante. Maneja el I-pad mejor que yo. Agarra los software de pinturas, cambia los colores, sabe dónde están los juegos, cómo empezarlos. Tiene un oído musical espectacular, le gusta la percusión. Los chicos vienen con un chip mucho más avanzado que el que traíamos nosotros, tienen un disco rígido bastante más grande que el nuestro.
-¿La llevás a tus giras?
-Sí, viaja casi siempre conmigo. Salvo las primeras visitas con Soñando por cantar a las provincias, después viajó siempre con mi banda. Con su corta edad, ya viajó por ruta, en barco y en avión por Israel, España, Estados Unidos, Argentina. Es una beba que ya fue al menos ocho veces a USA.
-¿Qué tipo de papá sos?
-Soy un papá al que le gusta jugar. La mamá es quien la disciplina y yo el que le juega. Cuando hay que ponerle un límite, a veces le marco los puntos, pero muy cada tanto. Me encanta ponerme a su altura y jugar con ella. Luna va tres horas por día a un jardín de 3, y la llevamos con mi mujer.
-¿Es cierto que a Marcela la conociste en un gimnasio?
-Sí, en un gimnasio de Palermo. Igual, creo que la historia comenzó mucho antes de conocemos, de encontrarnos físicamente. La mamá de ella es pianista y estudió con el mismo maestro de música clásica que yo, Antonio De Raco. Como él me quería mucho, siempre le hablaba de mí y de mi carrera. A su vez, Marcela es admiradora de Sandra Mihanovich, y las canciones que le gustaban eran mías. Mi mujer, que es cantante de jazz, comenzó a cantar en la big band de Juan Carlos Cirigliano, que fue mi maestro de técnica y armonía. Hablaban de mí, de mi desarrollo pianístico, y cuando me vio en el gimnasio se empezó a reír. "Mi vieja me habla de él, mi maestro también, está en todos lados, sólo me faltaba que apareciera", pensó ella. Nos encontramos, nos conocimos y fuimos muy despacio porque a Marcela le daba miedo todo lo que no conocía de mí.
-¿Qué cosas?
-Y, lo que no se sabe, los fantasmas que uno puede tener con la gente de este medio.
Finalmente, nos dimos el tiempo para encontrarnos, conocernos, irnos a vivir juntos, casamos en Estados Unidos, buscar un hijo. Tuvimos a Luna y seguimos escribiendo nuestra historia todos los días.
-¿En esta historia entra agrandar la familia?
-Sí, por supuesto. Si la Naturaleza y Dios nos ayudan, tenemos muchas ganas. A mí me encantaría volver a ser papá, y Marcela también quiere ser mamá otra vez. Si viene, que venga. Sino, estamos felices igual, súper agradecidos con tener a Luna.
-¿Por qué la llamaron Luna?
-Marcela es una gran estudiosa del calendario maya. El calendario gregoriano trabaja más con el sol, y el maya se enfoca en la luna. Mi mujer es re lunar, muy femenina.
En la búsqueda del nombre, a mí se me ocurrió Luna, y ella dijo: "Es ése, no busquemos más".
-¿Qué te enamora de tu esposa?
-Me enamora cuando la veo, y su forma de ser. Me gusta cómo la siento, cómo me siente a mí, cómo me acompaña, cómo me viste. Porque sí: ella me elige la ropa. Ya estoy entregado, que haga lo que quiera conmigo. Me enamora lo que pudimos construir juntos, sobre todo a una edad ya más grandes. Nos reinventamos todo el tiempo, y me hace gamba en cualquier locura. Si se me ocurre pasar la Navidad en Hong Kong, ella es la primera en armar las valijas.
