El mismísimo Shemp Howard es el encargado de recibir a los visitantes de “El Chifladoseo”, el primer y único museo dedicado a Los Tres Chiflados en toda Iberoamérica, que hace pocos días abrió sus puertas en Adrogué. Pero este particular anfitrión no es producto de la magia negra ni de ningún hechizo que lo haya devuelto a la vida: se trata de una réplica de poco más de un metro y medio de alto – aunque parezca mentira, esa era la altura real del actor – que fue encargada especialmente por Diego Puglisi, el artífice de este lugar donde el trío más famoso tiene su merecido homenaje.
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La estatua de Shemp es la única pieza contemporánea de las más de 1.600 que hay en exhibición. Todas las demás están cargadas de nostalgia y tienen tras de sí una interesante historia, que el creador del museo se ofrece a contar, oficiando de guía a quienes lleguen al lugar.
Puglisi es caricaturista y vicepresidente del club de fans “La Logia Ilógica”, que rinde tributo a los Chiflados. Su fanatismo empezó en la adolescencia, gracias a una corbata original con la imagen del grupo cómico. “La vi en un negocio que vendía corbatas importadas y la compré. Hoy todavía la uso si tengo que ir a alguna fiesta”, admite, orgulloso.
Hace 16 años empezó su colección, aunque nunca tuvo que viajar a otras partes del mundo para hacerse con los objetos que la componen. “Los conseguí recorriendo ferias y mercados de pulgas, o tratando con otros coleccionistas locales y del exterior por medio de subastas en Internet”, explica el fanático, que trabajó tres años y medio para que su museo pudiera ver la luz.
Entre las preciadas piezas de “El Chifladoseo” hay artículos de diarios y revistas – que van desde reportajes a los integrantes del trío hasta notas de obituario – comics que se editaron desde 1950 y libros con sus biografías. Mención aparte merecen los juguetes, marionetas y todo tipo de merchandising y memorabilia americanos con la cara de los personajes.
Incluso hasta se pueden ver los discos que los Chiflados editaron a lo largo de su carrera. “Aunque parezca mentira, ellos también cantaron. Grababan temas populares como el Jingle Bells, para Navidad, y el Feliz Cumpleaños”, devela Puglisi.
Puglisi también homenajea a Los Tres Chiflados con sus caricaturas |
En las paredes, el lugar destacado lo tienen los afiches de promoción que Columbia armaba para promocionar los cortometrajes del grupo y las “lobby cards”, tarjetas que ponían en los pasillos de los cines cuando proyectaban las películas.
Algunas firmas de los actores también engalanan el museo, plasmadas en autógrafos originales y cheques cancelados. “El de Shemp lo conseguí a través de sus dos nietas, con las que mantengo contacto a través de la Web. A veces hacen aportes en los foros de los fans, y ponen a la venta material de su abuelo que tenían guardado”, cuenta el coleccionista.
Y continúa: “Uno de los artículos que más me gusta es una carta escrita de puño y letra por Moe Howard para una de sus admiradoras, en 1967. Eran de buscarse su tiempo para contestar por sí mismos todas las cartas que les escribían, porque sentían que eran los fans quienes los habían puesto en ese lugar de fama y éxito”.
Ubicado en la calle 30 de Septiembre – ex Segurola – al 1152, el museo de Adrogué sólo es comparable con uno que existe en Filadelfia, Estados Unidos, desde 2004: “The Stoogeum”, que conserva las chaquetas originales que Los Tres Chiflados usaban en sus presentaciones en vivo de la década del ’60.
Desde ahora, “El Chifladoseo” estará abierto al público sólo un domingo al mes, a confirmar visitando la página Web www.chifladoseo.com.ar. La entrada es gratuita, aunque se pide una contribución de 5 pesos para destinar a obras benéficas de la zona. “Tengo la idea de irlo agrandarlo y hacer una sala de proyección especial. Pero hay que ir de a poco. Mis amigos me dicen que yo también estoy chiflado”, confiesa Puglisi, medio en broma y medio en serio.
¿Por qué cree que todavía repiten “Los Tres Chiflados” por televisión?
