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A sólo 30 cuadras del centro comercial de Lomas de Zamora, la realidad que se vive en el barrio La Loma es alarmante. Diferente para algunos, cotidiana para los otros. Las arterias principales son de asfalto, algunas de tierra. Las casas son bajas y precarias, no hay semáforos ni autos, mucho menos cruces peatonales. Tampoco barreras, pero sí peajes…
Antes del mediodía, por un camino alternativo, se puede llegar a la casa de Eva Rodríguez (habitante del barrio). Por este pasaje aún no hay que abonar. Ella espera con el mate calentito junto a su marido Gabriel Sequeira. Sus hijas, Magali y Gala, duermen en la habitación de al lado. La vivienda es tan chica como humilde: techo de chapa, piso de cemento y paredes descascaradas.
Ellos nacieron allí. Saben con lujo de detalles lo que ocurre en cada porción de esquina y por eso brindan charlas de asistencia social para los demás vecinos. De noche o de día, afirman que los tiros son moneda corriente, y que con el tiempo se “acostumbraron” a vivir alertas. La zona, según dicen, es lisa y llanamente… peligrosa. Hay mucha venta de paco, muertes violentas y delincuencia al extremo.
La Loma limita con el barrio El Progreso y, a través de un puente que cruza el arroyo El Rey, con Santa Marta. La zona conforma uno de los tantos epicentros marginales del sur del Conurbano, donde la inseguridad se vive a flor de piel. Como por ejemplo pasar por el colegio Cervantes, que es complicado. “Ustedes no podrían ir”, advierte Eva sin dudarlo.
Porque en Lomas de Zamora, los sectores periféricos tienen sus códigos. Los que se llevan a cabo con metodologías delictivas más que prácticas. Los de la “tumba”: “Si no pagás, te roban”. Sencillo y directo. “Para pasar de un barrio a otro tenés que darle monedas a los pibes, sino te aprietan. Te piden $2, y si no les das se ponen violentos, es fija”.
Sin barreras, colas, ni cajeros, un grupo de entre 5 y 10 chicos (en su mayoría menores) se dedica a cobrar “peajes” clandestinos a los transeúntes y automovilistas que transitan por las calles suburbanas. Como en la intersección de Florencio Sánchez y Lisandro de la Torre cerca de la escuela Media 23.
Las víctimas son elegidas al azar, sin distinción de edad ni clase social. “Es para todos por igual, acá no hay ni ricos ni pobres. Si venís con traje y corbata no es condición, es lo mismo”, explica Gabriel.
Horario pico, el más caro
A diferencia de lo socialmente imaginado, los casos de robos o extorsión a peatones, no suceden por la noche sino en pleno cenit, precisamente al mediodía y por la tarde. Es decir, sobre todo cuando hay más circulación de personas. “Por ejemplo, de 14 a 16 es horario de chorrerío para las mujeres. Porque es la hora en que vienen de trabajar de las casas de familia”, dice Gabriel.
Pero no sólo los vecinos que padecen esta situación están al tanto de la problemática. En diálogo con 24CON, el presidente del bloque PJ del Concejo Deliberante, Jorge Ferreira, puntualizó que “son un pequeño grupo de personas”, y que delinquen “sea como sea”. Porque “pagan los repartidores o la gente caminando que viene de trabajar. Saben que tienen que pagar porque sino les pasa como a otras personas que terminan golpeadas o muertas”, afirmó. Asimismo, reconoció que el cobro ilegal de “peajes” en las calles urbanas “ocurre en muchos otros lados”.
A lo que coincidió el referente de la Comisión de Asentamientos –barrio 17 de Noviembre-, Daniel Chamorro, al asegurar que “esto no es extraño, porque está sucediendo en casi toda la Provincia. A un conocido mío que manejaba un colectivo lo mataron en Moreno cuando se resistió a pagar”.
Según investigó este medio, el fenómeno también se daría en otros municipios del Conurbano. Los ejemplos más claros surgen de la localidad matancera de Ciudad Evita, en Lanús o en San Isidro, en donde se ejecuta la misma práctica y donde coexisten víctimas físicas e, igual de peor, víctimas del miedo.
Las barreras abiertas para el paco
El flagelo de los asentamientos de Lomas de Zamora no es ajeno a las drogas. De hecho, surgen para y por ellas. “El problema es que tienen que generar plata para el paco. La mayoría de la gente no quiere hacer nada porque casi todos tienen a un hijo metido en esa”, reconoce Gabriel.
A lo que agrega: “La droga es un escapismo, porque las realidades de acá son muy crudas. El paco los está matando a todos. Si no sos delincuente, sos paquero. Muchos son las dos cosas, que es peor”.
Cuando papá y mamá son “chorros”
El consumo de estupefacientes no parecería ser el único problema. En muchos casos, la “mala junta” y las familias condicionan a los jóvenes de por vida. “Los delincuentes paren hijos delincuentes”, sintetiza Eva. Por su parte, su marido añade que los “pibes chorros” copian el ejemplo que reciben desde el seno de su hogar. “Se cuelgan de las ‘chapas ajenas’, como la de los hermanos presos, o de los padres que son ladrones reconocidos”.
Al respecto, Ferreira va un poco más allá y asegura que la contención es la única vía posible. Porque “los jóvenes están en una esquina, empiezan a tomar, después viene el porro y el paco. En los distintos barrios hay chicos de 10 u 11 años que cuando le pegan a un abuelo para robarle es porque no tienen cariño por esa figura familiar, tal vez porque nunca tuvieron un abuelo”.
Los “nichitos”
Los punteros y “transas”, como en la mayoría de los barrios, ya se convirtieron en mitos. Ejemplo de ello es la actual riña que aún mantienen los pibes de El Progreso y La Loma, quienes no pueden caminar de un lado a otro porque cada uno cuida “su suelo” para proteger a los cabecillas de cada zona.
Y las hay más escalofriantes. Como la pelea de dos bandas que se desenvolvió en una masacre, en donde cayeron los “más fuertes”. Según Gabriel, años atrás “los ataron en un canchita de manos y pies y los descuartizaron a itacazos. Les volaron las manos, los brazos, las piernas”.
O como la del remisero muerto a balazos por un grupo de chicos que robaron su auto, en la esquina de Eva y Gabriel. “Le abrieron la billetera y vieron que era ex policía. Lo pusieron de rodillas y lo bajaron ahí nomás”.
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Muertes, paco, pibes chorros y la ley del más fuerte. Así se vive en los asentamientos de Lomas de Zamora. Gabriel, la tiene clara: “En el barrio hay que vivir con una postura: no ser el más fuerte, ser el más inteligente para zafar”, dice.