La caca de perros y gatos invade plazas y puede enfermar
Es por un parásito que contiene el excremento de las mascotas. Aseguran que se depositan 65 toneladas de materia fecal por día en la Ciudad.
Los excrementos de mascotas contienen un parásito, la Toxocara canis, que se transmite a las personas y puede provocar daños en la vista y problemas cutáneos y hepáticos, según publica el matutino La Nación.
Según un relevamiento de la Cátedra de Parasitología General de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el 100% de las plazas porteñas estudiadas están contaminadas con huevos de ese parásito.
La ciudad de Buenos Aires recibe por día unas 65 toneladas de materia fecal de una población estimada de poco más de 400.000 perros (sin contar los gatos, que son algo más numerosos en la ciudad), según datos del Instituto Pasteur. De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud, 1 gramo de materia fecal puede contener hasta 15.000 huevos de Toxocara.
La infección por Toxocara no es fácil de diagnosticar. "La mayor parte de las veces no tiene síntomas y sólo presenta eosinofilia (aumento de un tipo de glóbulos blancos)", destaca el doctor Jaime Altech, especialista en Parasitología y Chagas del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
Los demás signos son bastante comunes: fiebre, inflamación de ganglios o del hígado, anemia, todos síntomas también de otras enfermedades. La infección "puede afectar la vista, cuando la larva del parásito se deposita en el globo ocular, y ocasionar la pérdida de la visión", destaca el médico.
Según un trabajo presentado por Jaime Altech y colaboradores en el hospital Gutiérrez, la prevalencia de esta infección infantil en la Argentina supera el 20%, cuando en países desarrollados oscila entre el 2 y el 10 por ciento. En esto tiene que ver tanto el clima (pues las larvas se reproducen con mayor facilidad en zonas tropicales y subtropicales) como los hábitos de alimentación, acceso a agua potable e higiene.
Los huevos de Toxocara son muy resistentes a las condiciones ambientales. Tras ser eliminados por el perro o el gato, permanecen entre 10 y 14 días hasta la maduración de las larvas, que llegan a vivir más de dos años si encuentran la temperatura y la humedad adecuadas.
19 de febrero de 2010
Fuente: La Nación