Acero Cali: "El Vale Todo es como una riña de gallos"

Por qué este deporte es tan famoso en el Conurbano. Quiénes lo juegan y qué dice la ley.

Cuando se escucha hablar sobre las peleas del vale todo, la primera imagen que viene a la mente es la de dos salvajes que buscan matarse a golpes arriba de un ring, bajo la mirada de un público sediento de sangre y, generalmente, en lugares clandestinos y con apuestas de por medio. Sin embargo, la realidad parece estar bastante lejos.

El vale todo es una práctica que surge a partir de la combinación de varias artes marciales. Es una disciplina que nació en Brasil a mediados del siglo pasado y que llegó a nuestro país hace casi dos décadas, aunque recién ahora alcanzó mayor difusión.

Ya sea por el éxito del programa televisivo “Ultimate Fighter”, por la búsqueda de una práctica recreativa o por la adrenalina del combate cara a cara, cada vez más personas deciden practicar el vale todo, incluyendo mujeres y chicos.

A diferencia de Estados Unidos, Brasil y Europa, en donde el deporte hace furor, en nuestro país no existe un circuito oficial aunque sí se disputan diferentes torneos con mayor o menor grado de profesionalización. Algunos son organizados por empresas, otros simplemente encuentros entre academias, también llamados “dojos”.

Expresión deportiva
Lucas Di Ninno es maestro de seis artes marciales y dirige una academia en Ramos Mejía, donde enseña vale todo a un nutrido grupo de alumnos, como una disciplina más. Para él, las artes marciales mixtas “son la expresión más alta de los deportes de contacto y un sistema de lucha que mezcla distintos estilos de combate”.

Lucas, que como luchador participó en tres combates con buenos resultados, desde 2003 se limita a preparar alumnos. Si bien admite que, por el tema de la inseguridad, las consultas aumentaron, de ninguna manera recomienda a las artes marciales mixtas como un método para defenderse en la vida cotidiana. “El que cree que el vale todo es defensa personal está equivocado, es un sistema de combate altamente efectivo para una competencia, no para la calle ni para la salida de un boliche”, explicó.

Filosofía del deporte
A pocas cuadras de la estación de Liniers, una puerta negra con un ojo dibujado en uno de sus marcos despierta la fantasía de los escasos transeúntes de la calle Madero. Es la casa de Guido Astengo, un auténtico santuario de las artes marciales. Allí, desde hace diez años, enseña vale todo. Hoy, la academia creció tanto que cuenta con dos sucursales más. En total, instruye a más de 350 alumnos.

“El dojo 'GOA' no es como un gimnasio tradicional que tiene horarios específicos, acá la gente viene y se acondiciona, estamos todo el día, se acomodan a nosotros para entrenar”, explicó el maestro de 42 años, quien, arrastrando una tradición familiar, dedicó su vida a esta disciplina: “Las artes marciales son maravillosas, yo estoy en ellas, mi viejo estuvo en ellas y ojalá mis hijos también lo estén”, relató.

A pesar de señalar que al dojo concurren abogados, médicos y mujeres, Guido prefirió ser cauto y reconoció que “no cualquiera puede pelear; se necesita una buena condición física y mental, mucha disciplina y autocontrol, porque siempre estás en el límite de que te lastimen o de lastimar”.

Y, a pesar de lo que se ve en televisión, Guido aseguró ser prolijo: “Me fijo siempre en los pibes, los peso, los mido, sé quién es quién. Como yo sé lo que es estar arriba de un ring, cuido mucho a mis alumnos”.


Las mujeres también se calzan los guantes
En la creencia popular, el mundo de las artes marciales es solo para los hombres. No se sabe si por una cuestión de machismo o por un supuesto basado en la fortaleza física. Lo cierto es que las mujeres también lo practican. Eliana Dágola y Ruth Cardozo practican vale todo en la academia de Lucas Di Ninno desde hace un largo tiempo.

Eliana tiene 16 años y es de Ramos Mejía. Entrena hace cuatro años y hace dos que incursionó en el vale todo. En charla con uno, contó que fue adquiriendo distintos cinturones, hasta que obtuvo el negro: “Probé distintas artes marciales, pero descubrí que me gusta esto porque, más allá del acondicionamiento físico, combina todo lo que es lucha”. Pero, además, admitió que la inseguridad en la vía pública también fue un fundamento a la hora de elegir un deporte: “Hoy en día, le sirve a cualquier mujer, porque uno no sabe con qué se puede encontrar en la calle”.

Eliana conoció esta disciplina porque acompañaba a su hermano a las clases. Así se enganchó. También es instructora de chicos, pero no compite: “A mí me gusta esto porque es más completo que cualquier otra arte marcial y, si bien siempre lucho con mujeres, todavía no combato”.

Por su parte, Ruth tiene 40 años y también es de Ramos Mejía. Desde el año 2003, practica distintas artes marciales: “Me gustó porque te ayuda en lo físico. Entreno una hora a diario”. Ruth recordó que su pasión por la lucha viene desde su infancia y que la toma como un estilo de vida: “Realmente, te ayuda a ver las cosas de manera diferente, lo malo es que conlleva muchos prejuicios”.

Coincidió con Eliana en cuanto a la inseguridad actual y la necesidad de buscar un método de defensa: “Por eso, fomentamos que la mujeres se animen. No tenemos límite con la edad, damos tiempo a que se adapten y no apuntamos a competir”.

Las dos son un claro ejemplo de que la afirmación que sostiene que las artes marciales son para hombres es solo un prejuicio.

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Por: Guillermo Zanetto para El1 digital