Vía Christi, complejo donde Ghandi, Luther King y Mapuches se dan la mano

Para el arquitecto, el demonio tiene múltiples caras. Bush no zafó de la volteada.

Me pierdo siguiendo uno de esos hilos transparentes. Camino hacia la parte más alta del valle, rumbo a la ladera occidental de Junin de los Andes, y topo de nariz con el cerro de La Cruz. Lógica apreciación: la cruz que fue apostada en una de sus cumbres hace más de 50 años, inspiró el singular nombre.

Para ese entonces, el cálido viento de las 10 de la mañana se refugiaba detrás de las montañas y descubría el paso a un semi perdido turista. Con la foto perfecta de la ciudad en la lente de mi Sony, me sentía satisfecho. Aunque había más.

De sopetón, aparece a mi encuentro Rubén Frascoli, licenciado en turismo y uno de los representantes más importantes del Parque Vía Christi. “En realidad cobramos un bono contribución para ingresar al Parque, pero todavía no está definido del todo”, dice y no da lugar a que tome mi flácida billetera: “Pasá, estás de invitado”. Señala al inconcluso sendero y juntos damos marcha al recorrido.

Una madre de Plaza de Mayo escucha atentamente al elegido.

Me invita primero a ver lo que será la recepción, porque según me cuenta, actualmente y sin inauguración oficial alguna, reciben a más de 3000 visitantes en las fechas religiosas (Semana Santa y Día de la Virgen). El Vía Christi es una interpretación libre del Vía Crucis nominal pero con la “parte alegre de la vida de Jesús”, argumenta Frascoli.

Para realizar la obra, el arquitecto y director del proyecto, Alejandro Santana, trabajó durante 9 años y empleó cerca de 60 trabajadores, de los cuales actualmente quedan 26.

Cientos de miles de kilos de hormigón y decenas de reuniones con los vecinos, determinaron la presente estética de la monumental obra que además de tener aportes provinciales, municipales y nacionales (el ultimo recibido en 2008 fue de $37.143), recibe dinero de la cooperativa del pueblo.

“Preferimos llamarlo turismo histórico, cultural y religioso”, me dirá más tarde en su despacho el subsecretario de Turismo local, Pablo Lardit. “No queremos que se acote al llamarlo ‘religioso’ exclusivamente, porque tiene una conjunción de expresiones artísticas que sobrepasan lo referido a la fe exclusivamente”.

Llego a la primera de las 19 estaciones (el total para fines de 2010, aproximadamente, será de 24) donde, sobre un círculo de varios metros de diámetro calado en la montaña, está representado el natalicio del Mesías católico. Me detengo en los cerámicos que rodean el descanso. No es por nada, sólo me interesan más. “Son representaciones Mapuches”, comenta el licenciado en Turismo. Y emprende una suerte de coloquio donde expone que “la intención es hacer una expresión multicultural” con este paseo.

Pese a los azotes, el Mesías detiene un mísil. Símbolo de la destrucción.

De esa forma, lo veo en partes. Se generan infinidades de preguntas que invaden mi paciencia. Algunas de las cuáles tendrían una respuesta unos cuántos ‘solados’ más arriba. Piso fuerte y me aferro al terreno que todavía no está acabado. Otra vez el agua despierta en agigantados tragos y hace de las suyas. “Nos cuesta mantener todo intacto por las heladas invernales y los deshielos”, ilustra mi acompañante mientras ambos rezongamos con el aliento. El ascenso desgasta, sobre todo a los que no estamos en forma.

Nos convertimos rápidamente en dos peregrinos en un subibaja. La postal de Junin, intacta a lo lejos. La Crucifixión es una estación clave. Reveladora y explosiva. Un Conquistador taladra la muñeca; Roca arrebata las vestimentas. El hombre, con cara de originario, sufre. Desde otro plano, imagino, la conquista se disimula; acá no tanto.

Estimo que la vuelta será menos agotadora para mis desesperadas piernas. “El recorrido, con guía, dura cerca de las tres horas”, puntualiza Frascoli mientras yo empiezo a cavilar cuál será mi próximo destino…

 

FOTOS: 24CON y Parque Vía Christi

 

PARA MÁS INFORMACIÓN:

www.neuquentur.gob.ar