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A cada paso, una plaza

Belén de Escobar conserva su alma de pueblo en cada una de sus plazas. Su crecimiento no le robó los espacios verdes, sino que los recuperó. A cada cuadra, un espacio verde, un respiro.
Viernes, 30 de enero de 2009 a las 16:19
Por Luciana Fernández Virginillo

Desde la Ciudad de Buenos Aires, 50 kilómetros hacia al noroeste separan a Belén de Escobar de la vorágine. Quien no la conoce tal vez imagine sólo “un pueblo”, pero esta localidad, cabecera del partido, cuenta con todas las posibilidades para no tener que viajar hasta el Centro más que para ver las luces.     

Yendo por Panamericana, al bajar por 25 de Mayo aparece la entrada comandada por el reloj torre. Desde allí el recorrido lo van a marcar la multitud de espacios verdes que se abren entre las calles. Plazas y rincones se alfombran de verde y flores, haciendo honor a la característica de este Partido.       

La primera en aparecer es la Plaza de los Combatientes de Malvinas que tiene un monumento a cuatro pobladores locales que fallecieron en la guerra. Justo enfrente se recobra la alegría en la Plaza de los Niños.

Siguiendo hacia la izquierda por Independencia se abre la entrada a la “perlita” de la ciudad, el Jardín Japonés, que incita a respirar profundamente y adentrarse sin apuro. Luego de la experiencia de un viaje por este reducto de tranquilidad llegamos la avenida E. Tapia de Cruz.

A pocos metros, lo que en otro tiempo fue un depósito de autos hoy es un acogedor patio colonial, recuperado en 1997, que despliega pérgolas y canteros floridos, la Plaza Juan Manuel de Rosas.

 

Siguiendo por Tapia de la Cruz comienza a aparecer el suave ajetreo y se divisa la estación de tren. Antes de cruzar hay un espacio donde los fines de semana se congregan los artesanos en una variada feria.   

Cuando uno piensa que la hierba recortada desparecerá dejando lugar a la ciudad, el cuidado sobre los espacios para reposar vuelve a llamar la atención en un ejemplo de que las tierras linderas a las vías no siempre son sinónimo de suciedad.
¿Qué hay? Sí, más plazas, una dentro de otra.

 

La atención es ganada por una locomotora a vapor inglesa, del año 1912, en perfecto estado, junto a la Plaza de las Américas. Junto a ella, la Plazoleta de los Bustos, homenaje a San Martín, Belgrano y Güemes. Todavía queda una más en el centro de este enorme predio: la de la Estación, junto al Museo del Tren.


Dos cuadras más, los comercios ganan terreno y el centro de la ciudad rememora su tinte de pueblo en la clásica postal: la plaza central llamada Gral. Don José de San Martín, rodeada por la iglesia, el Palacio Municipal y el Colegio Santa María.

 Los transeúntes vagan sobre su tranquilidad, caminan, se paran, leen o toman café... disfrutan.