El chico que estuvo tres meses a bordo del Guerrero
Pablo Bullrich vivió toda su vida en Beccar y a través de la música se convirtió en tripulante del barco insignia de Greenpeace.
Pablo Bullrich era un chico normal. Nacido en la Ciudad y vecino de Beccar casi de por vida, pasó su infancia en el Colegio Juan XXIII. Guitarrista de alma, tomó la iniciativa y comenzó a realizar festivales en la reconocida “tierra del rock” de Villa Adelina, City Bar. Bandas amigas se sumaron a su movida, pero él sentía que, además escuchar los riff de guitarras, el público que asistía a los eventos podía llevarse un mensaje que alguna vez el grupo Rata Blanca y su canción “El Guerrero del Arco Iris” intentó dar.
Usuario de Twitter, cuando muchos ni siquiera tenían en claro qué era una red social, contó que en Argentina se llevaban a cabo reuniones entre quienes sí lo conocían. En 140 caracteres conoció a Hernán Nadal, Director de Movilización Pública e la organización, a quien le pidió panfletos para difundir en los festivales.
“Me dije: ´Estaría bueno que la gente se vaya con buena música y un mensaje´. En ese momento estaban haciendo la campaña Basura Cero, que si bien era en Capital, tiene mucho que ver con el Conurbano porque los desechos terminan ahí”.
Pablo se animó y mandó su currículum a Greenpeace luego de enterarse de que estaban buscando personal. Sin ningún privilegio, realizó el proceso correspondiente y entró. Se encargó del manejo de las redes sociales, arma fundamental para la difusión de campañas y acciones de la sede Argentina, que ya lleva 25 años trabajando por el cuidado del medio ambiente local.
Pero Bullrich fue por más. Quedó seleccionado para formar parte de la embarcación que recorre las aguas del mundo desde el 2011, ya que el Guerrero III fue construido especialmente para la ONG por primera vez desde sus inicios en 1971. Viajó a Alemania para instruirse y zarpó junto a un grupo de voluntarios y activistas de todas partes del planeta.
A lo largo de tres largos meses, su trabajo fue “partido en tres. La primera mitad del día hacía trabajo de comunicación. Pero la otra mitad trabajaba de marinero de cubierta o asistente de cocina”. El bamboleo del barco permanente le recordaba que estaba navegando e inclusive pasó tres días seguidos sin poder levantarse de la cama.
Para Pablo fue una “experiencia única” y se volvería a subir. Recién llegado a Buenos Aires, permanecerá en Argentina, mientras el Guerrero continúa su travesía. Su próxima parada será Sudáfrica. ¿Cuál será el próximo puerto que tocará el chico del Conurbano? Sólo él lo sabrá.
Si querés conocer más sobre la travesía de Pablo, ingresá su blog de Greenpeace
Fotos: Greenpeace Argentina
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