¿Cómo vender o comprar ropa usada, y por qué? El clásico de las ferias americanas volvió, pero ahora en la web: un grupo de chicos y chicas lo hace constantemente y, paciencia de por medio, logra sacar ganancias y conocer a buenas/os clientas/es. Pero no tienen local sino buena predisposición para alcanzar la ropa a un punto medio, concurrido, algún local de comidas rápidas para que puedas probártela. Y te ofrecen la facilidad de poner frente a tus ojos toda la ropa que tienen (generalmente de primera marca, aunque hay de todo), con sus fotos, para que elijas rápidamente lo que más te guste o lo que hayas estado buscando. Pero, ¿qué hacen, piensan y por qué?
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“Arranqué como compradora y me gustó la idea de poder acceder a prendas en buen estado a un precio menor que en los negocios, y desde que empecé a comprar, vi mi propia ropa de otra manera: así fue como empecé a desprenderme de todo lo que ya no usaba y de esa manera conseguía dinero para comprar nuevas cosas”, cuenta a 24CON Eugenia, de “Closet de Amelie”, de Belgrano. “Soy hija menor y toda mi vida recibí ropa de mis hermanas, es decir que nunca pude elegir realmente lo que quería usar, y como soy estudiante de doble turno tampoco tengo disponibilidad horaria como para trabajar y poder comprarme la ropa que quiero con mi sueldo. Es por eso que mi feria arrancó como un pequeño emprendimiento para poder tener un poquito más de plata cada mes, para poder ir al cine y comprarme un balde de pochoclos sin pensar si me va a alcanzar el resto de la plata para llegar a fin de mes”.
Ludmila y Juan Martín, de “Plexo Solar”, también empezaron por una propia necesidad. “Arrancamos con ganas de hacer girar la rueda de cosas quietas que estaban en el placard, acumulándose sin sentido. Creo que lo que no usamos cumplió un ciclo y la acumulación material siempre es dañina. Seguro que lo que yo ya no uso, es lo que otro está esperando o necesitando. Así que decidí empezar a mover ese círculo, sumándome a la gran masividad que tienen las ferias online actualmente”, cuenta la pareja, que siempre prefirió revolver en ferias y encontrar prendas únicas. “Siempre preferimos tener cosas usadas, buscar, sorprendernos, encontrar objetos que tenían una historia para contar. Pero siempre desde el lado del comprador, sin despojarse de lo que ya teníamos. Y esta es la otra mitad de la tarea. Así que arrancamos con un nombre que nos vibró bien, y sacando fotos de la ropita en la naturaleza, en sintonía con nuestra idea de ayudar al planeta reciclando, renovando, volviendo nuevo lo viejo, dándole otra vida. Desde el lugar de cada uno, todos podemos aportar algo para despojarse del consumo compulsivo que implica la producción en masa”, dicen a este diario.
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“El tema del canje es un tema aparte, porque uno ve fotos y a veces las prendas difieren con la realidad, mayormente para las personas que buscan cosas específicas”, dice Victoria, de “Las enaguas de mi abuela”, de San Martín. “Como a veces uno no puede probarse, compra a `ciegas´, y si no va se vende, pero revender no me gusta. Sí compré cosas que si no me van trato de venderlas al mismo precio que las compré, o tal vez subirlo $10 por el tema del viaje, pero nada más”, cuenta esta chica que prefiere ir sacándose de encima toda la ropa de feria para poder seguir creando su marca propia.
¿Y cómo se llevan con las compradoras? “Generalmente bien, salvo en algunas ocasiones que me pidieron de todo y días después me cancelan”, dice Tamara, desde su “Feria increíble”, de Flores. “Soy bastante hincha con las confirmaciones, se gasta mucho en viáticos y en mensajes de celular. A veces no te das cuenta y mandás mil mensajitos porque estás retrasada o el tren se quedo varado o se te fue un colectivo, por eso esta bueno estar comunicada durante el proceso de venta/entrega, porque sigue siendo cuasi on-line”, dice Victoria. “De hecho, vas conociendo el gusto de varias y entablás con algunas una relación amistosa que es muy grata”, dicen Ludmila y Juan.
Además, el tema de la seguridad. “Para no estar expuesta a riesgos siempre me encuentro en lugares públicos y pido el celular de la otra persona, que si bien en un principio es para comunicarme en todo el momento previo a la entrega, en caso de que me llegara a suceder algo tengo algún dato de la otra persona”, cuenta Eugenia. “No soy muy obsesiva con el tema de la seguridad, confío en la buena fe de la otra parte. Pero sí trato de hacer las entregas en lugares concurridos y como mucho hasta las 9 de la noche”.
Este es sólo el comienzo de una tradición que ahora se reeditó.
por Soledad Lofredo
1º de agosto de 2014
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