“En Europa, llega un negro como yo y la pega al toque”

Omar Mollo cuenta cómo triunfa en el tango. Su pasado en el rock y la presentación de su nuevo disco. "Siempre digo que Holanda es un quilombo organizado", reconoce a 24CON.

Aprieta una toalla como si fuera un tic anti estrés. Mientras, canta. La banda repasa y acomoda algunos compases de las partituras, él las dirige, gesticula, abre los ojos, y sigue cantando. Omar Mollo es un tipo inquieto. Habla grueso, ríe en grande y abraza fuerte.

Nació el día de la primavera de 1950. Vive en Ramos Mejía, tiene 62 años, el pelo largo hasta los hombros, un pasado rockero intenso y un presente tanguero exitoso.  Hace tiempo pegó un golpe de timón y su vida profesional viró 180 grados. Tomó otro rumbo: el de la disciplina, o algo parecido.
 
La transición no fue fácil. “Tenía miedo de caer en la que muchos cayeron, de pasar del rock al tango, y que no les haya ido bien”, comenta a 24CON al término del ensayo en un bar de Palermo. El sostén de su decisión fue Graciela, su mujer y mánager. “Hay que abrir el espectro”, decía allá por el 2002, y después de que personajes como Gustavo Cordera, Andrés Ciro o Ricardo Iorio le llenaran los oídos con un mensaje claro: “Omar tiene que dedicarse a cantar sólo tango”. Y lo hizo, tal es así que en estos momentos está a punto de presentar su cuarto disco, “Barrio Sur”, el 30 de noviembre en ND/Teatro.

De alguna manera su padrino artístico fue el multi-instrumentista Daniel Melingo, que lo convocó a él y a su hermano, Ricardo Mollo (líder de Divididos), a tocar en “Mala Yunta”, programa que conducía por la señal de cable Sólo Tango.

“De casualidad, ese día estaba haciendo zapping un productor, me vio en la tele, y en seguida me llamó para hacer un disco. Me dio la libertad de elegir las canciones y eso se lo agradezco mucho, porque todas las cosas que logro grabar me pegan mucho en el corazón”, recuerda Omar.

Ese fue su punta pié inicial, el empujón que le faltaba para aceptar que por algo canta tango desde que era un purrete. Pero ni para él, ni para nadie, los años vienen solos. A los veintipico incursionó en el rock y formó MAM (Mente Alma Materia), banda que compartió con Ricardo y también con Diego Arnedo (bajista de la aplanadora del rock). El proyecto no prosperó, luego apareció Sumo y los turbulentos ‘80s.

Fue recién en entrado el nuevo siglo, que Omar decidió relanzar su carrera. Volvió a la carga con MAM, editó dos discos (Opción y Lo ves), y en el medio de ese lapso entró de lleno al ritmo del arrabal. Con viento a su favor, un empresario de la música lo contrató para hacer dos shows en Holanda, y desde allí su carrera tanguera se diseminó por toda Europa. “El primer concierto fue en una ex iglesia reformada, un lugar precioso, que queda enfrente a la vidriera (la famosa zona roja de Amsterdam). Es una combinación muy extraña, están todas las chicas ahí… Siempre digo que Holanda es un quilombo organizado”, cuenta y se ríe, así, en grande.

Como otra de esas casualidades de la vida, ese día, entre el público estaba el prestigioso compositor Carel Kraayenhof, que al verlo lo convocó para ser el cantante de su sexteto de tango, con la que recorrió lugares como Toulouse, Litonia, San Sebastián, Moscú, Grecia, Bélgica España y hasta Finlandia (aunque solista), donde cantó ante unas 6 mil como parte de su gira Europa Tour 2012.


-¿Qué diferencias encontrás entre las culturas del viejo continente y nuestro país?
- Si yo me hubiera ido de acá con mi historia rockera, qué les podría enseñar a ellos. Tengo esa ventaja, que voy con la música autóctona nuestra. Culturalmente, es como que para ellos está la música clásica y el tango. En Europa tienen una premisa: vivir de tu obra. De lo que sepas hacer. Allá se respeta mucho el arte, más que un abogado. Acá… estamos llegando. Allá cualquier latino pisa y pega. Llega un negro como yo y la pega (se ríe).

-¿Cómo te tratan?
- Allá me reciben con un respeto y un amor muy grande. Cada vez que voy tengo casa gratis para parar, sin pagar un mango. Me muestro como soy, qué se yo… si veo a alguien pintando, me pongo a pintar. Y eso ellos no lo pueden creer, porque tal vez días antes me habían visto en la televisión cantando ante miles de personas. Yo me la creo ahí arriba sólo una hora, después abajo del escenario soy como vos. A veces es jodido, te puede llevar toda una vida bajar los humos. Pero no quiero perder más energía por mantener algo que para.

-¿Cómo ves el mundo del tango acá en Argentina?
-Acá va creciendo, sobre todo por los jóvenes que se juntan en las milongas. Hay clases de danzas, hay turistas interesados en aprender. Yo no me puedo quejar, porque viniendo del rock, los tangueros ortodoxos me perdonaron todo: el pelo largo, la pinta. “No necesitás ponerte moñito ni nada”, me decían. He recibido de ellos mucho amor y mucho apoyo.


Barrio Sur

El nuevo material discográfico cuenta con producción artística integral de Alejandro Pont Lezica, Diego Ramos en piano y arreglos musicales, y Hugo Satorre en bandoneón. Lo presentará el viernes 30 de noviembre en ND/Teatro (Paraguay 918).


El repertorio tiene versiones de canciones de Atahualpa Yupanqui (como Los ejes de mi carreta), de Homero Expósito (como Afiches y Siempre Paris), entre otros. Además, figuran dos perlitas como Tango del Diablo, con la participación de Andrés Ciro Martínez (ex Piojos); y una adaptación a Muchacha ojos de papel, de Luis Alberto Spinetta.


“Con el Flaco estuvimos tres años muy juntos, cuando yo vivía en El Palomar. Un día le dije que tenía ganas de grabar un tema que él nunca hacía. Y cuando lo empecé a ensayarlo nos emocionamos terriblemente. En ese momento, él justo se fue”.

 

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22 de noviembre de 2012