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Murió a los 88 años el papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano

Jorge Mario Bergoglio falleció tras salir de su internación en el Policlínico Agostino Gemelli de Roma. Había asumido su lugar el 13 de marzo de 2013 y su último mensaje fue el domingo de Pascua en donde llamó a la “libertad de pensamiento y a la tolerancia”.

Por Redacción

Lunes, 21 de abril de 2025 a las 08:29

Cómo lo confirmó el Vaticano en un comunicado difundido a través de su canal oficial, el papa Francisco murió este lunes a los 88 años. El deceso se produjo apenas un día después de que el pontífice hiciera una aparición pública desde el balcón de la basílica de San Pedro, durante la celebración de Pascua, en lo que se convirtió en su último mensaje al mundo.



“Queridísimos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro Santo Padre Francisco”, declaró el cardenal Kevin Farrell, quien leyó el comunicado oficial del Vaticano. “Esta mañana, a las 7:35 (05:35 GMT), el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia”.

El Papa había salido recientemente de una prolongada hospitalización tras padecer una neumonía grave que lo mantuvo ingresado durante 38 días, hasta su alta médica el pasado 23 de marzo.

A pesar de su convalecencia, el domingo participó brevemente en la misa de Pascua y dirigió la tradicional bendición “Urbi et Orbi” desde el balcón de la basílica, donde deseó a los fieles un “feliz domingo de Pascua” y llamó a la “libertad de pensamiento y a la tolerancia” en su mensaje al mundo.

Miles de personas se habían congregado en la plaza de San Pedro para verlo, luego de semanas de incertidumbre sobre su estado de salud. Su aparición generó una ovación entre los asistentes y fue interpretada como un gesto de fortaleza espiritual, pese a las visibles secuelas de su enfermedad.



Bergoglio:

Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1936, en el seno de una familia de inmigrantes piamonteses. Mayor de cinco hermanos, su padre era ferroviario, su madre, ama de casa.

Rosa, la abuela del futuro Papa, fue clave en su vocación. Por eso Bergoglio siempre subrayó el rol fundamental de los abuelos en la transmisión de la fe.

Ingresó al seminario de la Compañía de Jesús a los 21 años y fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969, doce años después. En junio de 1973, fue nombrado provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, cargo que ejerció durante seis años. De 1980 a 1986, presidió el Colegio Máximo de San Miguel, un centro universitario jesuita.

En 1991 fue enviado a Córdoba, como confesor en la residencia de la Compañía de Jesús, un cargo que no estaba a la altura de su talento y experiencia. Una “penitencia” quizás motivada por las pujas internas de su orden. Una suerte de exilio interior.

De aquella primera travesía del desierto, lo rescató el entonces Arzobispo de Buenos Aires, cardenal Antonio Quarracino que, cuando lo conoció, comprendió que había detectado un talento. Austen Ivereigh, biógrafo de Bergoglio, contó que Quarracino pronunció entonces una frase premonitoria: “La Iglesia argentina espera grandes cosas del padre Bergoglio”.

Así fue como, a comienzos de 1992, el futuro Papa salió de la órbita de la Compañía de Jesús, fue ordenado Obispo por Juan Pablo II, y nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires. En la práctica, mano derecha del arzobispo Quarracino a quien sucedería en el cargo luego de su fallecimiento, el 28 de febrero de 1998.

En el momento de su designación como obispo, Bergoglio, entonces de 55 años, era un desconocido para la mayoría de los argentinos e incluso un outsider en la institución. La suya no había sido la típica carrera eclesial.

En la arquidiócesis de Buenos Aires, dejó su marca en la organización de la Pastoral Villera, en la permanente atención a los más olvidados y en sus homilías, verdaderas piezas teológicas, que ya son parte de su legado.

Por la peculiar naturaleza de la Santa Sede, el Papa no es sólo cabeza de la Iglesia Católica, referente principal de la religión que ha moldeado la cultura occidental, sino también jefe de un Estado que ha sido un actor protagónico en la historia y sigue desempeñando un rol trascendental en la escena mundial.

Reformas:

Lo primero fue la creación de un Consejo de Cardenales que lo asesoraría en el gobierno de la Iglesia, con el objeto de que “los episcopados del mundo se vayan expresando en el mismo gobierno de la iglesia”, como explicó. Un objetivo central fue el saneamiento de las finanzas vaticanas -motivo de una larga sucesión de escándalos-; decisión que no tardó en activar los lobbies a los que se había referido en la primera conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Río de Janeiro (septiembre de 2013), cuando ante la pregunta por la existencia de un lobby gay, respondió que todos los lobbies eran “un problema”, como “el lobby de los avaros, de los políticos o de los masones”.

En torno a la reforma económica estos grupos se activaron de inmediato. George Pell, el cardenal australiano al que Bergoglio ungió como una suerte de ministro de economía y que contrató una auditoría externa para las finanzas vaticanas a fin de garantizar una total transparencia, fue víctima de una falsa denuncia por abuso -que le llevó tres años (uno en prisión) desmontar-.

Esta tarea de reforma siguió de un modo más discreto o más alejado de la atención mediática, pero no menos disruptivo: lo prueban precisamente las operaciones que cada tanto trascienden. Una de las últimas fue el intento de atribuir críticas póstumas a Francisco por parte del papa emérito Benedicto XVI, fallecido el 31 de diciembre de 2022, y con quien Bergoglio, contra todo pronóstico malintencionado, convivió de modo armónico durante casi todo su papado.

Transcurrida cierta primavera “franciscana”, volvió al ruedo el doloroso tema de los abusos, con investigaciones todavía en curso, y heridas sin cerrar. Aunque ha sido poco reconocido, fue Benedicto XVI quien reformó el derecho canónico para facilitar la expulsión de sacerdotes culpables de estos crímenes.

Esta línea fue seguida por Bergoglio, que aprobó protocolos aún más estrictos en el enfoque de estos casos. “La Iglesia -dijo- no puede tratar de esconder la tragedia de los abusos, sean del tipo que sean. Tampoco cuando los abusos se dan en las familias, en los clubs, en otro tipo de instituciones. La Iglesia tiene que ser un ejemplo para ayudar a resolverlos, sacarlos a la luz en la sociedad y en las familias”.

Bergoglio es el primer papa en llamarse Francisco -inspirado por la frase “No te olvides de los pobres”, que le dijo al oído su amigo el cardenal brasileño Claudio Hummes, aquel 13 de marzo de 2013-; un nombre que es en sí mismo un programa: la denuncia de la “idolatría del dinero” y de la “globalización de la indiferencia” que caracterizan a una “cultura del descarte” que desecha a los más débiles de la sociedad. A las “víctimas del sistema socioeconómico mundial”, como dijo en su viaje temprano a Lampedusa, en el primer año de su pontificado.