Los pibes country, "quemados" por los libros
Tienen agendas cargadas de actividades y sufren de stress. Algunos estudian más de 10 horas por día y llevan un ritmo de vida de adulto. La exigencia para que sean "alumnos 10".
Martín tiene 9 años. Son pasadas las 18 y se sienta en la mesa frente a una docente particular para poder resolver los cálculos matemáticos que ejercitó durante todo el día en su colegio, de doble escolaridad. Sus horas de estudio, cuando termine con las clases de apoyo de dividendos y raíces cúbicas, habrán alcanzado las 10 dentro de unos pocos minutos. Su jornada, como cualquier otro día de la semana, es de turno completo desde temprano por la mañana hasta casia entrada la noche.
A lo contrario de lo que la creencia popular puede llegar a suponer, el desarrollo cada vez más incrementado de los barrios privados y countries (sobre todo en el Conurbano), al mismo tiempo que genera cierta distensión y tranquilidad en sus residentes, produce sobre saturaciones psíquicas.
Tanto padres como hijos, muchas veces sobrellevan una vida agitada marcada hora tras hora por obligaciones y compromisos, lo que provocaría un avance generalizado de stress. Una patología que, sin embargo, se manifiesta sin distinción en todos los sectores socioeconómicos, según los especialistas.
Martín no es un caso aislado, sino todo lo contrario. El fenómeno de menores de clase media y media alta sobre saturados por sus quehaceres diarios se estaría presentando como un síndrome común en este tipo de lugares. Además de asistir a la escuela, los chicos también realizan actividades deportivas y artísticas.
Además, agregó que “el contagio” es una de las principales causantes en las decisiones sobre protectoras de los adultos. “Se genera también una competencia entre los padres para que su hijo sea un alumno 10”, expresó la profesora.
El pibe “country”, también aburrido
En dialogo con 24CON, Rolando Martiñá, psicólogo, escritor de varios libros (su más reciente es “La paciente impaciente”) y miembro del Programa Nacional de Convivencia Escolar, explicó que este tipo de situación también se presenta como consecuencia de que muchos padres trabajan y están fuera de la casa, por lo que los niños quedan al cuidado de empleadas domésticas o abuelos.
“Por un lado el chico de hoy es muy difícil de conformar, necesita estar permanentemente entretenido y haciendo algo. No se sabe cómo hacer para que estos chicos no se aburran, están demandando todo el tiempo. Entonces los padres les inventan algo, lo que puedan”, expresó.
Por su parte, el médico pediatra y psiquiatra infanto juvenil del Hospital Austral, Rodríguez Arias, explicó a este medio: “También ocurre que los chicos tienen pocos momentos para el ocio. Y después viene el cuestionamiento de los padres, de que todo el tiempo está aburrido, porque tal vez el niño ya ni juegue”.
Las patologías
Las consecuencias del stress, sobre todo en niños de entre 7 y 13 años (pre-adolescentes), pueden ser más severas que las de un adulto. Al respecto, Rodríguez expresó que puede provocar trastornos mentales y de ansiedad, y principalmente cuadros de depresión. “Uno ve que el chico no rinde, que todo lo cansa, que es irritable. Se producen problemas de conducta o se pone oposicionista”, reconoció.
Asimismo, agregó que estudios de organizaciones mundiales determinaron que la infancia se estaría “corriendo”, es decir, cuando años atrás finalizaba alrededor de los 11 años, en los tiempos que corren habría avanzado a los 8.
“Son chicos que manejan un caudal de información de la realidad que era imaginable antes. El chico de hoy está sobre estimulado para su capacidad de metabolismo. Y en ese debería existir una responsabilidad adulta, ya que una de sus tareas debería ser filtrarles la parte de la realidad que no les corresponden. Los adultos fallan, no porque sean tontos, sino porque esto es muy nuevo y nadie sabe cómo manejarlo”, reconoció Martiñá.
Niños estresados, sobre exigidos y saturados. Esa es la conclusión de un fenómeno cada vez más frecuente en countrys del Conurbano. Martiñá, para concluir, señaló: “Se ha generado en la cultura un tipo de adulto que no está dispuesto a dejar de disfrutar la vida a ninguna edad, porque piensan que es la única que tienen. No quieren el sacrificio, no lo digo como una crítica ni como un elogio. ¿Cómo se concilia eso con cuidar chicos?, es la pregunta del siglo...”