El Vikingo motoquero que copó el Conurbano

José Campusano estrenó su último film: Vikingo. El director que ganó el Festival Río Negro Proyecta, esta vez retrata el mundo de los fanáticos de las motos. Fiel a su estilo, Campusano cuenta sus historias con toda la autenticidad posible.

Al igual que el año pasado, cuando presentó "Vil Romance" en el Festival de Mar del Plata, su película no pasó desapercibida. Más de una veintena de fanáticos de las motos vestidos de cuero y tachas presenciaron el estreno.

"Vikingo", la segunda película de Campusano, que además trabaja como vidriero en el barrio de Berazategui ("soy tan artista como cualquiera, el tema es que necesito trabajar para vivir"), es uno de los dos filmes argentinos en competencia internacional en el Festival. Se centra en el mundo de los "motoqueros" que ya fuera retratado por el director -pero como documental- en "Legión, tribus urbanas motorizadas".

 "Queríamos contar la realidad, el desafío es no sustituir los contenidos y menos aún tergiversarlos, sino mantener un estado lo más genuino posible", afirmó Campusano, acompañado por los dos protagonistas, Rubén Beltrán (Vikingo) y Armando Galvalisi (Aguirre), en cuyas vidas se basó y que actúan en gran parte haciendo de sí mismos.
 
La historia comienza cuando el Vikingo decide recibir en su casa de las afueras de Buenos Aires a un desconocido en apuros. Se trata de Aguirre, un amante de las motos igual que él, que a pesar de que, con un trabajo que va y viene y un sobrino que consume "paco", no le sobran ni el dinero ni los problemas. En la casa del "Vikingo", se crían conejos en el patio para vender las pieles cuando no se llega a fin de mes. Tienen un armadillo por mascota y las personas se bañan con baldes a falta de agua corriente. Una realidad que, al igual que los protagonistas del filme, rodado en parte Villa Fiorito, viven millones de argentinos en ciertos sectores del conurbano de Buenos Aires y que el director intentó retratar con insistencia y sin tamices tanto en "Vil Romance" como ahora.

"Yo vivo en este ámbito. A mí me va un poco mejor porque estoy metido en el comercio, pero yo viví como un paria total, hasta no hace muchos años. Retrato este mundo porque es el que conozco. ¿Cuántos viven en la capital y cuántos en la periferia? Los privilegiados son siempre pocos", afirmó Campusano.

No hay, en las películas de Campusano, actores profesionales, decorados ni artificio alguno; en general, los protagonistas son amigos suyos, recrean en parte sus vidas y las locaciones son las casas y los barrios en que se mueven. "Hay cosas que ensayamos para facilitar las cosas y otras que ellos viven desde siempre, entonces ¿para qué las vamos a ensayar? Ya está tallado en sus almas y yo rescato ese conocimiento fabuloso, que es superior a lo que yo podría llegar a prever".

A Campusano, quien ganó el año pasado el premio "Work in progress" de Mar del Plata para terminar su película, las críticas no parecen importarle mucho. "(El director mexicano Arturo) Ripstein decía que en el cine se maneja una retórica del siglo XIX planteada por Joseph Conrad; y yo creo eso; que hay toda una dinámica pasada de moda para hacer cosas", explicó el director, que fue aplaudido en varios tramos de la conferencia de prensa por los "motoqueros" de la zona sur que asistieron al estreno. "El cine tiene posibilidades que ni siquiera avizoramos, en formato digital está todo por delante. Si el intelecto fuera la herramienta que se dice que es, el mundo no estaría como está. Hay cosas más poderosas en la tierra, la idea es que el cine no sea sólo fruto del intelecto", concluyó.