Fue pobre y prostituta, ahora es periodista
La historia de Diana Sacayán, la travesti matancera que dejó de "hacer la calle" para convertirse en una de las referentes más importante del movimiento trans.
Sus relatos son crudos, pesados y directos. Para lograr el efecto, no teme escribir palabras como “puto”, “puta”, “tetas” o “testículos”. Y, ¿de qué otra manera trasmitir la violencia que sus entrevistados, víctimas del odio irracional, padecen? En estos casos, de nada sirve la “buena educación”.
Diana Sacayán fue pobre, prostituta y no terminó la secundaria (a sus 35 años, cursa tercer año en horario nocturno) pero escribe crónicas que provoca envidia en más de un periodista. Es entendible, ella no busca lucirse con un vasto vocabulario o con una nota que destroce las ventas porque, simplemente, su motivación es otra y responde a una llama que se encendió tras los barrotes de una celda matancera.
La gran ventaja –si es que así se puede llamar- con la que cuenta es que vivió en carne propia las agresiones que retrata, ilustra y gráfica, con dolorosa realidad, en las páginas del suplemento Soy, de Página/12, y de la Revista “El Teje”, la primera revista travesti latinoamericana. ¿Los temas? Prostitución, calabozos, muertes y pobreza. Lindo cocktail para un policial. Y, en esa línea, en el mundo travestido hay tela de sobra para cortar, sólo hace falta una buena costurera.
“Los medios tienen ese discurso que nos atraviesa a todos: del machismo del patriarcado”, critica Sacayán actualmente inmersa en la industria mediática que amplifica su voz, antes vedada a los círculos de las protestas por maltrato policial y al ámbito gay. Ahora, con la herramienta de la prensa escrita, su proclama se difunde a todo el país. El que no lo quiera leer, que se tape los ojos.
¿Cómo llegaste a escribir en Página/12?
¿Siempre te gustó escribir?
Eso se despertó más que nada en el Teje, pero cuando era adolescente escribía pero cosas más literarias, tengo como 60 poesías guardadas que hice entre los 16 y los 18 años. Después se me pasó y retomé cuando estaba presa, como que me inspiré. Yo fui presa política y en la soledad del calabozo rebrotó todo.
¿Por qué decís que fuiste una presa política?
En 2004 me detuvo la Comisaría 4º y estuve alojada en un calabozo de 20 de Junio. Después de mucho tiempo, me reconocieron, después de mucho esfuerzo de mis compañeros y compañeras que están afuera, que los organismos de Derechos Humanos me reconocieran como presa política. Yo no digo que fui una presa política, fui una presa política porque nosotros veníamos haciendo protestas contra los prostíbulos y la vinculación, en esa época, con los comisarios. Nosotras hicimos varias denuncias y, a partir de ahí, empezamos a sufrir todo tipo de persecución que se manifestaba con encarcelamientos, tratos inhumanos hasta que concluyó, finalmente, en esta invención de causa que terminó siendo un hecho político denunciado al relator de la ONU contra la tortura en 2004.
¿Cuándo te empezaste a interesar por este tipo de causas?
Entre 2001 y 2002. Por la persecución que empezamos a sufrir por parte de la policía. Nosotras nos empezamos a juntar a ver qué hacíamos con eso, no podía ser que la policía nos maltrate tanto y así surgió, con un grupito de 3 compañeras, y yo ahí empecé mi camino de empezar a buscar gente por todos los lados y ahí nació nuestra organización MAL, Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación que no estuvo pensado sólo para travestis, y todavía estamos esperando que quienes lo noten, se acerquen.
No se animan mucho ¿no?
Ven travestis y se asustan. La mentalidad todavía sigue siendo…También existe la discriminación dentro del espectro de los movimientos homosexuales. Nosotros estamos abiertos a toda persona que se sienta discriminada.
Antes de encender el grabador, Diana mencionó estar molesta con los periodistas que ponen relevancia en el pasado, es decir, en aquella época en la que los tacos estaban relegados por los botines.
¿Por qué te molesta que te pregunten sobre esa época de tu vida?
Porque estoy harta de eso.
¿Por qué?
Porque para mí no tiene sentido la pregunta. Nosotras no andamos preguntando: ¿antes de ser heterosexual qué eras? A la gente heterosexual. Me parece como muy bizarro eso de “ay, contame de antes”. Es bizarra la pregunta y, también, puede ser morbosa.
