Por Maximiliano Borches
A pocos días de dejar el Poder Ejecutivo, tras ocho años de gobierno, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no sólo es la mandataria que deja su cargo con la mayor imagen positiva desde los gobiernos encabezados por Juan Domingo Perón, sino que además, el próximo presidente electo Mauricio Macri de la Alianza Cambiemos, recibirá un país desendeudado, pacificado social, política y económicamente, y gozará de la transición más ordenada desde que el expresidente Raúl Alfonsín se retirara seis meses antes de su gobierno, en 1989.
“Nosotros entramos por la puerta y nos vamos por la puerta”, tras esta expresión por parte de la jefa de Estado, durante el acto que encabezó días pasados en la localidad de El Palomar, donde inauguró las obras de ampliación del hospital Posadas, Cristina Fernández volvió a poner en palabras lo que ya había prometido que iba a suceder; y es el respeto ante todo por la decisión popular del pasado domingo 22 de noviembre, que consagró al exempresario y actual jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, como el próximo presidente de todos los argentinos, y la coherencia expresada durante todos estos años de gobierno, por parte de la actual mandataria.
De esta manera, y tras la reunión mantenida entre los presidentes saliente y entrante el martes pasado, que duró poco más de cuarenta minutos, Cristina Fernández ya les pidió la renuncia a todos los Secretarios y Subsecretarios de Estado, a la vez que el próximo mandatario nacional entendió que su gobierno nace débil, debido en principio al escaso margen con que ganó el balotaje –lo que se traduce en una necesidad imperiosa de negociación constante con el FpV, representante de la otra mitad del electorado nacional, situación que además tira por la borda el mito de “fin de ciclo” que algunos medios quieren imponer por éstos días-; junto a las dos primeras derrotas políticas que ya sufrió el próximo gobierno que aún no ocupó su cargo: el rechazo que suscitó en algunas administraciones de países integrantes del Mercosur, su deseo de imponer la denominada “Cláusula Democrática” contra la República Bolivariana de Venezuela –Estado que integra plenamente este colectivo de países sudamericanos- y que además es inviable en términos formales, puesto que esa cláusula sólo establece la suspensión de cualquiera de sus integrantes en caso de ruptura del orden democrático (situación que no sucede en el país hermano); y la otra, el fallido intento de ubicar como próximo ministro de Trabajo a Jorge Lawson, actual ministro de Comunicación del gobierno del cordobés De La Sota; un hombre que además está muy vinculado al empresario Luis Pagani, de la firma ARCOR.
Finalmente, esa cartera la ocupará el actual diputado del PRO Jorge Triaca (hijo), decisión que ya levantó las primeras resistencias por parte de algunos gremios afiliados a la CGT y a ATE.
Por lo demás, la continuidad de Lino Barañao como ministro de Ciencia, Tecnología en Innovación Productiva, es a las claras una victoria estratégica de la presidenta Cristian Fernández de Kirchner, para intentar mantener los impresionantes logros obtenidos en éstos últimos años en materia de desarrollo científico aplicado, y la repatriación de más de mil científicos argentinos que se encontraban residiendo en el exterior.
Pero, por sobre todas las cosas, esta acción es una gigante demostración de grandeza por parte de la actual mandataria, que culmina su mandato pensando primero en la patria, después en el movimiento y por último en los hombres de su gestión.