Juntaba peras y una máquina le arrancó todo el pelo

"Sentí como si me hubiesen estado cortando con miles de cuchillos a la vez", dijo la mujer. El cabello fue conservado en hielo hasta la operación.

Increíble y doloroso, pero cierto. Noemí Torres, una joven de 27 que trabajaba en una fábrica de empaquetamiento de frutas ubicada en el valle del Río Negro, sufrió un desprendimiento total del cuero cabelludo.

Sucedió cuando Torres juntaba peras que se habían caído de la cinta transportadora. “Me agaché y la máquina me agarró el pelo, y me lo arrancó”, contó la mujer. El cabello se le desprendió de punta a punta, o sea desde las cejas hasta la nuca.

Todo fue tan rápido que en el momento ella no sintió el tremendo dolor. Pero después de unos minutos “me toqué la cabeza y empezó, como si me hubiesen estado cortando con miles de cuchillos a la vez”, dijo. Siempre estuvo consciente, por eso logró taparse la cabeza con la capucha del saco hasta que sus compañeros la llevaron al centro médico local, Juan XXIII.

También llegaron miembros de la policía al lugar, quienes tuvieron un rapto de lucidez casi científico y guardaron el cuero cabelludo de Noemí en una bolsa con hielo, lo cual permitió que se conservara en condiciones para ser luego reimplantado.

“De otra manera el tejido no hubiera sobrevivido”, señaló Cristian Schauvinhold, cirujano del Servicio de Cirugía Plástica Infantil y Cráneofacial del Hospital Universitario Austral (HUA) de Pilar, donde Torres finalmente fue operada.

Lo que ella tuvo, en términos médicos fue “un scalp o desollamiento completo del cuero cabelludo. Se desprendió con todos sus componentes: piel, la parte superior del músculo frontal y tejido de la frente, en una extensión que abarca desde la raíz de la nariz y parte de ambos  párpados superiores, hasta la nuca”, explicó Schauvinhold.

Finalmente, 15 horas después del accidente, los médicos del HUA recibieron a Noemí y la trasladaron directamente al quirófano, donde fue intervenida.

La recuperación de Noemí fue exitosa. Al día siguiente de la cirugía, caminaba, y, al cabo de una semana, estaba en condiciones de volver a su casa, con sus dos hijas de 11 y 13 años. Le quedan las cicatrices a la altura de las cejas y al costado de los ojos, recordatorio permanente del trauma. Se toca el pelo constantemente; tiene “miedo de que vuelva a desprenderse”.

17 de abril de 2012

 

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