¿Qué tienen en común el Tirador de Belgrano, Conzi, Grassi y Tejerina?

Por Cecilia Di Lodovico

 



Mariano Castex es investigador CONICET y primer profesor titular regular de Psicología Forense en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y participó en tres casos resonantes: García Belsunce, Grabenheimer (Solange) y Duffau.

En el gremio dicen que el forense habría sido el responsable de entrenar a Julio César Grassi para aprobar la pericia psiquiátrica que realizó en Río Gallegos, pericia que resultó convenientemente favorable al cura condenado por pedófilo y que contradijo absolutamente las conclusiones de los exámenes realizados en Buenos Aires.

Además, Castex actuó como perito de la defensa de Horacio Conzi, el empresario condenado a 25 años de prisión por el crimen de Marcos Schenone. El Tribunal Oral Nº4 de San Isidro determinó que la madrugada del 16 de enero de 2003, tras una persecución de 40 cuadras por la avenida Del Libertador que terminó en Béccar, Conzi efectuó 14 balazos con una pistola 9 milímetros contra el remís en el que viajaba Schenone junto a dos mujeres, Paula Alonso y Gisella Carabetta. Tanta furia, desatada por un ataque de celos.

¿Qué diagnosticó Castex sobre el probado homicida? "Conzi padece una alteración morbosa compleja y mixta en cuanto a origen de sus facultades mentales (...) algunos de sus trastornos pueden ser secuelas producidas por un severo traumatismo cráneo encefálico". Es decir que, al igual que en el caso Marcenac, conocido como “el tirador de Belgrano”, el perito apeló a la inimputabilidad tratando de probar que su cliente padecía psicosis, una patología psicológica que puede traducirse como “el loco”, aquel que no comprende sus actos. “Si mató, lo hizo dentro de su locura”, reforzó su hipótesis el especialista. 

El diagnóstico de Castex fue rápidamente vetado puesto que el mapeo cerebral al que fue sometido el por entonces empresario acusado, no reveló daños. Conzi comprendió sus actos y, por ello, fue condenado en 2005. 

Cuatro años más tarde, la defensa del tirador de Belgrano, Martín Ríos, contó con los servicios de este polémico perito. Y la defensa psicológica fue esencial en el caso. “No distingue entre estar jugando con una PlayStation o estar en la calle matando gente”, determinó Castex sobre Ríos, acusado de asesinar al joven Alfredo Marcenac y de otras 11 tentativas de homicidio. 

Por el contrario, el fiscal Carlos Giménez Baur solicitó al Tribunal Oral en lo Criminal 12 porteño, presión perpetua para el “tirador de Belgrano” por considerarlo plenamente imputable y lo comparó con un violador serial que, en vez de violar, mata "por placer".

Tras la sentencia de inimputabilidad dictada por los magistrados Ana Dieta de Herrero, Alfredo Rizzo Romano y Carlos Bruno, vuelve el fantasma del entrenamiento psicológico: durante las entrevistas con peritos psiquiátricos, Ríos se había mostrado "lúcido" y "colaborador". En esa oportunidad, se le efectuaron dos test psicológicos: el de Rorschard, en el que se muestran distintos dibujos y el paciente debe decir qué ve, y el de Weschler, que mide su inteligencia.

De más está decir que la estrategia de la defensa, estuvo basada en la presunta psicosis del tirador de Belgrano y que no comprendió la criminalidad de sus hechos. 
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Y Castex no estuvo solo: seis de los psiquiatras oficiales coincidieron en que el joven que mató a Alfredo Marcenac e hirió a otras seis personas es un esquizofrénico "peligrosísimo".

No obstante, el echar mano a la carta de la locura podría llegar a ser parte de la lógica del forense en cuestión puesto que alentó la libertad de Robledo Puch, bautizado como el “ángel negro” por la crónica argentina, con las mismas bases: “Hace 36 años, cuando cometió los crímenes, se dijo que era sano. Por supuesto que no le hicieron ningún tratamiento, porque lo que dicen que le ofrecieron para trabajar o estudiar es un engaño. Yo diría que las cosas son al revés: justamente porque no lo trataron es que nunca trabajó ni estudió en el penal. Lo correcto hubiera sido hace 36 años que lo declararan un enfermo, que en lugar de la cárcel se lo internara en un medio hospitalario, y tal vez, sólo tal vez, las cosas podrían haber sido distintas. Hoy por hoy está con la misma peligrosidad. Es cierto que a nivel internacional la curación de casos como éste casi no existe, pero valía la pena haberlo intentado. El Estado ahora no va a dar marcha atrás. Lo dejará ahí en Sierra Chica, donde está.”

Asimismo, su opinión sobre el caso de Romina Tejerina tomó la misma dirección: “El estado puerperal se presume y tiene criterio cronológico hasta la primera menstruación posterior al parto: se calcula que se extiende alrededor de cuarenta días. Se considera que bajo su influencia, la mujer que ha dado a luz puede sufrir –no todas lo padecen– ciertos trastornos psicológicos y por tanto su culpabilidad se encuentra reducida”.

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