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"Oveja" Telch: El billinghurense de mayor trayectoria en el fútbol

Entrevista con el histórico jugador de San Martín.
Jueves, 25 de marzo de 2010 a las 11:47

El Latido de Billinghurst

por Camilo Pascualini

 

Creció en el barrio. Fue quintero, panadero y jugador del Defensores de Billinghurst. Debutó en Primera en 1962 y se retiró en 1980. Gran parte de su carrera la hizo en San Lorenzo. Allí integró los planteles de “Los Carasucias” y “Los Matadores” y es considerado el volante central por excelencia en la historia del club. Representando al país le hizo dos goles a Brasil en una final y jugó el Mundial 74. Con 630 partidos, es el tercer jugador con más encuentros oficiales disputados, detrás de Gatti y Bochini. Desde el año pasado una tribuna lleva su nombre.

En 1945 Billinghurst se parecía más a un pueblito que a un barrio. Sobre la plaza central giraban la escuela, la sociedad de fomento, la iglesia, la comisaría, la actividad comercial y los caballos estacionados en las puertas. Un par de cuadras fuera de la plaza, y más aún para el lado del Barrio de los Oficiales, predominaba el descampado sobre el que surgían quintas, hornos de ladrillos y chicos corriendo. En ese contexto, debido a las mudanzas que empezaban a darse en todo el país en función de, entre otras cosas, el desarrollo industrial de zonas urbanas como San Martín, Billinghurst comenzó a recibir a nuevos habitantes. Entre ellos estuvieron los integrantes de la familia Telch. «Vinimos de Córdoba con mi papá y mis tres hermanos», señala la Oveja, quien por ese entonces tenía sólo dos años. «Vivíamos en Pringles y Mitre –continúa-, en una casa donde todavía vive mi familia. Papá trabajaba en una fábrica de Talco, en Villa Lynch, y yo empecé de chiquito en una quinta». 

¿Qué era una quinta?¿Y qué hacía?
Billinghurst era todo campo. Algunos vecinos tenían tierras y las trabajaban. Eso era una quinta. Yo empecé en la de los Béliz, que estaba en la otra cuadra de mi casa. Mi trabajo era remover la tierra y sembrar y cosechar, tomates, o alguna otra cosa. Ahí conocí a Pedro.
Telch se refiere a Pedro Béliz. «El fue un número uno para mí. Me ayudó en todo. Me daba de comer, me daba trabajo, me aconsejaba sobre cualquier cosa», dice. Béliz, además, era delegado del club Defensores de Billinghurst, institución en la que Telch sostiene haber vivido «la primera vagancia».
¿Dónde estaba el club?
Cruzando la plaza, en diagonal (por la esquina de Primera Junta y Moreno). La cancha era de once, de tierra, y estaba rodeada de eucaliptos
¿Cómo se jugaba?
Había categorías, pero también había libres. Se jugaba fuerte. Se hacían campeonatos relámpago. Yo jugué muy poco con los de mi edad. Casi siempre jugué con los libres, gente mucho más grande que yo.

¿Te acordás de alguno?
Si, me acuerdo de Mario López. Era un cinco tremendo. Jugábamos juntos. Me gustaba como quitaba la pelota, como adivinaba la jugada. Yo lo copiaba un poco. 
 Revisando los archivos, llaman la atención frases sobre Telch del tipo «un tiempista excepcional», «no te la dejaba tocar» o «siempre te cortaba la jugada». Consultado por esa cualidad, señala: «Eso lo aprendí de Varacka, un jugador muy famoso de River que estuvo un año en San Lorenzo. Yo recién empezaba. El era un consagrado. Y un día le pregunté: cómo haces vos, con tu edad, para cortar tantas jugadas. Y ahí me dijo: tenés que mirar a los ojos al jugador, no a la pelota. La pelota en algún momento va a llegar. Vos mirá a los ojos, y cuando baja la vista, zas, salís. Entonces empecé a practicar. Al principio no me salía, no llegaba a cortar, pero al año empezó a dar resultados». 
¿Y una vez que recuperaba, qué hacía?
Armaba. Recuperaba y armaba. Toque, toque. Era muy rápido. Y dominaba la pelota. Daba mucho pase-gol. Y llegaba al arco también. Hice varios goles, siempre armando paredes. Hay que tener en cuenta que el cinco de antes jugaba más libre, pensaba más en atacar, era casi un enganche. Yo marcaba, pero no chocaba como chocan ahora. A mí, con todos los partidos que jugue, me echaron una sola vez. 

La carrera
En 1960, un agente de San Lorenzo que vivía en Villa Bosch le pidió a Pedro Béliz que le recomendara jugadores. «Yo fui uno de los recomendados. Me probaron y quedé. Tenía dieciséis años y arranqué en la quinta división», dice Telch. A partir de ese momento, por orden de su hermano, trató de cuidarse y de no jugar en el barrio. En principio, eso fue lo único que cambió. Por ese entonces Roberto trabajaba en la panadería de los Otero. «Amasaba pan de madrugada y a la mañana me iba a entrenar», dice. Dos años después, en 1962, a los dieciocho, debutó en primera. Desde ahí se dedicó completamente al fútbol.

