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Los hijos del hambre y del espanto

Jueves, 03 de septiembre de 2015 a las 12:14
Por Maximiliano Borches


Por Maximiliano Borches

En varios medios de prensa del planeta, la foto de Aylan Kurdi, un nene sirio de tres años, cuyo cadáver apareció en la turística playa turca de Ali Hoca Burnu, lamiéndole la cara las mismas olas del mar que lo mataron, recuerda a otras fotos no menos brutales como la de aquel “niño gris”, un bebe palestino asesinado por las demenciales bombas israelíes que destruyeron la Franja de Gaza en 2006, o aquellas otra tomada en el Gueto de Varsovia, donde un chico judío, de cinco o seis años, es arreado a punta de ametralladora por un soldado nazi, rumbo a un tren que los depositará en las cámaras de gas de Auschwitz o algún otro campo de exterminio del nazismo, son las imágenes que de por vida nos asedian a quienes creemos que se impone cada vez con más urgencia un cambio de correlación de fuerzas a escala planetaria, donde el normal desarrollo de las fuerzas productivas humanas sea el epicentro mismo de todas las energías transformadoras y donde los niños sean los únicos privilegiados.

El drama humanitario que por estos meses sacude a decenas de miles de sirios, turcos, iraquíes, kurdos, norafricanos e hijos de otras etnias, es la consecuencia material de las políticas asesinas impuestas por Estados Unidos y sus aliados europeos en aquellos países que explotan a través de la apropiación y regulación en la producción de sus riquezas naturales, o que pretenden explotar, como hasta ahora lo hacen fallidamente con Siria e Irán, a través de bandas armadas, que luego les sirve como excusas para combatir y quedar como los “libertadores” del mundo; conflictos éstos, como en el caso del autodenominado “Estado Islámico” o ISIS, que a su vez también les son funcionales como escenarios para probar nuevas armas, convirtiendo a esos campos de combate que se encuentran a miles de kilómetros de distancias de sus países, en una verdadero “Showroom” para la posterior venta de armas al mundo. El caso del autodenominado Estado Islámico, o ISIS, que es otro verdadero engendro surgido tras el golpe de Estado que éstas mismas potencias occidentales pergeñaron contra el primer presidente elegido democráticamente en Egipto, Mohamed Morsi, durante el mes de julio del 2013, y que resultó ser el verdadero rostro de aquella mentira definida en su momento, como “Primavera Árabe”, surgida en 2010 al calor de una serie de protestas que ocasionaron la renuncia del presidente Zine El Abidin Ben Ali, el 17 de enero del 2011, tras casi 24 años en el poder, recuerda a películas como “Queimada”, protagonizada por Marlon Brando y dirigida por el genial Gilo Pontecorvo, en el año 1969.

En este escenario, donde tanto el extenso territorio que pertenece al mundo árabe como las cristalinas aguas del mar Mediterráneo, fueron convertidos por los intereses occidentales y el de sus cipayos aliados locales en gigantes cementerios; testigos finales de la desesperación y horror que producen la guerra y el hambre, y que a diario –como en un diabólico ritual- se cobran decenas de vidas humanas que escapan al continente europeo con la esperanza momentánea de que sus propios verdugos les ofrezcan un mejor vivir, hasta poder volver a sus hogares, finalmente se vio conmovido por la foto del espanto.