Pero, ¿no pensás que tu experiencia puede ayudar a otros? Tal vez, por eso es importante el “antes”.
Sí, puede ser. Pero, en realidad nosotras somos mucho más que travestis, somos personas. Nosotras sentimos, nos alegramos, amamos, somos eso. Porque parece que antes de la persona siempre está el personaje: “la travesti” adelante. Aunque tengo que reconocer que nosotras también somos víctimas de nuestra propia estrategia para el reconocimiento social-político. A veces, alzamos la bandera de que somos travestis y estamos orgullosas por ello, pero también nos interrogamos si debemos estar todo el tiempo diciendo que somos travestis. Pero, a veces, también es bueno, según los lugares, de poder decirlo para visibilizarlo para agarrarlo como una bandera política, más allá de que es una identidad de género.
¿Te arrepentís de haber elegido travestirte?
Dentro del mundo gay, ¿quiénes son los más discriminados?
Las travestis y los hombres trans somos más propensos a recibir agresiones porque el hombre gay se puede disfrazar: se pone un trajecito, entra a la oficina o va a la universidad y pasa desapercibido, pero nosotros somos más visibles. Pero, a la vez que somos visibles, somos invisibilizadas. Mirá que paradoja: somos visibles en corporalidad, pero invisibilizadas como personas de derecho. No es fácil.
Las travestis aparecen en la televisión son personajes que se muestran como vedettes y, en algunos casos, son ridiculizada. ¿Son todas así?
Tiene que ver cómo vos te posicionas y después los medios saben a quién convocar. Los medios siempre van a ridiculizarnos, pero por eso, tenés que fijarte a quién le das la nota, eso lo vas a aprendiendo. Hay que seleccionarlos, a mí han llamado de Crónica o de Canal 26 pero no voy porque se en qué posición me van a poner. Y no es que tenga miedo, sino que no tengo ganas de presentarme de esa manera. Por ejemplo, a Lohana Berkins, pionera del movimiento travesti de Latinoamérica, nunca la tomaron en joda.
Pero por otro lado, está Zulma Lobato…
Lobato es una pobre mina que está siendo utilizada por los medios de comunicación porque les da rating y, en segundo lugar, reproduce la transfobia a la sociedad, a la discriminación, alimenta. También está Tinelli, el gran explotador, poniéndola como la gran ganadora a Florencia de la V, una estereotipada, una mina con guita, de clase alta y eso no es así. Entonces, la gente va a aceptar a esa travesti, la estereotipada y a esa imagen payacesca. No es la realidad. Mi viejo era golpeador, vivíamos en la pobreza total, mi vieja laburaba 16 horas por día en un geriátrico para poder mantenernos a mí y a mis 14 hermanos y si eso a mi no me despierta nada…En mí vida he pasado muchas cosas: he estado presa infinidad de veces por prostituirme.
Y, vos ¿quién sos?
Yo soy una persona de barrio, me crié en el barrio Puma de Laferrere y sigo viviendo en la zona. Estudié en la escuela pública Nº 84 y después me cambié a la 68. Estoy cursando 3er año en turno noche y, cuando termine, quiero estudiar Derecho en la Universidad Nacional de La Matanza. Mi mamá aceptó fue una figura muy importante para mí, era una mujer fuerte, que luchaba por sus 15 hijos para que nosotros valláramos a la escuela. Y si eso no me motiva a hacer algo…
Por otro lado, lo que me marcó psíquica y físicamente fue cuando empecé a prostituirme. Fue muy fuerte. Pude dar un paso al costado con la perseverancia, tratar de buscar otra cosa, tratando de terminar mis estudios, participando en otros espacios. La primera vez que me prostituí tenía 18 años
¿Por una necesidad económica?
Sí, totalmente.
¿Qué hay de cierto cuando se dice que las travestis son prostitutas porque les gusta?
Eso se va a saber el día que tengamos la posibilidad de elegir. Si nos gusta, vamos y lo hacemos. Que se yo, Cecilia Bolocco era una gran prostituta y le encantaba serlo y la gente no dice nada al respecto. Además, hay muchas formas de prostituirse. Y, desde mi punto de vista, ninguna persona debe ser explotada, pero, al mismo tiempo, es la única salida que tienen las chicas para sobrevivir, por eso lo ideal sería trabajar para que todas tengan la posibilidad de tener un trabajo digno y la oportunidad de elegir, no que se nos imponga ir a prostituirnos. Poder tener una profesión, ser secretario, azafata, soy empleada de un supermercado, lo que sea. O, sino, “yo quiero prostituirme”, pero tuve acceso al estudio y al trabajo, algo no existe actualmente.
