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Quedó muy atrás la época en que El Calafate -llamado así por el arbusto original de la zona- era sólo una parada de carretas que transportaban la lana de oveja. Ya en 1938, cuando se creó el Parque Nacional Los Glaciares, el pequeño pueblo rural fue paulatinamente cobrando importancia. Hoy es uno de los cinco destinos turísticos más populares del país.
A orillas de la bahía Redonda del lago Argentino, la ciudad se ufana de una hotelería con más de veinte establecimientos cuatro estrellas, dos de cinco, un Relais & Châteaux, una exclusiva casa patagónica y tradicionales estancias, junto a hosterías, aparts y algunos hostels. Siempre, con el particular encanto en las coloridas construcciones de techos a dos aguas, maderas patagónicas y chapa acanalada.
Desde ya que la visita al Parque Nacional y el descomunal paisaje del Perito Moreno es la meta principal. Pero la zona brinda también un abanico de alternativas para los espíritus viajeros que aman el campo.
El camino consolidado divide en dos al paisaje típico de la región. Hacia un lado, estepa y mesetas; hacia el otro, lagos sobre el espectacular fondo de los picos nevados de los Andes. La ruta lleva a un puñado de estancias emblemáticas, legado de familias pioneras que llegaron a estas tierras a principios del siglo pasado.
Hay que recorrer 47 kilómetros para arribar a la exclusiva hostería de campo Alta Vista. Dentro de las 65.000 hectáreas de la estancia La Anita se encuentra esta casa. que conserva su encanto original desde la fachada amarilla y los luminosos interiores, donde en un minucioso trabajo de recuperación mantiene el estilo de los ambientes. Tamara Eddy, anfitriona del lugar, vigila con ojo experto cada detalle en las siete habitaciones de elegante sencillez y confort, amplia recepción con barra y comedor. En la cocina se luce Martín Calvi, un ex Faena.
El sitio invita a unos días de relax combinados con paseos hasta los glaciares, cabalgatas y en la 4x4 de la estancia con Tamara al volante recorrer las inmensidades de la estepa y llegar, por ejemplo, hasta una cercana laguna repleta de flamencos.
Muy cerca está Nibepo Aike, otro establecimiento centenario que también recibe a visitantes de paso, a los que ofrece participar de una auténtica experiencia en una estancia patagónica, con trabajo en los corrales, arreos y esquila en el antiguo galpón.
También propone caminatas hasta el lago cercano y cabalgatas que parten desde el monturero del lugar y llegan hasta los balcones naturales donde se divisan a lo lejos el Perito Moreno, Torres del Paine, en el lado chileno, y los Glaciares Escondidos, los más australes del Parque Nacional. El programa se corona con un cordero hecho a la cruz por el asador de la estancia.
Dentro del parque protegido por grandes álamos está la casa de típica construcción en chapa acanalada, reciclada para alojar en sus diez habitaciones bien dispuestas.
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Para los que prefieran estar cerca de El Calafate, una opción es instalarse en Kau Yatun, un hotel de campo a unas cuadras del centro, que forma parte de la estancia 25 de Mayo. La impactante construcción privilegia las maderas típicas en espaciosas habitaciones. El sitio es elegido por viajeros de todas partes del mundo.
Desde el hotel parten varios programas como el Safari Experience que de la mano de Julián Fores, un economista devenido guía, lleva a recorrer en 4x4 parte de las 14.000 hectáreas de la estancia, como la Reserva Natural que encierra la misma, con avistamiento de la fauna autóctona de la zona, ideal para un safari fotográfico, o la exploración de los fósiles marinos.
Para el que quiera sumergirse en las labores del campo austral, muy cerca del hotel están los corrales donde al atardecer se ve a los perros arriar las ovejas, se disfruta de una mateada con tortas fritas o se camina hasta el arroyo Calafate para catar vinos del sur y cerrar la jornada con un asado.
Para llegar a la estancia Cristina, una de las más emblemáticas de la región, hay que navegar. Este imperdible paseo comienza temprano en la mañana para embarcarse en la nave del emprendimiento que surca las aguas del lago Argentino, hasta llegar al glaciar Upsala, uno de los más importantes del Parque Nacional. Luego de casi tres horas se arriba al canal Cristina, donde está el muelle de desembarque.
El panorama que ofrece la estancia, lugar elegido en 1914 por el pionero inglés Joseph Masters, es una postal de imponente belleza. Las centenarias construcciones, una muestra del coraje de los pioneros que se asentaron en estos recónditos lugares, se recuestan sobre el paisaje de los cerros Norte, Pfifter y Moyano, y sus glaciares colgantes.
La estancia brinda programas de un día con caminatas hasta el río Caterina y la capilla, y visitas al lodge, para lo que habrá que munirse de almuerzo propio. Los afortunados que decidan instalarse en el lugar lo harán en el lodge, con 20 confortables habitaciones distribuidas en cinco cabañas, bien equipadas y con rica gastronomía patagónica.
El programa a bordo del Marpatag es otra propuesta interesante. Acondicionado como un barco restaurante, el crucero brinda una navegación de día completo sólo para 20 comensales-viajeros con reserva previa. Se embarca en el puerto privado La Soledad y en dos horas se enfrenta al glaciar Upsala y la barrera de témpanos de impensables gamas de azules hasta llegar al glaciar Spegazzini, con paredes frontales de hasta 135 metros sobre el nivel del lago.
En ese descomunal paisaje la nave detiene sus motores para degustar un menú de seis pasos pensado por Matías Villalba, chef de la embarcación. Hay también un corto paseo por los bosques naturales de la zona y, ya embarcados nuevamente, en la cubierta con copa de champagne en mano, emprender el regreso a El Calafate. La empresa está pronta para botar el año próximo una nueva nave con la misma propuesta donde retomará el programa completo actualmente suspendido: hacer noche a bordo dentro del entorno de los glaciares. Quienes ya lo han hecho dicen que en noches de luna llena el panorama es de una magia indescriptible.
13 de diciembre de 2011