Sus comienzos como trabajadora sexual fueron en departamentos privados cuando tenía 19 años –acaba de cumplir 26-. Primero estuvo en uno ubicado en pleno microcentro porteño y algunos años después se mudó a otro de Juan B. Justo y Paraguay, en Palermo.
“La verdad que las cosas que vi en esos años no me las voy a olvidar jamás. Todavía no puedo creer la cantidad de empresarios y abogados que para fuera dan una imagen de repacatos y cuando se sacan el traje tienen puesta una tanga debajo”, recuerda Sabri.
Después de esos años de privado, Sabri decidió “hacer la calle”, bastante más riesgosa, pero con la ventaja de no tener que compartir más sus ganancias con ningún patrón.
Su primera “parada” fue en la esquina de Irigoyen y Juan B. Justo, en Villa Luro, donde duró poco porque sus competidoras la echaron, celosas de que fuera la preferida de los clientes. Entonces se mudó a cinco cuadras, sobre la calle Rafaela. Pero tampoco ahí tuvo suerte. A los pocos días, en plena madrugada, apareció su ex pareja y la atacó a puñaladas. “Quería que volviera con él. Me defendí como pude y por suerte sólo me hirió en una pierna”, recuerda Sabri.
Durante el verano se tomó un descanso, y ahora, acompañada por otra travesti que ya trabajaba en la zona, llegó al cementerio de Morón.
“Por el momento está todo bien –cuenta-, aunque tengo claro que a lo sumo quiero seguir en esto unos años y retirarme”. Su sueño no es ser vedette ni bailar en Showmach como Jésica Cirio. Es mucho más modesto: estudiar peluquería o ser organizadora de eventos.