9 de mayo de 2012
Faltan pocos minutos para que comience un nuevo envío de Soñando por cantar, el reality éxito de las noches de El Trece, y el teatro Niní Marshall, en el Tigre, explota de gente. Lejos del bullicio y la ansiedad de los familiares y amigos de los participantes que se presentan noche tras noche, en los camarines se respira un aire cálido, distendido. Sentado frente a un gran espejo, y con una taza de té con limón y miel, Alejandro Lerner (54) se presta a dialogar con Pronto. "Está buenísimo formar parte de esta explosión. No es lo mismo una carrera de cantante, en la que vas mostrando tu material de a poco, que la irrupción de un programa súper popular, masivo, regional, con tanto rating", sostiene el compositor. Y se entusiasma contando cómo vive la experiencia cuando viaja a las provincias: "En el interior es un partido de fútbol, es bastante más fuerte la energía. Va mucha gente, se presentan personas de distintas ciudades de Latinoamérica. Nuestro rol no es juzgar sino acompañar. Cuando alguien está muy por debajo de la línea de exigencia normal le tenemos que decir que su expresión no dio para que pasara, pero es con cariño, sin faltar el respeto. Claro que no es divertido bajar la palanca, pero se hace para ser injustos con el resto. No nos olvidemos que es un juego televisivo, y cada uno da su opinión". Según publicó en una entrevista el portal Diario Veloz.
-Muchas historias de vida que se muestran son fuertes.
-Ahí ya no participamos nosotros. Por eso, nos sorprendemos y nos emocionamos.
No sabemos quiénes van a venir hasta que estamos en vivo. No tenemos idea quién se va a presentar y hasta qué nivel va a exponerse. Muchas historias son shockeantes. La semana pasada, una chica contó que había sufrido un accidente grave, que vivía en una casilla de madera podrida y que había pensado en suicidarse. Son historias fuertes, pero también es mostrar al pueblo en forma directa. Esto no es una novela, no hay nada ficcionado. Acá viene gente con problemas, ilusiones y satisfacciones reales.
-Muchos artistas critican el formato reality. ¿A tu carrera qué le aporta Soñando?
-Soy de esos artistas que no reniegan; y si he hecho tantas cosas fue porque no tengo prejuicios. No me resisto a lo nuevo. A lo largo de mi vida toqué con Armando Manzanero, Sandra Mihanovich, Santana, Mercedes Sosa, Celine Dion, Carole King, Pappo, Juanse. Las limitaciones las pongo en otro lado, en el nivel moral y emocional. Me gusta probar, investigar, asumir un riesgo de algo completamente desconocido. Después de 38 años de viajar en la vida de la música, me atrae probar algo nuevo.
-Arrancaste a los 16 años.
-Sí. A esa edad toqué con León Gieco en el disco La banda de los caballos cansados. Después tuve propuestas para formar parte de Los desconocidos de siempre y Los abuelos de la nada, pero preferí lanzarme como solista.
-¿Es cierto que vos propusiste a Andrés Calamaro para Los abuelos?
-Sí, sí. Es leyenda, pero es verdad. Fue en el '81, cuando venía Miguel Abuelo de Europa. Yo ya estaba tocando con todo el mundo, Rock lo hice con Piero, Miguel Cantilo, con mi banda. Ya había tocado con Nito Mestre mi mujer. Se estaban grabando canciones mías en otros países y se despertaba algo interesante. Por eso, prioricé mi carrera y como era amigo de Andrés, lo propuse a él. Nos prestábamos instrumentos, y le pasé ese proyecto a Calamaro. Le prestaba mi piano, y lo ayudaba a llevarlo con mi Citroen 2cv, ¡que era una chapa!
-¿Seguís en contacto con Calamaro?
-No tenemos tanto trato, pero cuando nos vemos nos tratamos con mucho cariño.
Cada uno ocupó el lugar que le corresponde por su talento y capacidad. Aunque no nos curtimos, mantenemos un respeto mutuo. Una vez, en Uruguay, fue a ver un concierto mío, la pasamos bien.
-Eras amigo de Mercedes Sosa; ¿cómo la recordás?
-Con mucho amor y ternura. La extraño muchísimo. La Negra fue quien más me enseñó que el rock era una limitación, no una transgresión. Ella demostró que podía transgredir todas las limitaciones: tocaba con Charly García, León, El Chango, con artistas de todos los palos. Eso fue una gran enseñanza para mí.
-En octubre de 2009 te convertiste en papá de Luna. ¿En qué te modificó?
