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Como diría Charly, los dinosaurios van a desaparecer... en Chaco

Lunes, 11 de noviembre de 2019 a las 12:17
Por Martín Cabrales

En un ejercicio de audacia periodística, vamos a unir una frase shakespeareana a un clásico relato bíblico para intentar explicar lo casi inexplicable para el micromundo politico. Que un flamante gobernador "peso pesado" (un dinosaurio que fue jefe de Gabinete de Duhalde y de Cristina y que se animó a romper un diario Clarín en una conferencia de prensa, entre otras cosas) haya perdido estrepitosamente en la ciudad donde hoy él aún gobierna (Resistencia) y en la segunda ciudad de la provincia (Roque Saenz Peña) donde su hermano recibió una paliza de votos. 

El "Dino" es Jorge "El Coqui" Capitanich. La frase es "algo huele a podrido en Dinamarca". Y la cita bíblica es la del pequeño pero astuto y valiente David versus el torpe y gigante Goliat, que fue fulminado por un piedrazo certero.

El domingo 10 a las 21, el micromundo de la política porteña solo tenía ojos para seguir el minuto a minuto del golpe cívico-militar que expulsó del poder a Evo Morales. Alberto Fernandez y Mauricio Macri ensayaban otra comedia de enredos sobre qué decir y hacer con Bolivia. Y muy pocos prestaron atención a la catástrofe electoral y política de Capitanich. 

Para ponerlo en clave nacional, lo que pasó en Chaco es como si un hipotético "pollo político" de Kicillof hubiera salido tercero en La Matanza, y un hermano de Kicillof hubiera perdido por más de 20 puntos en Mar del Plata. Y semejante desastre le sucedió a Capitanich a apenas veinte días de haberse convertido en gobernador de su provincia por tercera vez. Todo un Guinnes. Pero como en toda historia de pago chico (después de todo la de la corte danesa que tanto inspiró a Shakespeare, también lo era a su modo) la de Capitanich tiene su explicación en pequeñas historias. 

Veinte años atrás, cuando el menemismo languidecía y la Alianza despuntaba como una nueva "esperanza blanca", dos políticos chaqueños conformaban una cooperativa fructífera, sin papeles y a mitad de camino entre una SRL y una Sociedad Anónima .

 De hecho y con lealtades y traiciones políticas a destajo. Fruto de ese acuerdo supra entre Rozas y Capitanich (inspirado en el modelo de los "padres fundadores" de la rosca argenta, José Luis Manzano y Ernesto "Coti" Nosiglia) Chaco se transformó en un feudo dual con dos grandes señores, Rozas y Capitanich.  Territorio, Chaco, que manejan desde hace 25 años.

Según soplarán los vientos, uno y otro detentaban la hegemonía. Cuando el kirchnerismo tenía viento de cola, Capitanich pudo darse el lujo de ser primus interpare con Duhalde y Cristina o gobernador indiscutido. Rozas, más radical en sus formas y estilos fue también dos veces gobernador, para después tejer su malla de poder en las bambalinas del Senado de la Nación y el poderosísimo Consejo de la Magistratura, donde se decide vida, obra y muertes de la Justicia argentina.

Estos dos dinosaurios políticos del Chaco diseñaron un sistema. Pero como todos los sistemas, el mismo resultó imperfecto y con pequeños "Frankestein" que se escaparon de control. 

Rozas creyó manejar a su creación electoral en Resistencia, Aida Ayala, pero a poco de andar se dio cuenta que su criatura quería levantar vuelo propio. Aida Ayala, a golpes de botox y votos, construyó un populismo cheto que representó como ninguno a los circuitos del centro de Resistencia, furibundos antikirchneristas. 

Y cuando Aida alcanzó ese clímax que podía catapultarla al premio mayor, la mano implacable de la Justicia Federal (donde Rozas opera como pocos en la Argentina) comenzó a hurgar en sus licitaciones más escandalosas. Contratos de la recolección de residuos por 500 millones de dólares con su yerno mandamas del sindicato de municipales de Resistencia, acumulación de licitaciónes ganadas por Pedro Martinez (una especie de Lázaro Baez chaqueño) y otras "desprolijidades" por el estilo, le sirvieron a Rozas (y Capitanich) para dejar fuera de juego al peligro Aida. 

A "Coqui", en el peronismo, no le fue tan diferente que a Rozas. El también prohijó una herencia que no supo/pudo controlar. Domingo Peppo nunca tuvo vocación de marioneta que fuera movido por los hilos de su titiritero. En el descalabro kirchnerista de 2015 a 2017, Peppo sobrevivió (y con el provincia) tejiendo una relación vinculante con el ministro más político de Macri, Rogelio Frigerio. Y mal no le fue. Ordenó las cuentas y no tuvo caos. Pero claro está, se ganó la inquina del rencoroso Coqui, que hubiera deseado que Peppo hubiera sido un opositor acerrimo de Cambiemos y no un gobernador que siempre privilegio la gobernabilidad del país y su provincia.

Capitanich hizo lo indecible ante Cristina Kirchner para que ésta convenciera a Alberto Fernández de que Domingo Peppo debía ser desactivado. Como no pudo sacarlo del juego con "causas", apeló a la rosca política. Alberto, que conoce al detalle la película chaqueña, se ocupó de negociar con Peppo una salida honorable y políticamente correcta. Peppo se corrió, sólo un poquito como se pudo ver anoche, para que Capitanich pudiera ganar el 27 de octubre su tercer mandato.

Pero no siempre la venganza se cocina fría. En caliente, dos domingos después, una confluencia de heridos (una especie de Camberra, el barco hospital que traslado los heridos de Malvinas tras la guerra) le pasó una factura con IVA del 21% a los dinosaurios Capitanich-Rozas.

Y así emergió la figura de un peronista clásico. Gustavo Martinez, moderado, territorial y sin muertos en el closet, le dio un golpe de nocaut a la vieja guardia. 

Ese cuarenta y pico por ciento de votos que cosechó anoche en Resistencia es muy simbólico. En ese paquete bomba cargado de votos, están el resentimiento de Aida Ayala contra Zdero su ex jefe de gabinete que la traicionó negándola y por sobre todo contra Angel Rozas, al que ella juzga como el arquitecto de su ocaso. Y la sonrisa cómplice de Peppo, que siempre creyó que el peronismo chaqueño trasciende la figura de Capitanich. Por eso "algo huele a podrido en Dinamarca" (léase Chaco), y como en Hamlet, la tragedia seguirá reinterpretándose.