Por qué se odian los presos y los hinchas de Lamadrid

La historia de la única prisión de la Ciudad y su relación con el fútbol. Desde la enemistad de los presos con los hinchas de Lamadrid hasta los torneos internos.

Por Andres Randazzo
Los pasillos guardan cientos de historias. Muchas tristes, de motines recordados por el sello de la sangre como resultado. También hay anécdotas coloridas, con el fútbol como excusa infalible para salir de la realidad que rodea a los presos y que va más allá de los muros. Si bien varios pueden emplear su tiempo en estudios, como es el caso de Celso Maciel, condenado a cadena perpetua y recibido como abogado dentro de Devoto, la pelota es la salida para la mayoría los internos que se alojan en el penal porteño. 

Maciel le narró a 24CON la vida de los reclusos según el fútbol, un aire necesario para una estadía más llevadera. Con los años se forjó una historia imposible de obviar entre la cárcel y el deporte. El penal, inaugurado en 1927, está pegado a la cancha de General Lamadrid. Hay una leyenda que enfrenta a los presos con la hinchada del club de la Primera C y merece ser contada en primera persona.

"Eso se da desde hace muchos años. Es que desde el segundo y el tercer piso se ve la cancha. Entonces siempre se gritan de todo. Discuten porque los presos dicen que los hinchas miran a las visitas y eso genera celos. Pero obviamente es más un estigma que otra cosa, es muy probable que los hinchas ni se den cuenta, pero responden con cánticos", asegura Maciel, detenido hace trece años.

Pero además de celos por las visitas, es una cuestión de estilos. "Para los presos, los que van a la cancha son ‘tribuneros’ y esos son repudiados", cuenta el interno-abogado, mientras detalla: "Se puede escuchar el ‘tribuneros de mierda, cuando salgamos van a ver’ cada sábado. Pero uno se acostumbra y los guardias se ríen".

Ante la ausencia de hinchas visitantes, las disputas verbales entre los presos de Devoto y la popular de Lamadrid es el color que ya no tiene el ascenso. Sin embargo, "se quemaron algunos pabellones hace unos años" y muchas de esas celdas no se utilizan. Las banderas que colgaban de los barrotes y las chicanas de parte de quienes están afuera era folclore bañado de sábado en cada presentación de Lamadrid, y fue parte de la escenografía del barrio de Villa Devoto y su cárcel, la única de la Ciudad de Buenos Aires.

Pero la pelota no sólo entra por las paredes desgastadas con el fútbol de ascenso. La pasión trasciende categorías y se instala en los pasillos. "Me gusta el fútbol y estamos prendidos con el campeonato. Soy hincha de Boca y las cargadas con los de River e Independiente son comunes. Podemos seguir los partidos por radio y hasta televisión tenemos, así que no nos podemos quejar", dice Maciel.

La cancha de fútbol 5 ubicada en el patio, es el lugar elegido día a día para despuntar el vicio. Los torneos forman parte de la escenografía cotidiana que sólo se interrumpe por un motivo y Maciel lo explica: "Jugamos siempre partidos a tres goles para que no haya que esperar tanto. Ahora se nos pinchó la pelota, así que estamos sin fútbol. Pero hay que comprarla o esperar que llegue de afuera. Lo que pasa es que yo ya compré como 20. Soy el gordito dueño de la pelota, sólo que en vez de atajar soy delantero".
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