La historia de El Dorado, la ciudad perdida llena de oro
Varios colonizadores españoles murieron en su búsqueda por el centro de Colombia durante el Siglo XVI. La verdadera historia y lo que creían.
En tanto, el mito sudamericano de El Dorado, revela la verdadera naturaleza del territorio y las personas que vivían ahí. Para ellos, El Dorado nunca fue un lugar, sino un gobernante tan rico, que supuestamente se bañaba en oro de pies a cabeza cada mañana y se lavaba todas las noches en un lago sagrado.
La verdadera historia detrás del mito ha sido reconstruida pacientemente en años recientes utilizando una combinación de textos históricos antiguos e investigación arqueológica.
El mito
En el centro del mito se encuentra una ceremonia real llevada a cabo por los pueblos Muisca, que viven en el centro de Colombia desde el año 800 d.C. hasta nuestros días.
Diferentes cronistas españoles que llegaron al continente a principios del siglo XVI la describieron como la ceremonia de “El Dorado”. La cultura Muisca es una de las culturas con una tradición excepcional en el trabajo del oro en Suramérica.
En 1532, Francisco Pizarro, que llega a Perú en el comienzo de tres intentos por conquistar al imperio Inca y colonizar Sudamérica se alza en el camino grandes cantidades de oro.
Gonzalo Jiménez de Quesada, en 1537, explora el territorio Muisca por primera vez y Francisco de Orellana es el primer europeo en navegar el río Amazonas de punta a punta, supuestamente inspirado por la búsqueda de El Dorado.
Sir Walter Raleigh hace la primera de dos expediciones en búsqueda de El Dorado en 1594. En la segunda lo acompaña su hijo Watt, quien murió en el trayecto.
En 1772, el científico Alexander von Humboldt y el botánico Aimé Bonpland viajan a América del Sur para acabar con el mito de El Dorado de una vez y para siempre y regresan a Europa donde difunden su versión: El Dorado nunca había existido más que en los sueños de los conquistadores.
La verdadera historia
En realidad, cuando el jefe de los Muisca moría, se daba inicio a un proceso de sucesión para escoger al “líder dorado” o “El Dorado”.
El nuevo líder, generalmente un sobrino del anterior, pasaba por un largo proceso de iniciación que culminaba con un acto final en el que remaba en una canoa por un lago sagrado.
Se presentaba desnudo, sólo cubierto por polvo de oro. Rodeado de cuatro sacerdotes de alto rango adornados con plumas, coronas de oro y demás ornamentos, hacía una ofrenda de objetos dorados, esmeraldas y otros materiales preciosos a los dioses, que arrojaba al lago, cuya orilla circular se llenaba de espectadores que tocaban instrumentos musicales y encendían fuegos que bloqueaban la luz solar que bañaba el lago. La canoa misma llevaba cuatro fogatas que lanzaban columnas de incienso a los cielos.
Una vez en el centro del lago, uno de los sacerdotes izaba una bandera señalando a la muchedumbre que hiciera silencio. Este momento marcaba el punto en que la multitud juraba fidelidad a su nuevo líder, gritando su aprobación desde la orilla.
02 de febrero de 2013
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