El taller donde Forza, Ferrón y Bina habrían pasado sus últimas horas
Se trata de una habitación presurizada que mide 2,6 por 3 metros. Investigan el lugar y analizan si fue allí donde se perpetró el Triple Crimen. Radiografía de la casa de Cristian Lanatta.
Encontraron sangre en la casa de Lanatta
Cuando la causa, tras idas y vueltas, llegó a manos de Juan Ignacio Bidone, el triple crimen comenzó a desentrañarse puesto que la clave del misterio se encontraba en los celulares y el funcionario es un especialista en cruces telefónicos. Y, pese a que los homicidas intentaron despistar a los sabuesos encendiendo los celulares de los tres jóvenes camino a General Rodríguez, no lograron eludir a la sagacidad del equipo de Mercedes, que pudo determinar que los aparatos se apagaron, uno por uno, en una casa de Quilmes.
Los nombres de Lanatta, Schilacci, Peréz Corradi y Salerno, entre otros, se barajaron desde el principio, pero faltaban las pruebas y el laberinto había sido minado de errores por otros miembros de la Justicia. Bidone tenía en frente un caso destinado a perecer. Pero el fiscal hizo lo que tenía que hacer: investigó y lo hizo en serio.
Un testigo clave dio la punta (probablemente, dejando la vida en ese acto) y el candado de hierro que guardaba el secreto comenzó a agrietarse. Pero, al fin, el fiscal podía abrir la puerta de la casa donde habrían mantenido secuestrados a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina y, se estudia, si ese fue el lugar donde los ejecutaron.
La casa de Cristian Lanatta, ubicada en Videla 631 y construida “desde cero” en dos lotes de grandes dimensiones, es el centro de las miradas. En su interior, Cristian estableció un taller de autos. A los pesquisas les llamó la atención una sala presurizada donde el dueño de casa probaba motores de TC, un hueco en la pared y un tanque cisterna que había sido removido. Asimismo, a algunos miembros de la investigación los asombró la soberbia del taller: además de estar construido con materiales de calidad, cuenta con una cocina, un amplio galpón, un depósito y una sala de prueba de motores.
Y es en ese sector donde el fiscal posó la lupa: las paredes de sala de prueba están recubiertas de cerámico blanco, hasta el techo, y el piso, con porcelanato. El intenso blanco hace parecer a la habitación (de alrededor de 2, 6 x 3 metros) a una higiénica sala quirúrgica. La sala cuenta con un vidrio de blindex, revestido con un gel que ayuda a la acústica, y una puerta de hierro muy pesada. Una turbina gigante disipa los gases de los motores. El lugar está condicionado para que desde el exterior sea prácticamente nulo el sonido del rugir de los motores.
Pero eso no es todo, los peritos encontraron sangre y un extraño hueco en una de las paredes: cuatro cerámicos fueron picados, tal vez no signifique nada, pero hay chances de que los hayan removido para hacer desaparecer pruebas.
Entre los investigadores, pulula la mujer de Cristián Lanatta. Niega todo y asegura, sin perder la calma, que su marido está preso por “chorlito”. Desde que lo apresaron, hace tres meses, que no lo ve. Dice que Cristián se lo prohibió porque no es un lugar apropiado para ellos. También afirma que lo que más le preocupa al menor de los Lanatta es su hijo de 5 años. Siente adoración por él.
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