Cómo es el túnel que atraviesa el Riachuelo
24CON se metió en la obra de los años '40 “redescubierta” en estos días. Los mitos a su alrededor y por qué no figura en ningún plano.
La estructura pasó cerca de 70 años sumergida bajo el agua y el olvido. El túnel que une La Boca con la Isla Maciel, considerado como una joya de la ingeniería para los especialistas, fue “redescubierto” en los últimos días por las autoridades que se encargan de la recuperación de la cuenca Riachuelo-Matanza, pero lleva mucho tiempo alimentando la imaginación de los pobladores más viejos del lugar. Que fue una boca de escape durante la dictadura, que lo utilizaban para robar y fugar a la isla, que se comunicaba con otros túneles hasta el hospital Argerich e incluso que podría haber sido un refugio de malandras. 24CON bajó y recorrió, a 30 metros de profundidad, los rincones de un camino tan útil como misterioso.
Cuando se dio la noticia se utilizó la palabra “descubrimiento”, lo que produjo fue risas entre los vecinos. No sólo siempre estuvieron las casillas (confundidas con viejas florerías de barrio) de entrada y de salida (a la misma altura del lado de Capital Federal y Conurbano), sino que todos recordaban que había un túnel cerca del Puente Transbordador. Pero, al igual que muchas otras costumbres sureñas, había caído en la desidia.
Como una ironía del destino, las autoridades de Vialidad Nacional necesitaron de la especialidad que da la “universidad de la calle” para dar con el paso subterráneo. Siguieron la pista de los “boteros”, aquellos que se encargan de cruzar gente de un lado al otro del espejo de agua y que conocen la zona de punta a punta.
“Lo primero que llamó la atención –cuenta Jordan Todoroff, el coordinador general del área- fue la casilla de material de colores que se ubica del lado de Provincia”. La otra, o sea la salida si se ingresa desde Avellaneda, es más discreta. La única pista era que, a su lado, aún tiene el escudo de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad (CIAE).
Envueltos en un aura de incógnita, los profesionales cortaron los candados y la sorpresa los inundó más a ellos que al túnel, que ya estaba cubierto de agua y de él asomaba una tímida escalera. “Parecía que terminaba ahí mismo –aclara Juan Romano, jefe de obras a cargo de la restauración de los puentes Transbordador y Avellaneda-, pero no fue así. Durante tres días bombeamos el líquido y, al bajar, nos encontramos con el pasadizo aún intacto”.
“Creemos que el túnel fue construido a mediados de los años '40”, explicó Romano. Salvo que, de acuerdo a los registros oficiales, no existe documentación que hable de él. Es que con los años CIAE fue adquirida por SEGBA y los cambios de firmas, locación, y las crecientes políticas de desactivación de la industria nacional a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, provocaron que la estructura caiga en desuso.
Muestra de ello son los viejos cables en desuso que lo cruzan, las bombitas de luz añejas y las tortugas de pared. Materiales que habrían sido utilizados para alimentar los astilleros que funcionaban en Maciel y algunas líneas telefónicas. En el marco de la recuperación de la cuenca, ordenada por el fallo Mendoza en 2009 y ejecutada a través del juez Luis Armella de Quilmes, “el poder utilizar ese túnel tiene un gran valor porque se pueden sacar los caños de gas que actualmente corren por el puente viejo y pasarlos por acá, para poder recuperar esa estructura de casi 100 años tan representativa para el barrio y la ciudad”, aseguró Romano.
La garganta de La Boca
El acceso al túnel se realiza por un hueco claustrofóbico de unos 45 centímetros. Es claro, sólo pasa una persona a la vez. La escalera, que del lado de Provincia está intacta, desciende los casi 30 metros en picada hasta el fondo. Hay 4 descansos intermedios en donde en el pasado se ubicaban bombas de agua y de aire. Al llegar al final, se accede al cilindro de unos tres metros de ancho por 1,80 de alto, separado al medio por un tabique de cemento a lo largo de los 161 metros de una punta a la otra. Las paredes son de hierro y están recubiertas por hormigón que se supone fue inyectado, una verdadera obra maestra realizada a base de pico y pala. A los costados, 13 bandejas “pasa cables” guían el recorrido.
Todavía están los viejos tendidos y algunas de las luminarias originales.
Estar allí trae automáticamente dos cosas a la cabeza: que el Riachuelo, después de 200 años de ser un karma en el centro de Buenos Aires, de contaminarlo y menospreciarlo, continúa generando noticias inesperadas; y que, por sobre las cabezas hay 15 metros de arena, arcilla, barro y las peores podredumbres que se recuerden en Argentina. No es tarea fácil transitarlo.
Todo el tiempo hay que tratar de no pensar en ese techo. De todas formas “las planchas de hierro y el hormigón nos protegen”, explica Juan Ramón Vera, el técnico en inspección de la obra. Si bien hoy está prohibida la navegación en el Riachuelo, las palabras de un trabajador de aquellas épocas, quien prefirió no dar el nombre, fueron abrumadoras: “Un día, mientras trabajaba ahí me pasó un barco por la cabeza y me pequé tal susto que nunca más quise bajar”.
Actualmente, el pasaje sólo tiene ventilación natural, por lo que no pueden descender demasiadas personas al mismo tiempo, para no saturar el escaso aire. De poco serviría el casco, antiparras, arnés y botas si la estructura no resistiera.
A pesar de haber estado tantos años inundado, el túnel no tiene filtraciones salvo unas pequeñas gotas que día a día van colmando el caudal. “Se escurren cerca de la superficie y lo llenan a razón de 10 centímetros diarios. Sin embargo, el pasaje permitirá que Metrogas, en poco más de un año que es lo que durará la puesta a punto del túnel, envíe por allí los caños que actualmente impiden la conservación del viejo Puente Transbordador”, aclaró Vera.
Túnel emergido
Las aguas se dividen en La Boca. Aunque la cooperación por la recuperación del espacio es un acto que mancomuna a la mayoría de los habitantes de uno de los barrios más tradicionales de Buenos Aires, las voces sobre el túnel no concuerdan del todo. “Seguro que en el Archivo General de la Nación hay registros de esta construcción”, aseguró Antolín Magallanes, director jecutivo de Fundación X La Boca, una organización que trabaja por la integración y el desarrollo.
Magallanes también recordó que en 1995, después de que se logró abortar la idea menemista de vender el viejo puente trasbordador como chatarra, “hubo una intención de recuperar ese túnel”, por lo que considera que ya se había redescubierto en los últimos años.
De vuelta en la superficie, una bocanada de aire fresco y el sudor producido por el calor de las entrañas de la tierra dejan en el inconsciente que muchas veces uno está donde menos quiere estar: esta vez fue en el corazón del Riachuelo. Habrá que comenzar a cambiar de parecer. Habrá que hacerse amigo de aquel viejo río.
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22 de junio de 2012
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