|
La transformación de la avenida Santa Rosa, que divide Ituzaingó y Castelar, comenzó hace cuatro años, cuando se instaló el primer local de la zona, Me Vengo, que si bien fue habilitado como bar, en la práctica funciona como boliche.
Lo mismo sucede con varios de los más de diez bares y pubs que poco tiempo después abrieron sus puertas sobre ambas veredas de la avenida, entre Arias y Sarmiento, y convirtieron a la zona en un verdadero centro de diversión nocturna.
|
Tanto los viernes como los sábados a la noche se calcula que en ese radio de apenas seis cuadras se concentran entre 4 mil y 5 mil chicos de entre 15 y 22 años.
Demasiado para quienes en su momento eligieron el barrio por su tranquilidad. Basta hacer una recorrida por la zona un sábado a la noche para comprobarlo. Aunque es cierto que tanto la municipalidad de Morón como la de Ituzaingó hacen controles, no siempre logran impedir que bares y boliches propaguen su música a todo volumen.
Pero no son los únicos. También están los miles de jóvenes que van y vienen en auto por Santa Rosa mientras parecen competir por ver quien tiene el motor y los parlantes que suenan más fuerte.
Otro clásico de todos los fines de semana son las peleas, sobre todo a eso de las seis de la mañana, cuando los chicos salen de los boliches con los efectos del alcohol a flor de piel. En diciembre pasado un joven de 22 años, que trabajaba como policía, fue asesinado a golpes en medio de una pelea en la esquina de Santa Rosa y Venancio Flores.
A raíz de este caso, los vecinos se movilizaron para reclamar que los boliches fueran trasladados a otra zona, pero hasta ahora no tuvieron ninguna respuesta. O al menos ninguna que los satisfaga.
“Ya no se aguanta más esto. Yo hace treinta y siete años que vivo en el barrio y no sé qué hacer. Porque el problema no es sólo la música que no te deja dormir. ¿Sabés lo qué es salir a la mañana siguiente y encontrar que tenés todos los árboles orinados y vomitados?¿ O que te arrancaron el canasto de la basura? Esto pasa todos los fines se semana”, asegura Tani, que vive a metros de la esquina de Santa Rosa y Chilavert, del lado de Ituzaingó.
En la vereda de enfrente, en Castelar, el panorama es exactamente el mismo. Hilda, que vive en la esquina de Giménez y Santa Rosa, cuenta que es una de las tantas vecinas que sufre el “síndrome del fin de semana”.
“Mis compañeras de trabajo no me creen y hasta se ríen de mí. Pero mientras ellas están deseando que llegue el viernes, para mí es el peor día de la semana. Yo no veo la hora de que llegue el lunes”, asegura, sin ninguna intención humorística. Es que Hilda dice que ya perdió el humor. Lo que le ganó fue la angustia.