En 1964 estaba consolidándose en el primer equipo cuando llegó a primera una camada de jóvenes de características ofensivas atrevidas y elegantes. A partir de ahí los de Boedo pasaron a tener un equipo que de mitad de cancha para adelante hacía delirar al público. Sostenido en la solidez defensiva de Albrecht; el equilibrio, el quite y la salida limpia del Oveja Telch y el dinamismo y la desfachatez de chicos como el Bambino Veira, Areán, Doval, Casa y Rendo, surgió un plantel que quedó inmortalizado con el nombre de «Los Carasucias». Roberto recuerda ese equipo. «Jugábamos bien. Tocábamos mucho. Divertíamos a la gente. Ganábamos, empatábamos, perdíamos, pero siempre eran partidazos. Muy vistoso todo. La agarraba el Bambino, que jugaba muy bien y tenía mucha calidad, la paraba de pecho, cambiaba de frente, encaraba Doval, gambeteaba, hacía una pared con Areán, y así, todos tenían algo».

Los integrantes de esa ofensiva no permanecieron mucho tiempo juntos, sin embargo dejaron un precedente de competición y estilo que permitió que unos años después, en 1968, tambien con la Oveja en el mediocampo, surgiera una formación que no fue apodada por sus condiciones de juventud, creatividad y astucia sino por la aptitud que tenía para destrozar a los rivales. La referencia es para «Los Matadores», el primer campeón invicto del Fútbol Argentino.

 ¿Cómo era ese equipo?
Invencible. No había con qué darle. Toque y lucha. Cuando la perdemos, corremos. Cuando la tenemos, que corran ellos. Algo así como hace Estudiantes ahora, que es el mejor equipo de la actualidad. Pero lo nuestro era más contundente, más vistoso. La prioridad era tener la pelota. Y había mucha solidaridad, mucho compañerismo. Eso era por Tim.

Telch se refiere al técnico Brasilero Elba de Padua Lima. Su influencia fue tan fuerte que a ese plantel también se lo conoció como «El equipo de Tim». Este técnico no adhería a la idea de rigor táctico que ya desde entonces regaba los campos de juego argentinos. Padua Lima tenía una visión más simple del futbol. El fue, precisamente, el autor de una frase que hoy es un clásico: «Jugar al fútbol es como tratar de taparse con una manta corta: si uno se cubre la cabeza es inevitable que se descubran los pies; y si se tapan los pies, queda afuera la cabeza». Así, sin más, sin fórmulas científicas, naturalizando la cuestión de que el desequilibrio es una circunstancia del juego.

«El brasilero armó todo», afirma Roberto, y destaca: «Si uno se lesionaba o le pasaba algo, cuando se recuperaba volvía a su lugar. No importaba si otro estaba jugando mejor. El era muy leal con los jugadores. Y para nosotros eso era fundamental.»  
Por ese entonces la Oveja seguía viviendo en Billinghurst. Ya no en la casa de su infancia ni con su papá y hermanos, sino con Carmen, su flamante esposa, en una casa de la calle Alvear, entre Moreno y Rivadavia. «Por ahí -recuerda-, cuando salimos campeones vino a buscarme, en camioneta, gente del barrio para llevarme a dar unas vueltas».

Ese mismo año, con toda la gloria a cuestas, Tim dejó de ser el técnico de San Lorenzo. También se fueron algunos jugadores. «El equipo se desarmó, pero al poco tiempo vinieron jugadores importantes», dice Telch. Así, cuatro años después, en el 72, San Lorenzo ganó tanto el Metropolitano como el Nacional (este último otra vez invicto), y se convirtió en el primer bicampeón del Fútbol Argentino.
Después, otra vez el éxodo. Sin embargo, siempre con la Oveja de volante central, tan sólo dos años después, el Ciclón volvió a consagrarse. «El 74 fue el campeonato más sacrificado. El equipo estaba desarmado. Se habían ido la mayoría. Sin embargo luchamos y ganamos», señala  Roberto sobre el que fue su último título.

Al año siguiente, después de quince años en el club que vivió, creció y fue parte de su época más dorada, tras un pedido salarial que el presidente no concedió, Roberto Telch, la Oveja, motor y referente de planteles que merecieron apodos, dejó de ser jugador de San Lorenzo. Fue de un momento a otro, un desenlace vertiginoso, tal como corresponde con los grandes amores.

Una semana después firmó contrato con Unión de Santa Fe. Allí jugó tres años y disputó 189 partidos. Uno de ellos, el partido número 522, fue el que le permitió ser el jugador con mayor cantidad de partidos disputados en la Primera División del Fútbol Argentino, record que hasta el momento pertenecía a Amadeo Carrizo, el legendario arquero de River.