¿Qué fue lo que te marcó de esa época?
La violencia policial y callejara, eso fue lo peor. Pero también estaba el frío y las largas noches. La calle es muy jodida. Y, las infinidades de veces que tuve que ir a un calabozo por prostituirme. La policía me ha pegado infinidades de veces dentro de la cárcel porque era una persona que hacía valer mis derechos. Sin embargo, conocer mis derechos fue el arma más poderosa que adquirí leyendo o hablando con gente.
¿Cómo te trataban los otros presos?
Divinos. Respetábamos los códigos. Además, yo soy una persona de carácter, jamás voy a permitir que me maltraten. Prefiero morir defendiéndome.
¿Qué te llevó a dejar la prostitución?
Siempre hice cosas para intentar salir. Hasta me metí a vender milanesas en el Mercado Central. Iba con mi carrito y les vendía a los laburantes. Tengo una mano magnífica para cocinar, eran milanesa místicas. Las preparaba con amor, con todo el ingenio. Los pibes eran trabajadores como yo, que tenían que hombrear para ganarse el peso. Es tan fuerte entrar al mercado central, con la jerga carcelaria que tiene. Al principio me insultaban, pero después me empezaron a aceptar y hablábamos, me contaban de sus cosas, sus problemas y su familia. Yo entraba en el mundo de ellos, era fascinante.
Después, el haber colaborado con la organización Rancho Popular durante dos años me empujó a dejar porque yo llegaba trasnochada de haber trabajado toda la noche y no daba estar así con los chicos.
Con MAL, Sacayán se convirtió en referente del movimiento en la Provincia, incluso, en el país. Tal es así que la matancera visitó Austria y Francia, donde relató su experiencia al público local. Asimismo, el reconocimiento llegó en su tierra: “Estoy muy contenta de tener un trabajo en el Ministerio de Educación de la Provincia y ahora me van a nombrar coordinadora del Programa provincial de Inclusión de Personas Travestis en el sistema de Educación”, destaca con alegría.
¿Notaste diferencias al caminar por las calles europeas?
Te puedo asegurar que no hay mucha diferencia. La discriminación existe e imagináte si sos travesti y, encima, latinoamericana. Es un combo terrible. Es jodido también. Europa es bastante…Francia es el país más parecido a Argentina, en esos términos. Austria es muy frío en todo sentido, el argentino es más predispuesto. Cuando estaba volviendo de Francia me enteré de un crimen tremendo, asesinaron a una chica en un bosque a golpes. Fue terrible.
Como referente de MAL recibís denuncias de discriminación continuamente. ¿Cuál es el caso que más te impactó?
¿Por qué crees que estas personas hacen eso?
Porque no pueden aceptar las diferencias, no pueden convivir con las diferencias. Hitler mataba a los negros y a los judíos. Son militantes del odio. Además, a mí me impresionó este caso porque la Justicia no interviene, de manera que también reproduce la discriminación institucional. Lo que hace es dejar en situación de desamparo a la víctima y poner un manto de impunidad sobre los agresores. Si una persona es golpeada brutalmente y no le hacen caso y hasta se burlan de la situación.
¿Cómo se porta la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia?
Sara Derotier de Cobacho es una transfóbica. Un asesor cercano a ella que me echó tomándome del cuello. Decidí a no denunciarlo, pero si voy a decir que Cobacho tiene una negación a atendernos a nosotras. Pero, le guste o no, es obligación de ella responder a cualquier persona que le vulneran los derechos.
¿“Las” o “los” travestis?
“Las” y “los”. Nosotras somos las, las mujeres que se pasan a chicos son “los”.
¿Por qué es tan importante el artículo?
Porque soy yo, Diana, “la”. Es la construcción de la identidad femenina, es tan simple: una persona que dice que es un varón, es un varón y quién dice me siento mujer es “la”.
Y, ¿Cuán importante es que las llamen por su nombre?
Yo no voy por la calle diciendo: “Soy travesti”. Yo soy Diana y punto.