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"Un cantor es un soldado menos"

La entrevista que le realizó la revista Filo a Facundo Cabral tiempo atrás.
Sabado, 09 de julio de 2011 a las 10:32
Por Revista Filo
Es uno de los pocos artistas que supo mantener el vigor y la fuerza de la palabra a través de varias generaciones. Reconocido mundialmente, con 71 años de edad y 52 de artista, comparte su repertorio de anécdotas, tan vivas como él. 

No muchas veces se puede oír el dulce silbido de la experiencia. Cuando una palabra no habla sino que cultiva, nuestra injusta humanidad puede abrirse a un mundo lleno de sabiduría. Aunque dicen que la experiencia es un peine que uno tiene cuando se queda pelado, creo que el problema en esa frase es el egoísmo de no pensar en cuánto puede servir esta virtud en la otra persona: el receptor.
Y es que “es un error llamarlo concierto, es un encuentro”, dice él luego de acaparar el silencio de las personas que se acercaron al Teatro Oliden para escucharlo. “Es algo muy emocionante, vos escuchaste que fue un accidente por el que  empecé a cantar, una confusión”, reflejará más adelante.

Facundo Cabral no nació en cuna de oro. Ya por la década del ‘50, en su adolescencia, supo conocer la marginalidad y la calle, sin saber que luego de su revelación iba a llegar a estar arriba de un escenario. Solo con su guitarra y gracias al desconcierto del dueño de uno de los hoteles más importantes de Mar del Plata, que lo confundió con otra persona, tuvo la oportunidad de contar su historia. A partir de ese momento, en el que Luis Sandrini fue partícipe y lo ovacionó, este orador no se detuvo. “Cuando yo empecé a cantar, tu viejo tenía 1 año”, me dice el que supo atravesar generaciones, con 71 años de edad y 52 de artista.

“Yo conocí a un cantor solitario que andaba solo con un banjo, Pete Segger, fue el que hizo famoso en todo el mundo “Guantanamera”. Cantó eso en español, algunos versos de José Martí y fue un éxito mundial. Se conoció mucho la poesía de Marti por Pete Seeger. Muchos años después termino de tocar en San Francisco y viene el director del teatro y me dice: “hay un señor muy importante que lo quiere saludar”… y era él. Me invitó a tomar una cerveza y a conversar. Vivía en un botecito, una lancha muy pequeña, era un paradigma”.

Les parecerá extraño el comentario que precede mis palabras, pero cuando hablamos de Facundo Cabral es imposible no detenerse en las experiencias que lo fueron nutriendo y que hoy alimentan el espíritu del imaginario espectador. Durante el transcurso de la nota podemos darnos cuenta que la palabra puede llevarnos a lugares en los que nunca estuvimos, como lo hizo en su momento el Capitán Verón.

“Cuando yo era pibe, en un pueblo donde trabajaba, había un tipo que había sido Capitán de la marina  mercante y había viajado por todo el mundo. Y cada vez que llegaba era una fiesta, él nos contaba de los puertos. Después con los años yo fui conociendo esos lugares y siempre me acordaba de éste hombre. Porque tenía datos de esos lugares por él. ‘Si vas a Vigo, me decía…, si un día vas a Acapulco’. Y ahora hay mucha gente que me escucha por los viajes. Yo vendría a ser el Capitán Verón”.

— Con todo el desconcierto que hay en el mundo, usted se detiene en aquellas cosas simples que conforman la belleza de la existencia. ¿Por qué decide nadar contra la corriente? —
— Porque sino te sumas al caos… ya lo hice muchos años. Era muy famoso por trasgresor, tenía problemas con la dictadura y con cualquier tipo de institución. Pero el mundo te cambia mucho, en lugar de perder el tiempo con algo que no tiene salida porque no ir a algo que sea positivo. Un cantor es una buena noticia porque es un soldado menos, no te sumas al caos, esa gente construye. Pero en cuanto a la canción es raro, yo decía con cierto orgullo que era un cantor testimonial, después me di cuenta que era lo mismo que leer el diario con la guitarra. Tuve problemas de todo tipo, en esa época era como el demonio, nadie hablaba de esas cosas, estoy hablando de hace 40 años. La radio, los canales, te cerraban la puerta pero a mí me importaba un carajo. Por eso he sido libre, yo ando con mis discos y con mis libros”. —

Facundo no tiene nada armado porque “mañana es otro mundo”, esa es su manera de llevar la libertad. Sus prosas fluyen como el jazz, son una improvisación constante como en otros tiempos el arte del payador. Ya cuando el cuerpo va cediendo pero la mente tiene un punto de vista más claro, la retórica se vuelve esperanza. “Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba hay millones de caricias que alimentan la vida”.

— ¿Qué se siente estar enfrente de tanta gente atenta escuchando sus anécdotas y sus canciones? —
— Muy emocionante, porque lo mío es un testimonio, es lo que viví. Hay canciones, como la que canté último, que hasta hace 3 años tenía más de 700 versiones en 27 lenguas. Voy a Japón y la gente la canta con vos, voy a Turquía y lo mismo. Sola caminó, incluso hay muchísimos que la cantan y no sabe de quién es. Y tiene 40 años. Yo la toqué en una noche buena de Belén, en la última tregua de la guerra de Vietnam, en Afganistán, en Katmandú, incluso sacaron un libro con un montón de textos míos en mandarín, que en China es una lengua muy aristocrática. Hay tipos que usan frases en los discursos. Que te cite Sai Baba… increíble. Y ahora hay un montón de países que piden que el año que viene entre en la terna del Nobel de la Paz. Y vos lo escuchaste que fue un accidente por el que empecé a cantar, una confusión. —

Tanto Walt Whitman como Jorge Luis Borges lo influyeron en su perspectiva profesional, este cantautor de minorías intercede el acontecer cotidiano e impone la reflexión. “No estás deprimido, estás distraído, distraído de la vida que te puebla. Distraído de la vida que te rodea: Delfines, bosques, mares, montañas, ríos”. Festejamos que su arte nos incluya.