Finalmente, en 1979 fue a jugar a Colón de Santa Fe, club en el que asegura que lo recibieron de la mejor manera a pesar de venir de la contra. Allí, después de jugar 29 partidos, se retiró. En total disputó 630 partidos, cifra que actualmente lo ubica como el tercer jugador con más encuentros jugados, detrás de Hugo Gatti y Enrique Bochini.

La Copa de las Naciones
En 1964, a los 20 años, el Oveja Telch fue convocado a la Selección para participar de la  Copa de las Naciones que se disputaría en Brasil. En ese momento el anfitrión no era ni más ni menos que el último Campeón del Mundo y tenía, entre otras figuras, a Pele, Gerson y Jairzinho. Los equipos restantes eran Inglaterra y Portugal. El sistema era de todos contra todos. El primer partido, tanto Argentina como Brasil lo habían ganado. El segundo encuentro sería entre ellos.

¿Cómo fue la previa de ese partido?
Me acuerdo que Carrizo no quería jugar, tenía miedo, porque eran unos bestias los brasileros. Encima venían de hacerle cinco a Inglaterra. Pero el partido era un clásico, y esos son partidos aparte. El resultado final no permite poner en duda la afirmación de Telch. Argentina, en el Pacaembú de San Pablo, con todo el público en contra, ganó 3 a 0. Y dos de esos goles fueron suyos, los únicos que convirtió en los 24 partidos que jugó en la Selección Argentina.

¿Cómo fue el partido?
Nosotros jugamos muy bien. Ellos estaban nerviosos. La gente los silbaba. En un momento Pele le pegó un cabezazo a Mesiano, lo lesionó, y entré yo en su lugar. Dicen que ahí cambió el partido. Muchos dicen que yo marqué a Pele, pero lo marcó Rattin. Yo jugué libre, corrí por todos lados, más que nada en el ataque.

Este partido no fue televisado en la Argentina. Y al parecer, una de las pocas cintas que andaba dando vueltas, desapareció. Carmen, la mujer de la Oveja, recuerda haberlo escuchado por radio. De todos modos, si bien no podemos verlos, podemos escucharlos por boca de su propio autor, que dice que esos dos goles son los que más recuerda de su carrera. «El primero fue así –dice-: Ermindo se va por izquierda, manda un centro, la pelota cruza todo el área y yo, de sorpresa, entro por atrás, por derecha, le pego al arco, pum, gol. El segundo, Onega le pega al arco, el arquero no la puede agarrar, da rebote, yo entro, le pego al arco de sobrepique, el arquero estaba caído, se estira para agarrarla y no llega». Después de ese partido Argentina venció 1 a 0 a Inglaterra y logró el que sería su título más importante hasta 1978.

La Oveja Telch y …
… el Cabezón Lemme, otro billinghurense: Yo jugaba en Unión y él en Argentinos. El era de corte. Entonces hago una pared, me estoy yendo y me levanta la gamba por arriba. Qué haces, loco, qué te pasa, le digo. Te voy a matar, me dice. Bueno, está bien, esperá que termine el partido y afuera hacemos lo que queremos. Después vino a pedir disculpas. Era loco, tipo loco. En la cancha Lemme te podía dejar con diez o te podía ganar un partido. Muy guapo. Se llevaba bien con los compañeros, los ubicaba.

… la vieja cancha de San Lorenzo: Yo estuve toda la vida ahí. Llegaba a las diez de la mañana, entrenaba, me quedaba a comer, dormía la siesta en la concentración.  Así que después que la tiraron no quería pasar. Pero un día tuve que hacer un trámite y pasé por enfrente. Y a uno le agarra… estar toda la vida ahí, y ver que no había nada… lloré como un loco, parecía un pibe.

… la Naranja Mecánica y Cruyff: En el 74, con Holanda, sabes qué!!!  Nos hicieron cinco en un amistoso y cinco en el mundial. Se venían los naranjas. Cruyff era tremendo. Me volvió loco. Yo era tiempista, cortaba los pases, pero él iba a hacer el pase y de repente te cambiaba el pie y salía para cualquier lado. Entonces, yo sabía dónde podía ir la pelota, pero él elegía a quién quería dársela.

El nombre de la tribuna
Desde el 20 de septiembre del 2009, un sector de la cancha de San Lorenzo lleva como nombre «Roberto Telch». La iniciativa fue de la peña de San Lorenzo de General San Martín. De ese modo, el club rindió homenaje a quien es por unanimidad el mejor mediocampista de la historia del Ciclón. El momento del acto fue previo a un encuentro entre San Lorenzo y Racing, y cuando Telch y su familia ingresaron al estadio por la mención, desde las tribunas empezó a florear un atemporal cantito: Y ya lo ve/ y ya lo ve/ es el oveja/ el Oveja Telch. Más tarde, en la conferencia de prensa, sentado frente al micrófono, emocionado, Telch no pudo pronunciar palabras. Sólo se llevó la mano a la cara y se escondió en su antebrazo.
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