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Dónde vivía el hijo del dueño de Covelia antes de la cárcel

El viernes, Pablo González Depresbiteris fue detenido luego intentar asaltar a un vecino con dos vehículos robados y enfrentar a la policía a los tiros. Tiene 18 años y vive en un lujoso country.
Lunes, 11 de enero de 2010 a las 15:36
Por Cecilia Di Lodovico

El viernes pasado, el hijo de un alto ejecutivo de Covelia fue detenido luego de intentar robar un vehículo y tirotearse con la policía en Lanús.


Las autoridades de la empresa de recolección de residuos hacen silencio, no atienden los llamados de los periodistas y no se molestan en dar explicaciones. Es claro: tampoco se sabe con exactitud quiénes son los dueños y tampoco se conocen responsables o voceros de la compañía.

 

Simplemente, ante un escándalo o denuncia, eligen el silencio. De hecho, el 27 de mayo de 2008, Página/12 reveló una información que debería haber hecho temblar el imperio de la basura, pero no lo hizo. El diario descubrió que, en una villa miseria de Lomas de Zamora, reside el “vicepresidente de Covelia SA desde 1999”. “Según los documentos de la Inspección General de Justicia (IGJ), se trata de Marcelo Adrián Arenales”, quien, debería ser uno de los empresarios más adinerados de la provincia de Buenos Aires, pero, en realidad, es tan pobre como sus vecinos de Puente La Noria. Ante, la denuncia, el silencio.

La investigación del matutino, también indica que el 29 de diciembre de 1999, Marcelo Fabián González asumió como presidente. González, según los registros, está casado con Claudia Depresbiteris, apellido al que se le atribuye la propiedad de la firma.

 

Lo cierto es que Pablo González Depresbiteris, hijo de Marcelo Fabián González y Claudia Depresbiteris, se encuentra alojado en el calabozo de la Comisaría 8ª de Lanús, junto a sus cómplices (Juan Manuel González, de 20 años, Martín Rojas, de 23 y Lucas Sayavedra, de la misma edad), acusado de robo calificado por el uso de armas en poblado y en banda, atentado y resistencia a la autoridad, lesiones, homicidio en grado de tentativa, robos reiterados y portación ilegal de armas de guerra”.


 

Ahora bien, ¿qué motivo llevó al joven a cometer estos ilícitos?  Eso es uno de los aspectos del caso que está investigando el titular de la UFI Nº 7 de Lomas de Zamora, Gerardo Loureiro, que ya tomó declaratoria a los cuatro implicados (uno de ellos internados).


Por lo pronto, trascendió que González tiene a su nombre una camioneta Dodge Ram, un cuatriciclo y una moto de agua. "Además, llevaba encima una pistola 9 milímetros Sig Sauer, nada que ver con las armas que tenían los otros tres: una 9 milímetros Astra y dos viejos revólveres calibre 38 y 22", dijeron fuentes del caso al diario Clarín.

A todo esto, el padre del joven delincuente no dijo ni “mu”. Covelia, tampoco.

Ladrón de guantes blancos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hoy, la Justicia allanó una vivienda de “San Eliseo Golf & Country Club”, donde reside Pablo González Depresbiteris. El club de campo en cuestión es uno de los más exclusivos de la zona Sur y está ubicado en el kilómetro 13, de la ruta 58, Partido de San Vicente.


Con 25 millones de dólares invertidos en 176 hectáreas,  el country posee una Cancha de golf; siete canchas de tenis de polvo de ladrillo, una de ellas, con microestadio para mil espectadores; una pileta de 900m2 con una cascada, deck y bar; una cancha de fútbol “profesional” y otra de rugby. También, cuenta con una zona de recreación y descanso con bosque y solarium y, en breve, contará con un sector hípico, con pista de práctica de equitación, entre otras comodidades.


San Eliseo cuenta con casas y chalets superan el millón de dólares y, para poder habitar en ese paraíso, el comprador debe desembolsar cerca de 1200 pesos de expensas, suma que varía según el sector elegido para vivir: “oro”, “platino” o “golf”. Ese es el costo de vivir en “un campo caracterizado por un casco histórico de 1870, construido con estilo europeo”.

 

11 de enero de 2010


 

Los intendentes tienen la basura hasta las orejas
El mapa de los residuos refleja una realidad común: presupuesto desorbitante para limpieza, presiones sindicales y un mal eterno.