Si la literatura y el cine hollywoodense nos enseñaron que los vampiros “vegetarianos” – esos que no muerden humanos – pueden sobrevivir cazando animales salvajes o saqueando bancos de sangre, en Argentina el sustituto natural para satisfacer su apetito sería más que evidente: las morcillas. Ese es, justamente, el alimento básico de los protagonistas de la novela gráfica “La Calambre”, dos “crotos” amantes de la hemoglobina que subsisten como pueden en el Conurbano profundo, luego de la crisis de 2001.
El autor de este interesante delirio de 72 páginas es el historietista Ángel Mosquito, reconocido sobre todo por la publicación de sus tiras “Conurbania” en Tiempo Argentino, “Qué capo que debo ser” en el virtual Diario Registrado y “El granjero de Jesú” en publicaciones zonales del Oeste. Su último trabajo fue lanzado en mayo de 2013 por la prestigiosa editorial española La Cúpula, que a fin de año lo trajo a nuestro país.
“Se hicieron dos ediciones: la primera se publicó en Barcelona, donde tradujeron los textos al argot local, y la segunda la trajeron acá en el lenguaje original. La traducción para España la hizo un argentino que vive allá hace tiempo y está muy familiarizado con ambas lenguas, así que mantuvo el espíritu de la obra. Fue un lindo gesto de parte de la editorial”, comentó el artista en charla con 24CON.
Criado en Morón, Mosquito vive desde hace años en San Miguel, donde ambientó la historia de Larry y Mogul, dos vampiros autóctonos que quieren “reinsertarse en la sociedad dignamente y ganar plata sin matar gente”. Así, pasan sus días como cartoneros, haciendo changas y algún que otro chanchullo, mientras renuncian a morder yugulares y sólo comen el embutido sangriento por excelencia, las morcillas, para evitar “la calambre” en el estómago, es decir, el tan temido hambre.
El giro en la trama se da cuando estos buscavidas de colmillos afilados se roban un auto con equipo de GNC y descubren que adentro había una beba, por la que piden rescate. Ahí comienzan a ser perseguidos por unos inescrupulosos policías.
Ángel Mosquito, el autor de "La Calambre". |
Para escribir este thriller, en 2004, el historietista se inspiró en un par de experiencias personales. “La historia trascurre a principios de 2003, cuando todavía en el país había un clima de no haber salido de la crisis, y los robos a autos con GNC estaban de moda. A mí me robaron un Regatta y lo encontré después sin el tanque. Ese fue el disparador para mí, junto con algo que me contó una amiga que es maestra: una nena le decía en el colegio que en su barrio salían a la noche los ‘hombres lobo’ con los ojos rojos, que en realidad eran pibes dados vuelta por la droga. Yo mezclé estas dos situaciones y las ligué a la cuestión fantástica”, explicó Mosquito.
Sin embargo, a su criterio, el subtexto social de la obra surgió de manera accidental. “No pensé el argumento desde la cuestión social, ni para dejar una moraleja. Pero evidentemente se coló algo que me estaba pasando en ese momento, con los problemas laborales y sociales que sufríamos todos. A veces los mensajes se dan mejor cuando no se quiere darlos. Pero lo del ‘retrato de época’ no fue mi idea”, aseguró.
Lo mismo sucedió cuando plasmó en sus páginas al grupo de elite policial que controla a los vampiros. Irónicamente, estos son los verdaderos “chupasangre” de la novela. “A los protagonistas no los tienen fichados, hasta que cometen el robo y los tratan de agarrar. Se aprovechan de la situación y son bastante corruptos”, describe sobre estos personajes, y aclara que, cualquier similitud con la Bonaerense, también es mera coincidencia.
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“Hoy no sé si la policía es tan corrupta, pero yo tengo 37 años y mi adolescencia fue en los ’90. Me crié con los casos de gatillo fácil y con la idea de que la policía no estaba para protegernos. Yo tenía miedo”, destacó.
Además, el escenario conurbánico, que Mosquito recorrió desde chico, le facilitó el relato. “San Miguel no es un lugar que me fascine, y no lo utilizo en mis trabajos para decir ‘el Conurbano es lo más’. Simplemente es el barrio que conozco. Entonces, es divertido situar acá la historia e imaginar qué haría la gente en determinadas situaciones en esta zona”, señaló.
Aunque sus vampiros pobres chocan con la visión cool y glamorosa que hoy está de moda sobre estos personajes fantásticos – gracias a la popularidad de la saga Crepúsculo y series como True Blood –, el artista defiende su versión libre del género porque “al ser muy amplio, da para estirarlo desde lo más refinado a lo más grotesco. Me gusta tomar un género definido y reversionarlo de alguna manera, llevándolo a lugares poco comunes”.
Así que abramos la mente, dejémosle los castillos europeos y los trajes de diseñador a Drácula... y que marche una bandeja con morcipanes para el clan Cullen.
9 de enero de 2014
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