El almuerzo privado mantenido el pasado 20 de septiembre en la residencia Santa Marta, en el Vaticano, entre la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el Papa Francisco –el tercero desde que Jorge Bergoglio asumiera como Obispo de Roma, el pasado 19 de marzo de 2013- no sólo fortaleció la relación entre ambos representantes de Estado, luego de dos horas de ese “muy natural” encuentro privado, como lo describió la Presidenta, sino que además, dejó en claro la íntima relación existente entre las políticas económicas y sociales que se vienen aplicando en nuestro país desde el 2003, fieles a los postulados justicialistas, con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (“Alegría del Evangelio”), de 2013, escrita por el Santo Padre argentino, en la que rechaza una economía de la exclusión, la idolatría del dinero, que gobierna en vez de servir, y la condena a la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera.
En momentos donde la Argentina se encuentra librando una descomunal batalla contra los fondo buitres, y sus laderos locales, que operan incesantemente para forzar una devaluación de la moneda nacional, en base a una batería de especulaciones económico/financieras, que a la vez pretenden lograr el desánimo en la población, y cuyo objetivo político es “disciplinar” a una de las principales economías emergentes, que en once años de gestión soberana ha demostrado que se puede crecer con inclusión social (y ha roto con las recetas neoliberales); la Presidenta se encuentra por éstas horas en Nueva York, para participar de la Asamblea General número 69º de Naciones Unidas, con el aval de la votación lograda en ese organismo, para regular las reestructuraciones de deuda por iniciativa argentina, que logró el apoyo de 124 países contra 11 votos negativos (entre ellos Irlanda, cuya fragilidad y dependencia ante los organismos multilaterales de crédito, lo obligó a votar contra sus propios intereses, o el brazo ejecutor de las políticas imperiales en el Medio Oriente, Israel; responsable del infanticidio que se cobró la vida de más de 500 niños y adolescentes en la Franja de Gaza, en agosto pasado). Este unánime apoyo recibido por argentina a escala global, se acrecentó con el respaldo dado por el Vaticano, cuyo estatus de “Estado Observante”, al igual que Palestina, es precedido por otro líder argentino, formado en las doctrinas Social de la Iglesia y en la Justicialista –cuyo origen comparten-: el jesuita, Papa Francisco.
Desde que el ex Arzobispo de Buenos Aires llegó al pontificado, los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica local; esos mismos que no tuvieron ningún reparo en convertirse en cómplices de la dictadura más sangrienta que vivió nuestro país, como así también, que no dudaron un minuto en apoyar las políticas entreguistas y antinacionales, cuyos mascarones de proa fueron los gobiernos de los ex presidentes Carlos Menem y Fernando De La Rúa, han intentado sin éxito, conseguir en la potencia de la figura mundial que ostenta el Papa Francisco, un aliado más, que se sumara a la lista integrada por los dirigentes políticos Mauricio Macri, Sergio Massa y el tándem desunionista del FAUNEN, junto a los representantes de las corporaciones económicas como la Sociedad Rural y la UIA, además de sus figurones sindicales, como Luís Barrionuevo, Huyo Moyano y el “Momo” Venegas, entre otros, para intentar lograr un frente común, con la artillería mediática que les provee los grupos Clarín y La Nación –prueba de ello es el artículo titulado “El Vaticano, la nueva Puerta de Hierro”, escrito por Pablo Sirvén, en la edición del 21/09/14 de la autodenominada “Tribuna de doctrina” de los Mitre y Saguier-, que les permitiera socavar las bases de un proyecto nacional, popular, democrático, inclusivo y solidario, que se lleva a cabo en nuestro país –en el marco de un destacado proceso de transformación sudamericano- para intentar volver el tiempo atrás, y coronar de mayores privilegios a los privilegiados de siempre.
El fracaso de esta política hace que éstos mismos sectores del Poder, vean al Papa Francisco con enorme desconfianza, puesto que su visión del mundo y de la Economía, guarda importantes similitudes con las políticas que lleva a cabo Cristina Fernández de Kirchner, a la vez desde sus plataformas mediáticas banalizan y simplifican el posicionamiento ético/político del Santo Padre argentino, con titulares que sólo dan cuenta de la “austeridad del Papa”, cuando almuerza con los empleados del Vaticano o prefiere dormir en una simple habitación, y no, en lujosos hoteles...como si éstas acciones hablarán de la grandeza de un líder mundial, que en el Capítulo segundo de su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, titulado “En la crisis del compromiso comunitario”, y luego del subtítulo: “No a una economía de la exclusión”, en los puntos 53 y 54, no duda en afirmar que: “Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata”… “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando”.
22 de septiembre de 2014