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Alta Gracia: Tras los pasos del Che y de cara a las sierras

El Tajamar, La casa del Virrey Liniers, la vegetación y la cultura de Córdoba en una ciudad que deslumbra en cada esquina.
Martes, 03 de enero de 2012 a las 20:39
A 36 km de Córdoba capital, Alta Gracia es un refugio donde recalar en busca de descanso, cultura y naturaleza. Bella cuando se la nombra y también cuando se la mira, esta ciudad descansa en el Valle de Paravachasca, vocablo quechua que significa “lugar de vegetación enmarañada”. Rodeada por las Sierras Chicas al oeste, su geografía alberga una atractiva fusión de sitios históricos, exquisita arquitectura y atractivos naturales.

Las atracciones del verano tendrán uno de sus puntos más altos en la Fiesta de los Reyes Magos, que anuncia para el 5 de enero un desfile por las calles céntricas de Alta Gracia, desde la Casa de los Salesianos hasta el Portal de Belén, matizado por canciones que interpretarán el Coro Juvenil Municipal y el Coro Parroquial.

Una de las reliquias de Alta Gracia es la Estancia Jesuítica. La iglesia, de nave única y crucero curvo, con cúpula y fachada de tres cuerpos, fue construida entre 1723 y 1762. Al lado se levanta la Residencia, que fue el lugar de descanso y centro productivo de los curas jesuitas. En 1810 pasó a manos del virrey Santiago de Liniers, hasta que fue expropiado en 1968 y transformado en lo que es hoy: el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers.

Hacia el sur, El Obraje, antes dedicado a la enseñanza y la producción artesanal, alberga el Instituto de Educación Secundario. Al este se levanta la Ranchería, un paredón de casi 130 m de largo que sostenía 60 viviendas destinadas a los esclavos africanos que trabajaban en la estancia.

De vanguardia para su época, el Tajamar , construido en 1659, es el dique artificial más antiguo de la provincia de Córdoba y la finalización del sistema hidráulico pensado por los jesuitas. Una serie de paredones embalsan el arroyo que alimenta las acequias de riego.

En un vértice del Tajamar se levanta el Monumento Torre Reloj. Representa el paso del tiempo y las etapas históricas de la ciudad. Su base de piedra refiere al mundo aborigen; la parte central representa la etapa colonial y la evangelización, mientras el reloj simboliza la Revolución Industrial. Enfrente, el Museo Nacional de la Estancia de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers cuenta con 17 salas de exposición, ambientadas según los usos y costumbres de la sociedad cordobesa de los siglos XVII, XVIII y XIX.

El barrio Carlos Pellegrini es ideal para recorrer a pie, contemplando las construcciones de estilo inglés, con cresterías de hierro, techos de chapa y cenefas de madera, realizadas con capitales ingleses a fines del siglo XIX. Por las calles Avellaneda y Deán Funes se aprecian las más bellas.

Las salas de la Casa-Museo Ernesto Guevara, que la familia del Che bautizó Villa Nydia, narran las vivencias del revolucionario: su infancia y adolescencia, los viajes, su vida en Cuba y los días que pasó en Congo y Bolivia.

Otros museos destacados son el de la Ciudad Juan Cafferatta –donde residió el destacado político de principios del siglo XX– y la Casa de Manuel de Falla, testimonio de los últimos años en el exilio del compositor español. Sus salas exhiben objetos personales, libros, mobiliarios, vestimentas, vajilla y su correspondencia.

Por otro lado, la Casa-taller y Museo de Arte Latinoamericano y Europeo muestra objetos y obras de arte realizadas por Gabriel Dubois, un excelente ceramista, que también trabajó el bronce y la plata y fue el creador de importantes obras, como la araña que ilumina el Congreso de la Nación.

El hotel Sierras, reinaugurado en 2006, abrió sus puertas por primera vez en 1908, cuando se transformó en el primer hotel-casino de la Argentina, réplica de uno de Calcuta, en India.

Para pasar el día, caminar, pasear en bicicleta o preparar un asado, el arroyo Chicamtoltina puede abordarse a través de su costanera y las piletas naturales. El Parque García Lorca, a doce cuadras del centro, conserva flora y fauna autóctona. Entre las arboledas se distinguen represas y pequeñas cascadas. Desde la parte más alta del parque se observa el espectacular paisaje de las Sierras Chicas. Quienes buscan involucrarse aún más con el entorno natural pueden hacer trekking o salir a pedalear. Los amantes de las largas caminatas, que en algunos tramos se pierden entre las nubes, deberían conocer el Parque Nacional Quebrada del Condorito, hábitat del cóndor andino, donde los ejemplares adultos enseñan a volar a sus pichones.

 

3 de enero de 2012