Hippies acampan en Olivos para frenar el Vial
Construyeron huertas y casitas en los árboles. Reciclan basura y viven en comunidad. "Si te dormís, te duermen", dicen a 24CON.
FOTOS: CHRISTIAN UGALDE
Uno de ellos asoma la cabeza por el cierre de la carpa. Fuerza los ojos por la resolana de sol y amanece entre charcos de agua, árboles y barro. Otro deambula entre ropa sucia, ollas rotas, tenderíos de chapa, madera y telas. El resto por el momento duerme. Es que sólo algunos amanecen a las 10 de un jueves de octubre.
Pasa el tiempo y en “El Bosquecito”, de a poco, se van acercando. Son unos 15 jóvenes “fijos” que acampan en la playita de Olivos para frenar la construcción del Vial Costero, obra que impulsó a principios de año el intendente de Vicente López, Enrique “Japonés” García, para supuestamente aliviar el tránsito de la Av. Libertador.
Son pocos. Sin embargo, por la tarde y por la noche suele sumarse más gente, y aún más los fines de semana. “Acá debería haber 100 personas por día”, dice el chico, y asegura: "Deberían hacerse un tiempo para proteger lo que les pertenece, la tierra".
Hippies de Vicente López
En plena costa, a metros del alambrado que los divide de las máquinas, frente a un camión de gendarmería que los vigila permanentemente, entre las calles San Martín y Arenales, los acampantes se organizaron como las comunidades hippies de los ‘60s (aquellos semilleros artísticos que tanto dieron que hablar en La Plata), o como la que actualmente habita en “El Pantano”, detrás de Ciudad Universitaria, más conocida como “La Tropa”.
Su filosofía es clara: No a la violencia (ni verbal ni física) y no al banderío político. “No vamos con un palo, vamos con un termo y un mate”, comenta Fabio, y agrega: “Sirve que los sectores políticos ayuden, pero desde el primer día aclaramos que acá no portamos ninguna bandera. El que lo hace, sabe a dónde se tiene que ir”.
Hace unas dos semanas fueron ellos quien junto a un grupo de vecinos auto-gestionados decidieron voltear los alambrados que cercaban la Costa. La medida no fue sólo en protesta, sino también para que “la gente pueda recrearse como antes”.
A todo esto, desde mayo a esta parte sufrieron cuatro represiones, y hasta dos de ellos fueron demorados en la comisaría. Además, fueron desalojados del Campo de Deportes nº 3, donde se habían instalado en un principio.
El fogón y la casita del bosque
En la comunidad hay dos casas armadas con maderas y toldos en los árboles, que se lucen bien sujetadas entre ramas, y hay también una tercera que solamente tiene piso, sin paredes ni techo, que actualmente se encuentra “frenada”. También construyeron un mirador entre dos pinos, que hacen a la vez de entrada formal al campamento.
Hay baño seco (de pozo); una carpa grande donde cocinan a leña y guardan los alimentos que consiguen o les trae la gente; otra tienda central que es la que más resiste el agua, con colchones en el suelo y donde duermen unos 5 de ellos; y varias del tipo igloo esparcidas por el pasto.
Pero no sólo eso. Construyeron dos huertas y además separan la basura degradable de la no degradable. “Lo que salió de la tierra, se lo devolvemos”, explican. También llevan adelante varios talleres en una carpa exclusiva, en donde enseñan guitarra, pintura y macramé, entre otras actividades, como la venta de empanadas y pizza.
Al respecto, este domingo realizarán un festival gratuito con artistas locales, abierto a la comunidad, a modo de lucha contra el avance del asfalto y principalmente “para proteger la tierra”. Ese es su mensaje, aunque están preparados para cualquier eventualidad que pueda hacerles “perder la batalla”. “Si un día vienen con una orden de desalojo firmada por un juez, nos vamos a trepar a los árboles”.
07 de octubre de 2010