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Un edificio amenaza con sepultar la casa vecina

Grietas, temblores y muros podridos destrozaron la vivienda de una vecina de Ramos Mejía.
Miércoles, 13 de enero de 2010 a las 17:27

El "monstruo" que pone en peligro su vida, también amenaza su casa.

 

“Un infierno”. Con esas dos palabras, Silvina Estelrrich, resume los últimos tres años de su vida en Ramos Mejía. Resulta que la puerta a las tinieblas está ubicada en su propio hogar: “Cuando socavaron el suelo para construir el edificio, mirabas por la ventana y tenías un precipicio pegado a mi medianera. Cuando cavaban, temblaba todo y parecía como si hubieran estado haciendo túneles debajo de mi casa. Se escuchaban hincazos terribles contra el suelo que hacían temblar mi casa. Literalmente, parecía que se iba a derrumbar. Preocupada, le pregunté al arquitecto qué estaba pasando y me respondió que con la muralla de cemento que estaban construyendo en el suelo, mi casa iba a estar más segura que nunca. Yo le creí”.
Sucede que la vivienda de Silvina está ubicada en Vicente López 254, lindera a una polémica obra en construcción. Se trata del “monstruoso” edificio de 20 pisos que levanta la empresa EMIGEN SA en un barrio residencial de Ramos Mejía. Las quejas de los vecinos que allí se originaron desembocaron en una cruzada en contra de los edificios-torre truchos (es decir, que no respetan leyes, ni códigos, ni ordenanzas).

Pero, pese a las pruebas presentadas a la Justicia y al municipio (paralización judicial y ordenanzas municipales mediante), las obras siguieron adelante.

“Meses más tarde, la casa se llenó de rajaduras, el arquitecto (Gerardo Di Carlo) dijo que el motivo era la antigüedad de mi casa. También le creí. Pasó el tiempo y mi casa empezó a partirse en pedazos: muros de 30 metros perimetrales partidos, rajaduras pasantes en las paredes y el piso, ventanas y puertas desprendidas, un metro de largo de la loza del techo partida y entra agua por todos lados y no hay como pararla. También continúan los cimbronazos, vibraciones y golpes fuertes, las rajaduras se agrandan, las paredes se están desprendiendo y se caen a pedazos. Parece como si la casa se hubiera descuadrado y se estuviera cayendo”.

“El primer piso es el más afectado: directamente, se vino abajo el cielo raso y tiene peligro de derrumbe. Además, se rompieron caños de agua y de gas, por lo que me quedé sin agua fría en el primer piso y sin gas en toda la casa. La rotura de caños, provocó que se pudiera toda una pared lindera al edificio y, si no cortaban el gas, me dijeron que podía explotar la casa. Vivimos en una nube de gas durante un largo tiempo”. 

Pero esto no es todo: “Están en peligro nuestras vidas porque de una altura de 40 metros caen cascotes y palos. Uno de estos fragmentos que caen hizo estallar el parabrisas del auto que estaba estacionado en el patio. De hecho, no podemos salir al patio porque hay una lluvia permanente de arena y cemento. Incluso, una vez “llovieron” clavos. Todavía están en la terraza”.

Como si esto no fuera suficiente, el ruido de la obra es ensordecedor: “No podemos hablar y suenan explosiones cada vez que cae algo. Vivir acá es un infierno, desde las 7 de la mañana hasta que se hace de noche, los ruidos son insoportables. También, me instalaron un malacate en la medianera que hace temblar todo y emite un ruido infernal que retumba en todas las habitaciones”.

“Le creí al arquitecto por ignorancia, él me aseguró que estaba pasando todo porque la casa era vieja, pero tiene 40 años y, antes del edificio, la estructura estaba completamente sana. En tres años, parece que le pasaron 100 por encima y tengo miedo de que un cascote caiga en el techo y se venga abajo”.

