A una semana de la inundación

El día después de mañana: ¿cómo viven hoy en Luján?

Infecciones y pestes sacuden a los vecinos. El hidroavión que se había olvidado del agua y el museo que casi se incendia. “Sabíamos que lo peor venía después del agua”, dijeron a 24CON.

El agua no subió las escalinatas de la Basílica de Luján. Tras la cobertura de los medios nacionales, y las fotos espectaculares que mostraban canoas sobre la plaza principal, el agua se retiró de vuelta al río.

Junto con el retiro de las aguas volvieron los vendedores de recuerdos, velas y rosarios, y los fotógrafos que inmortalizan a los visitantes frente a las inmóvil iglesia. Pero a no más de 30 cuadras de la zona turística de la Ciudad de Luján, los vecinos continúan luchando con la inundación, o peor aún, con lo que dejó a su paso.

 

Los Barrios La Loma, San Fermín, Santa Marta y San Jorge están en pleno trabajo. A pesar de sus nombres santos, el agua no dejó nada inmaculado. Ubicados en la encrucijada de la antigua ruta 7 y el río Luján, poco pudieron hacer para evitar que el agua copara todo. Casas precarias, algunas de chapa y calles de barro, no ayudaron para evitar que el agua ingresara empujando, y al retirarse se llevara todo. Como si fuera poco, el río sólo dejó barro, basura e infecciones.

“Sabíamos que lo más difícil iba a venir después de la inundación. Primero se necesitó colchones, frazadas. Ahora necesitamos lavandinas, repelentes, desinfectantes”, explicó a 24CON Matias Quelle, un trabajador social que se desempeña en el Centro de Integración Comunitaria (CIC) barrio San Fermín. El Cic operó de centro de asistencia para todos los inundados. Desde allí se coordinó con los voluntarios y otras organizaciones todas las tareas para ayudar a los inundados. Inclusive allí se cocinaron todas las viandas que se repartieron en el partido de Luján en los días de mayor crecida.

 

“La noticia a nivel nacional era si entraba el agua en la Basílica cuando el problema era la gente que vive en la orilla del río. En el polideportivo quedan familias evacuadas. Ya se está coordinando el retorno, pero muchos perdieron todo. Hoy los principales tareas se basan en desinfectar, desratizar, vacunar. Muchos de los habitantes de estos barrios viven de la quema o de lo que encuentran en la basura. Por lo que la cuestión comida también es primordial”, señalaron en el CIC.

“Mucha gente no quería dejar sus casas. Porque el río subió de a poco y no estaba lloviendo, pero esta crecida fue por agua que viene desde Chivilcoy, desde Suipacha. Es un territorio amplio. Hubo una primera crecida hace unas semanas y no se había ido esa cuando vino otra que superó todo. Una vez que sale del cause no lo frenas”, señalaron.

Gran parte del Barrio San Fermín quedó desolado. Durante la crecida se denunciaron robos de garrafas, de cocinas y de elementos propios de cada casa. Se robaron entre vecinos. Esto llevó a que muchos habitantes no quisieran dejar sus casas o no se alejaran. Transitar por las zonas inundadas trajo sus problemas. Heridas e infecciones en habitantes que muchos aun caminan descalzos sobre las calles de tierra.

 


“Otro problema es la potabilizacion del agua. Pañales, lavandina; artículos de limpieza personal y de limpieza de las viviendas. Lo que necesitan para volver a hacer habitables sus casas”, finalizó Quelle.

A pesar de los trabajos de los voluntarios y los miembros del CIC, hay casas que no están en condiciones de ser habitadas. Las huellas en las calles demuestran que los camiones que trajeron la ayuda debieron afrontar un barrial generalizado. El olor fétido y los mosquitos son un factor común en las manzanas que estuvieron bajo el agua. A pesar del calor y el buen tiempo, los voluntarios saben que aun faltan muchos días para que se vuelva a la normalidad. El pronóstico del clima anuncia posibles nuevas lluvias para el fin de semana, casi a la sombra de la basílica, desde San Fermín rezan para que el río no vuelva a subir.

El Plus Ultra volvió a ser un hidroavión.

