¿Qué esconden las catacumbas del Mercado Central?

Sirvieron de refugio para juego clandestino y prostitución con menores. Hoy juran que esos días terminaron. 24CON recorrió el túnel de los changarines.

Dentro del mundo del Mercado Central, una verdadera ciudad con reglas y códigos propios, existe un sector que durante muchos años permaneció oculto. 24CON recorrió y se metió dentro de las “Catacumbas”, los vestuarios subterráneos de los empleados que trabajan cargando y descargando la mercadería en los miles de camiones que ingresan por día.

En diciembre de 2009, una investigación especial de este medio puso de manifiesto la trama de irregularidades que sucedían puertas adentro, en donde se denunciaba que los chicos que concurrían al lugar eran víctima de la explotación sexual por parte de camioneros, changarines e incluso directivos y personal policial. Gran parte de ese horror sucedía en las “Catacumbas”.

Con el paso del tiempo el paisaje sigue siendo el mismo. Mujeres y niños de las villas cercanas que continúan “bagayenado” (rescatando verdura entre la basura para poder comer), carros que suben y bajan rampas, y olores nauseabundos de alimentos en mal estado.

Los galpones son conocidos en la jerga como “naves”, y en los extremos de varios de ellos se ubican las escaleras de ingreso a las “Catacumbas”.  Las puertas al horror. Hoy, la entrada a esos lugares está regulada por dos cooperativas que, mediante la recaudación de una suma para mantenimiento, dejan pasar a a sus usuarios.

LAS CATACUMBAS

El lugar parece encubrir un pasado nefasto. Es jueves por la mañana y la habitación está vacía. De un lado, una puerta cierra el acceso al depósito, y del otro, una fila interminable de casilleros sirve como antesala a las duchas. Todo, a lo largo de uno 20 metros, bajo tierra y lejos de la vista de cualquier persona no autorizada al paso.

“Antes era cualquier cosa, vos bajabas y había putas que laburaban acá en el Mercado, había tipos jugando a las cartas por plata y con la música a todo lo que daba”, recuerda Walter, un hombre que trabaja allí hace 24 años y que ahora se encarga de cuidar el lugar. Sin embargo, asegura que esos días terminaron y que ahora “se ve menos”. Es más, hasta se lucen azulejos nuevos y la sala, actualmente, parece ordenada.


“Es como todo, si vos venís al Mercado a trabajar encontrás laburo, pero si venís de vago, a ponerte en pedo y nada más… podés encontrar eso y lo que quieras”, sostiene el hombre.

Por eso hay presencia policial en las calles y hasta una comisaría ubicada dentro del predio. Algunas motos y pocos patrulleros son los encargados de “prevenir” el delito, tal como afirma un oficial que está de servicio. “Hay muchos pungas cuando se aglomera la gente, pero se cometen robos insignificantes”, reconoce el policía y niega el caos: “El periodismo dijo muchas cosas, pero acá nunca pasó nada de eso” (en referencia a las denuncias de prostitución).

LOS CHANGARINES
El principal turno de trabajo de los changarines es desde las 20 hasta la mañana del otro día. En esas horas se concentra el mayor movimiento de carga y descarga de los camiones. El gran caudal de gente que recorre el Central a esas horas se confunde con quienes van hasta allí a ofrecer sus servicios sexuales. En muchos casos, y hasta hace casi dos años, eran chicos menores de edad y según varias denuncias, hasta lo hacían a cambio de comida.

Los encargados de la única ONG que se encargaba de velar por los derechos de esos niños –y que denunció los abusos que sufrían- abandonó sus instalaciones en el lugar luego del “fogoneo” de esta terrible situación en la prensa.

“Hubo un acuerdo de las autoridades del Central con el Consejo Nacional de la Niñez. Hicieron un estudio y dijeron que no pasaba nada. Por eso nos fuimos, no íbamos a acordar con la política de ocultar las cosas”, dijo Ricardo Gusmerotti a 24CON, titular de la organización TRA.SOS. “El tema es laburar en serio, y ahí nadie está haciendo nada”, agregó. (Ver Verduras, sexo y drogas en el Mercado Central)

 

EL MONSTRUO DE LA VERDURA
La Corporación del Mercado Central administra el principal centro comercializador de frutas y verduras de la Argentina y es uno de los más importantes de América Latina. Fue inaugurada en 1984 y está constituída por una dirección tripartita entre autoridades de la Ciudad de Buenos Aires, Provincia y Nación. (ver La patria batatera)

Cuenta con un predio de 500 hectáreas y abastece a más de 11 millones de personas, con un caudal de 13 mil camiones por mes, provenientes de todas las provincias y del exterior. Por sus callejuelas transitan alrededor de 3 mil personas por día, y se encuentra ubicado en un lugar estratégico a un costado de la Autopista Ricchieri. Por eso tiene conexión directa con el Aeropuerto de Ezeiza, Aeroparque y el Puerto de Buenos Aires.

En su interior también se comercializa ropa, muebles, juguetes y carnes. Tiene una comisaría propia, que cambia de titular cada seis meses, y un hospital de uso interno. Existen otras actividades comerciales asociadas al objetivo principal, como transporte público, talleres de reparación de vehículos y otros.

 

12 de agosto de 2010