Por último, destacó: “Que te pase algo así te arruina la vida, psicológicamente también porque no podés descansar. Estoy viendo cómo tiran abajo la propiedad donde nací y no puedo hacer nada porque acá es un vale todo total. Me siento totalmente indefensa, no nos han protegido, no hay control de las obras y la casa se sigue rompiendo día tras día. Han arruinado nuestra calidad de vida y mancillado nuestros derechos, pero nadie nos escucha. Como ciudadana, es indignante, te dan ganas de irte corriendo de este país”.

Denuncias municipales y judiciales

Estelrrich manifestó que “en octubre de 2009, luego de insistirle varias veces, Di Carlo se presentó por primera vez en mi casa, para arreglar algo. Lo hizo en tono de “gran favor” y lo único que hizo fue picar las paredes podridas, pero ahí me di cuenta de la magnitud del daño de los muros. En ese momento, percibí que este hombre me estaba mintiendo por lo que decidí hablar con mis vecinos y me di cuenta que a ellos les estaba pasando lo mismo”. 

“Entonces, solicité peritajes y denuncié lo que estaba pasando en la UFI Nº4 porque estaba en peligro nuestras vidas. También, después de mucho hinchar, logré que Edith Viani, Directora de Obras Particulares de La Matanza me atienda el viernes pasado. Envió un inspector que constató que la casa debía apuntalarse, pero como no cuento con los medios necesarios, dijeron que en 48 horas iban a enviar a Defensa Civil. Las 48 pasaron, pero no vino nadie. Además, Viani dijo que iban a intimar a la empresa a colocar una malla protectora para que no caigan objetos a mi casa, pero tampoco cumplieron. Se ve que me tomaron el pelo porque me mintieron y me tomaron por tonta”.

“Por lo que veo, las denuncias se archivan. No tengo buenas perspectivas, pero voy a seguir luchando para que me escuche. Hasta ahora, tuvieron la suerte de que las cosas que caen no mataron a nadie y, nosotros, que no se nos cayó un cascote de lleno en la cabeza”, concluyó.

Inseguridad y hostigamiento

“A la noche, la obra queda abandonada y no está iluminada, es una cueva de lobos. Y, como elevaron el nivel del suelo, mi medianera pasó de tener 3,50 m a 1,80m por lo que es muy fácil entrar por la obra, situación que se dio en dos oportunidades. Yo vi como se paseaban por la casa, revisando todo. La obra hace que mi casa esté vulnerable a todo aquel que quiera pasar. Por eso, también vivimos con miedo, pasamos las fiestas acá porque nos da terror dejar la casa sola”.

Asimismo, Silvina manifestó que “además de las injusticias y la impunidad, tenemos que aguantar el hostigamiento: nos vigilan y nos sacan fotos”. Ella y otros perjudicados señalan al arquitecto Gerardo De Carlo en complicidad con sus obreros. "Les dicen que por nuestra culpa se van a quedar sin trabajo y nos miran con odio", dijo una de las damnificadas a 24CON.

 

No es la única. Mediante un comunicado, Miguel Presa, el referente de los vecinos que pelean contra la construcción de torres ilegales de Ramos Mejía, denunció públicamente que lo “molestan y atacan” su vehículo “reiteradamente”.

“Me escribieron sobre el muro de mi pared “dejate de joder”, e insultos, me arrancaron las notas que pegue en el frente de mi casa con dos de los cuatro decretos que firmó el intendente ordenando la demolición de Saavedra 253 (arquitecto Antonio Blasi) y Corrientes 90 (M.M.O. Carlos Casemajor)”, detalló Presa.

 

Además, el referente de la pelea en contra de los edificios-torre en Ramos Mejía indicó que “dejaron bolsas de basura sobre mi vereda con escombros y hierros sobre la calle pegados sobre el cordón. Al día siguiente me dejaron sobre la vereda directamente una montaña de escombros”. Y, entre otras cosas, “el martes pasado, cuando llego a mi domicilio había vidrios rotos en la entrada de mi garage”.

Por último, Presa recordó que en noviembre y diciembre repartieron volantes “difamándolo” a él, como a Nancy Devoto, otra vecina que encaró la pelea contra los edificios-torre.


13 de enero de 2010