Ir a la cama con quien uno no está comprometido, antes, era una falta de respeto; hoy una mala costumbre llamada infidelidad, aunque no faltan los que lo adoptan como un estilo de vida altamente saludable. "Ahorramos problemas por 'metidas de cuernos' argumentan ellos", dicen los aferrados a esta moderna modernez. El "no tenemos química (en la cama)", no va más.
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Terminar un coito y, abrazados, mirarse a los ojos para decirle "Te quiero" pasó de moda. En tiempos de touch & go sin que termine de importar quién es realmente la pareja de turno, las parejas que se "completan" con un tercero parecieran ser el futuro del amor.
Él le cocina, ella lo despierta en la cama con el desayuno listo. Vuelve del trabajo y le trae una flor para darle cuando su mujer le entregue el regalo que le compró en el shopping mientras actualizaba su vestidor. Pasean por la calle tomados de la mano. Escriben sus nombres en la corteza del árbol de la plaza. Se quieren, no se acuestan.
Tantos días de comunión hicieron que se perdiera el deseo. Salir de la ducha y dejar el toallón en el baño está permitido una vez cada tanto. Dormir como Dios nos trajo al mundo hace que, más tarde o más temprano, el deseo termine por volverse nulo. En esos momentos, la mayoría de las parejas opta por intentar una vez más y, si no logra torcer la relación, desiste de ella. Sin importar el corazón.
Para aquellos, esta se presenta como una solución viable. Buscar un tercero –bien podría ser una tercera-, que encienda el llama de la pasión y se limite a ella. Sin atravesar el muro del deseo. En cierta forma complementarse con la "pareja real", para que una falencia no tire por la borda ese mundo de rosas que consiguieron con el paso del tiempo.
Recomendación útil: Tratar con el psicólogo el tema celos, de ante mano.