La serie que todos conocemos empezó en 1934 y duró hasta 1957, cuando no se les renovó el contrato. Así que fueron 24 años ininterrumpidos de carrera, y fue el grupo de comediantes que más filmó: hicieron 190 cortos, de aproximadamente 18 minutos. Lo siguen pasando porque es un humor que rompió las barreras del tiempo, nunca va a pasar de moda. Los Tres Chiflados llevaron a la máxima expresión la comedia física o “slap-n-stick” (comedia del golpe y porrazo). Eso fue revolucionario y adelantado a su época.
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¿Ellos fueron los que inventaron el “gag” del tortazo?
No, no fueron los primeros. El primer pastelazo de crema en la historia del cine se dio en 1914. Una comediante que se llamaba Mabel Norman se lo tiró a “Fatty” Arbuckle, otro comediante gordo del cine mudo. Después se recreó en muchos cortos de los Cakestone Cops, esos policías que iban en sus coches y hacían humor físico, y en los de El Gordo y el Flaco.
¿Cuál fue el mejor período del grupo?
Para mí, la época de oro fue la de Curly, la de los primeros cortos. Ellos ya venían actuando con Shemp en el vodevil de los años ’20, junto al mentor y creador del grupo, Ted Heally, que hacía el papel “serio”. Después, en el ’31, Shemp se fue e ingresó Curly, que era hermano de él y de Moe, y al tiempo se separaron de Heally. Pero Curly sufrió un derrame cerebral que lo dejó incapacitado, y la única opción que encontraron para que el grupo pudiera seguir adelante fue reincorporar a Shemp, que ya conocía todas las rutinas. Pocos saben que Curly hizo una participación especial como pasajero de tren en uno de los episodios de esa época. El último “tercer chiflado” de los cortos de Columbia fue Joe Besser, cuando Shemp murió en el ’55.
¿Por qué los personajes eran buscavidas y siempre tenían un trabajo distinto?
Más que nada, intentaban reflejar la gran depresión de la década del ’30 en los Estados Unidos, cuando nadie tenía trabajo y todos debían buscar un modo de vida como sea.
¿Qué tipo de público captaba el humor de Los Tres Chiflados?
Al principio, como los cortos se veían antes de las películas en el cine, el público era adulto. Pero en la última época, cuando hacían presentaciones en vivo con “Curly Joe” DeRita, que reemplazó a Joe Besser, empezaron a resurgir sus cortos en la televisión, y se dirigieron a un público más infantil. Incluso tuvieron que eliminar el piquete de ojos de sus actos, por las quejas de muchas madres a las emisoras de TV. De todas formas, ellos siempre aclaraban a los chicos que no intentaran hacer esos gags en sus casas.
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¿Cómo eran los actores fuera de sus personajes?
Moe era el más empresarial, el que se ocupaba de los contratos y velaba por todos. Su profesionalismo era tan grande que se sabía la letra de todos sus compañeros, pero le costaba expresar sus emociones y era más bien reservado. En cambio, Larry era muy extrovertido, el “amigo de todos”. Llegaba tarde a las grabaciones y lo único que quería era terminar e irse a jugar a las carreras. Y Curly era más tímido, especialmente con las mujeres. Para darse ánimo tomaba mucho, y eso le deterioró su salud. Pero vivía a lo grande: se compara coches y tenía una colección de perros. Se dice que gastaba el cheque semanal mucho antes de que se lo dieran.
¿Qué comediantes de ahora siguen la línea del trío a su criterio?
De acá me gusta mucho lo que hacía Alfredo Casero en “Cha Cha Cha” o “De la cabeza”, que recreaba un poco ese absurdo del mundo de Los Tres Chiflados, sin desarrollar demasiado la comedia física. O también Diego Capusotto en “Todo por 2 pesos” y “Peter Capusotto y sus videos”. De afuera, veo mucha influencia de los Chiflados en el humor de Steve Martin, John Candy y John Belushi, o en los comediantes de Saturday Night Live.
¿Qué opina del proyecto que hay en Hollywood para hacer una película de Los Tres Chiflados con nuevos actores?
Son rumores, trucos publicitarios, porque la producción viene demorada hace muchísimos años. No me parece que sea un buen proyecto volver a hacer los mismos gags, no creo que tenga demasiado sentido. Estoy más del lado de que se haga una película biográfica, como fue la de Chaplin. De la otra forma, siempre va a existir la eterna comparación de lo nuevo con lo viejo.