|
A 27 años del conflicto bélico, el abrazo final entre Héctor Cisneros y buena parte del resto de los deudos dio al acto un aire de "cierre de ciclo", tal como el propio titular de la Comisión de Familiares de Caídos explicó después a la prensa.
Hay 230 cruces, alineadas sobre caminos de piedras blancas y alrededor de una más grande, de las cuales 115 pertenecen a combatientes identificados y el resto dice -antes en inglés, ahora en castellano- "soldado argentino sólo conocido por Dios".
|
Frente a esos símbolos, los familiares se fueron arrodillando muy emocionados y colocando flores de plástico -porque las naturales durarían apenas horas- ya sea en las tumbas identificadas o en las que intuían que podría estar su soldado.
Otros, como los deudos de quienes murieron en el crucero General Belgrano y quedaron en el agua, buscaron por orden alfabético el nombre en alguna de las 24 placas que rodean a la cruz central del cementerio y allí brindaron su homenaje.
"Mi hermano murió en el crucero e increíblemente todavía lo espero. No pude elaborar el duelo. Estoy mejor ahora, pero espero poder superar definitivamente esta situación", contó en medio de lágrimas Beatriz Freites, quien llegó desde San Luis para sentirse más cerca de César, enrolado en la ESMA y muerto a los 20 años.
|
Palabras más, palabras menos, la mayoría coincidió en el concepto. Hacía cinco años que el cenotafio había sido construido pero por diferencias entre los gobiernos de Gran Bretaña y la Argentina sólo ahora pudo realizarse y en dos tandas.
La segunda será la semana próxima cuando otros 205 visitantes hagan el mismo ritual y emplacen una imagen de la Virgen de Luján. No se descarta que haya un tercer contingente en marzo o abril.
Padres, hermanos, hijos y primos, uno por soldado, llegaron cerca de las 10 a la Base Aérea de Mount Pleasant desde Río Gallegos en un vuelo de Lan que hace escala una vez por mes en la capital santacruceña, luego de ser despedidos por la presidenta Cristina Kirchner.
|
Tras ser recibidos aquí por el vicegobernador malvinense, Paul Martínez, y el viento omnipresente, partieron en tres micros, acompañados por camionetas Land Rover hasta Darwin. El camino escarpado le jugó una mala pasada al neumático de una de las camionetas, que tienen el volante a la derecha como en el Reino Unido, pero toda la logística estaba preparada para que no hubiera contratiempos.
Alrededor del cementerio, la Comisión de Familiares montó tres carpas con distintos servicios, además de baños químicos y la logística suficiente como para que funcionaran micrófonos y hubiera transmisión de TV. "Esto viene a curar las heridas de la historia de cada familia, es un lugar santo en el que estamos interpretados y contenidos", leyó Cisneros, enfundado en un poncho rojo al comenzar la ceremonia.
|
Luego, el padre Sebastián Combín, quien estudia la historia eclesiástica de Malvinas y pertenece a la Diócesis de Santiago del Estero, y el sacerdote católico local Peter Norris llevaron adelante un oficio sobrio, cruzado por ese viento penetrante, que en todo momento permitió sentir en la piel el sufrimiento de los soldados que llegaron hasta aquí en el otoño de 1982.
Finalmente, no hubo himno, ni banderas argentinas, tal como pidieron los británicos de las islas, quienes más allá de las restricciones se mostraron receptivos, respetuosos y amables. Martínez y el jefe de la base aérea, Gordon Moulds, presenciaron todo desde la primera fila y en señal de recogimiento.
|
"Se siente el dolor de los muertos", resumió una periodista de la agencia local Mercopress que estaba cubriendo la actividad tantas veces anunciada desde que se terminó de construir el cenotafio en 2005.
Cada tanto un familiar miraba hacia las montañas bajas cercanas, en dirección a Pradera del Ganso, ubicada a tres kilómetros de Darwin, donde todavía hoy hay trincheras como recuerdo de los combates de 1982.