-En todo. Una etapa de la vida es la que uno busca, sueña y pelea para sí mismo. Ser papá ya no es crecimiento personal, es un logro para siempre. Ahora, lo que hago es pensando en mi familia, ya no pienso sólo en mí. Hace unos días di un concierto en Paraguay para más de 60 mil personas, y fui solo. ¡Pero no sabés lo que extrañé a mi mujer y mi hija! Ya no quiero viajar solo, siempre quiero tenerlas conmigo.
-¿Cómo es Luna?
-Tiene dos años y medio, y es divertida, brillante. Maneja el I-pad mejor que yo. Agarra los software de pinturas, cambia los colores, sabe dónde están los juegos, cómo empezarlos. Tiene un oído musical espectacular, le gusta la percusión. Los chicos vienen con un chip mucho más avanzado que el que traíamos nosotros, tienen un disco rígido bastante más grande que el nuestro.
-¿La llevás a tus giras?
-Sí, viaja casi siempre conmigo. Salvo las primeras visitas con Soñando por cantar a las provincias, después viajó siempre con mi banda. Con su corta edad, ya viajó por ruta, en barco y en avión por Israel, España, Estados Unidos, Argentina. Es una beba que ya fue al menos ocho veces a USA.
-¿Qué tipo de papá sos?
-Soy un papá al que le gusta jugar. La mamá es quien la disciplina y yo el que le juega. Cuando hay que ponerle un límite, a veces le marco los puntos, pero muy cada tanto. Me encanta ponerme a su altura y jugar con ella. Luna va tres horas por día a un jardín de 3, y la llevamos con mi mujer.
-¿Es cierto que a Marcela la conociste en un gimnasio?
-Sí, en un gimnasio de Palermo. Igual, creo que la historia comenzó mucho antes de conocemos, de encontrarnos físicamente. La mamá de ella es pianista y estudió con el mismo maestro de música clásica que yo, Antonio De Raco. Como él me quería mucho, siempre le hablaba de mí y de mi carrera. A su vez, Marcela es admiradora de Sandra Mihanovich, y las canciones que le gustaban eran mías. Mi mujer, que es cantante de jazz, comenzó a cantar en la big band de Juan Carlos Cirigliano, que fue mi maestro de técnica y armonía. Hablaban de mí, de mi desarrollo pianístico, y cuando me vio en el gimnasio se empezó a reír. "Mi vieja me habla de él, mi maestro también, está en todos lados, sólo me faltaba que apareciera", pensó ella. Nos encontramos, nos conocimos y fuimos muy despacio porque a Marcela le daba miedo todo lo que no conocía de mí.
-¿Qué cosas?
-Y, lo que no se sabe, los fantasmas que uno puede tener con la gente de este medio.
Finalmente, nos dimos el tiempo para encontrarnos, conocernos, irnos a vivir juntos, casamos en Estados Unidos, buscar un hijo. Tuvimos a Luna y seguimos escribiendo nuestra historia todos los días.
-¿En esta historia entra agrandar la familia?
-Sí, por supuesto. Si la Naturaleza y Dios nos ayudan, tenemos muchas ganas. A mí me encantaría volver a ser papá, y Marcela también quiere ser mamá otra vez. Si viene, que venga. Sino, estamos felices igual, súper agradecidos con tener a Luna.
-¿Por qué la llamaron Luna?
-Marcela es una gran estudiosa del calendario maya. El calendario gregoriano trabaja más con el sol, y el maya se enfoca en la luna. Mi mujer es re lunar, muy femenina.
En la búsqueda del nombre, a mí se me ocurrió Luna, y ella dijo: "Es ése, no busquemos más".
-¿Qué te enamora de tu esposa?
-Me enamora cuando la veo, y su forma de ser. Me gusta cómo la siento, cómo me siente a mí, cómo me acompaña, cómo me viste. Porque sí: ella me elige la ropa. Ya estoy entregado, que haga lo que quiera conmigo. Me enamora lo que pudimos construir juntos, sobre todo a una edad ya más grandes. Nos reinventamos todo el tiempo, y me hace gamba en cualquier locura. Si se me ocurre pasar la Navidad en Hong Kong, ella es la primera en armar las valijas.
9 de mayo de 2012