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El buque navegaba con sus más de 1000 tripulantes sin percibir que desde al menos un día era seguido de cerca por uno de los ingenios armamentísticos más letales de la época, un submarino nuclear cargado con torpedos inteligentes. El HMS Conqueror se movía sigilosamente, aunque el Crucero no tenía sistemas para detectarlo.
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Juan di Mario, vecino del partido de Morón, estaba terminando el servicio militar a bordo del venerable crucero. Era asignado al área de comunicaciones como telefonista, aunque también se encargaba de las maquinas del buque. Ese domingo 2 de mayo debía tomar su puesto a las 16 para ser el nexo entre el puente de mando y los superiores. Esa tarde se demoró apenas unos minutos.
Con la orden de hundir al Belgrano, el Conqueror disparó tres antiguos torpedos. Dos impactaron de manera directa en el buque. Uno de ellos le arrancó por completo la proa. “Cuando sentí la primera explosión estaba yendo a mi posición. Era un lugar muy difícil, si bien mi compañero, al que tenía que relevar, salió bien, eran dos pisos más abajo. Los torpedos pegaron muy cerca, eran dos secciones de comunicaciones iguales y contiguas, yo iba a la de proa. De la de popa no logró salir ninguno”, explicó Di Mario a 24CON desde las oficinas del Centro de Veteranos de Morón que preside.
“Fue una experiencia muy fuerte, traumática. Aunque no queramos entenderlo, tengo síntomas que me van jorobando aunque no los quiera ver. Fue muy fuerte, sentir que el barco se levantó y cayó; la explosión fue muy fuerte. Estar dentro del barco y no saber que pasaba, ver que el barco se inclinaba, salir a cubierta ver que se estaba hundiendo. Nos ordenaron desembarcar, abandonar el Belgrano. Pasar a las balsas, dos días en balsa en los mares del sur soportando olas de más de diez metros…”, rememoró el veterano.
Imagen de archivo del Crucero General Belgrano |
El primer torpedo impactó a las 16.02. Apenas 25 minutos después, cuando la situación era insalvable, el Capitán ordenó abandonar el barco. A las 17 el Crucero General Belgrano, con sus 12 mil toneladas de desplazamiento, se hundió completamente. “Cuando no se lo vio más en la superficie se sintió una explosión. Con muchos compañeros estábamos desde mayo del 81, le habíamos tomado afecto al Crucero, al lugar que habitábamos. Habíamos navegado por el sur, por el Canal de Beagle, por Ushuaia… era muy doloroso ver que el crucero se estaba hundiendo”, remarcó.
Las balsas, a la deriva, fueron arrastradas por las corrientes y el viento más al sur aún llegando a zonas de frío polar. Algunas lograron ser amarradas entre si, otras navegaron solas. Las tormentas y las olas las sumergían transformándolas en burbujas dentro del mar, pero con sobrevivientes en su interior.
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A 30 años de la Guerra, Juan comparte sus vivencias con sus compañeros del Centro, algunos también Veteranos del Belgrano. Reconoce que al compartir las experiencias y teniendo un hilo común, trabajan como un gran grupo de autoayuda. “Sin quererlo siempre caemos en Malvinas, y lo tomamos como cosas corrientes. Se hace más llevadero, y se siente más cómodo poder compartirlo con un par”.
“Estamos entusiasmados con que el tema Malvinas esté en agenda. Argentina no está sola, es Latinoamérica contra el imperio inglés. Remueve situaciones vividas que, aún cuando pasó el tiempo, quedan como heridas. Éramos jóvenes de 18 y 19 años y quedamos marcados. Nos pudimos sobreponer, pero los recuerdos siguen estando”, finalizó el Veterano Di Mario.
En 2003 un equipo expedicionario conformado por miembros de la Armada Argentina y personal de National Geographic buscó los restos del crucero en la zona indicada como el lugar del impacto, pero a raíz del mal tiempo y de lo difícil del mar del sur, la búsqueda no dio con el Belgrano. El crucero se encuentra en algún punto del lecho marino a más de 4000 metros de profundidad. Es considerado tumba de guerra ya que lleva en el interior los cuerpos de quienes no lograron escapar o quienes murieron por las explosiones de los torpedos británicos.
2 de abril de 2012
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Él sólo frenó una avanzada británica y le permitió replegarse a 120 compañeros. “Disparé desde todos lados”, dijo a 24CON. Es el único civil de la historia con la máxima condecoración, cuando la recibió era analfabeta.
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