Desde el otro extremo de la plaza que enmarca a la Basílica, se erige un complejo museográfico sin igual en el Conurbano. Desde transporte hasta edificaciones del 1700 conviven con los vendedores de estampitas. Pabellones tras pabellones conservan la memoria material de Luján y de parte del país. Desde la locomotora La Porteña, la primera que corrió en Argentina hasta carruajes utilizados por San Martín  Belgrano, y en el pabellón de transportes, también se aprecia un extraño avión bautizado Plus-Ultra.

En 1926 un hidroavión, en un solo vuelo y a cargo de sólo cuatro tripulantes, unió España con Buenos Aires. La proeza fue seguida por todos los medios del momento y su llegada al puerto generó un movimiento inusual de curiosos en la capital de la década del 20. Diseñado para aterrizar y despegar desde el agua, debió esperar hasta la inundación de la semana pasada para volver a mojar sus flotadores.
 
“La zona más afectada del complejo fue la sala de Transportes. Pero el Plus Ultra no llegó a flotar como se dijo. Era poca agua y hoy descansa sobre ruedas, no sobre sus flotadores. Otros carruajes también se levantaron con criques para que no se mojen y el Gato y el Mancha (dos caballos que unieron al galope Argentina con Estados Unidos en 1926) se elevaron al primer piso”, explicó a este medio Sergio Dicundo, Secretario del Complejo Museográfico Udaondo.
 


El museo cuenta con un sistema preventivo ante las crecidas. Tras la inundación de 1985 que afectó parte de la exposición, existen bateas elevadas donde se juntan todos los componentes a una altura segura. Inclusive cuentan con cajas inventariadas donde cada una de ellas corresponde a una pieza especifica, para que no se mezcle ni pierda el material y para que luego pueda volver al lugar original. A pesar del agua y el barro que aun se aprecia en el interior de los pabellones, la intención es abrir el fin de semana. “Cuando el río llega a los 4 metros levantamos todo el material. Ya cuando está a 4.40 empieza a ingresar en las partes más bajas. No hubo daños, no supero el medio metro de agua. El Plus Ultra tuvo 15 centimetros de agua alrededor. Pero donde hubo agua queda una capa de barro. Si dios nos ayuda, para el fin de semana vamos a abrir. Las chicas están limpiando todo. El fin de semana es turístico y sería bueno que pudiéramos abrir”, señaló Dicundo.

Los edificios del complejo datan de la década del 20 y fueron construidos con el propósito de ser museo. Empero existen un par de edificaciones que son del siglo XVIII, el Cabildo, la Casa del Virrey y construcciones aledañas. El sistema eléctrico responde a la época de construcción de cada pared y no siempre está apto para recibir una inundación.

 


Un área de Transportes sufrió un principio de incendio cuando se lo intentó limpiar. Un tablero eléctrico se electrificó, levantó temperatura y comenzó a mostrar llamas mientras una decena de empleadas, descalzas, baldeaba el lugar. La pared por momentos se electrificó, pero la alarma generalizada entre las empleadas evitó una tragedia. Según afirmó Irene, con el cargo de Guardiana de Rosas dentro del complejo, siempre es más peligroso el después de la inundación que la inundación misma. Casi las mismas palabras que los voluntarios del barrio San Fermín.

El agua bajó, pero dejó todos sus sedimentos sobre las calles de Luján y los barrios de la rivera. El calor y el pronóstico amenazan con más lluvias. Desde el museo y desde los barrios anegados miran a la basílica esperando conseguir algún tipo de protección especial. La Basílica apenas se mojó, y representaron más problemas las napas, que elevadas humedecieron los cimientos, antes que el agua que amenazaba subir las escalinatas. El silencio es la única respuesta desde la curia ante las consultas de este medio, pero las palabras y los trabajos se ven a no más de unas cuadras del centro religioso.   

“Estamos rezando para que no vuelva a crecer el río. Si dios nos ayuda volvemos a la normalidad”, fueron las palabras esperanzadoras tanto del personal del museo como de los vecinos más afectados.

 

8 de noviembre de 2012

 

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