Respiró aliviado después del resultado de las elecciones generales, que evitaron el hecatombe anunciado si se repetían cifras similares a las de las PASO. El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, sacó cabeza pero sigue nadando en aguas poco claras en el río revuelto que es el oficialismo. El destino (¿y Cristina Kirchner?) dirá qué sucede con su futuro político.
Por lo pronto, se enfrío el vínculo con uno de los peces gordos del Frente de Todos, Máximo Kirchner. Hubo un tiempo, cuando era ministro de Economía de Cristina Kirchner, que Kicillof se identificaba como parte de la agrupación juvenil comandada por el hijo de la entonces presidenta. Pero se trataba de un juego de apariencias que terminaría tan pronto como Mauricio Macri accedió a la Casa Rosada. De todos modos, el vínculo entre el "hijo político" de Cristina Kirchner y la dirigencia de La Cámpora siempre fue muy fluida. Algo se rompió con la estrepitosa caída en las PASO, donde la lista de Victoria Tolosa Paz cayó en territorio del gobernador por cuatro puntos. Apenas dos años antes, Kicillof arrasaba en el conurbano y le sacaba 15 puntos a María Eugenia Vidal a nivel provincial.
En el revoleo de pases de factura, la ligó fuerte el mandatario kirchnerista. Hubo una embestida fuerte en su contra del jefe camporista, que le intervino el Gabinete para poner a intendentes amigos en funciones que ocupaban cuadros políticos y técnicos del riñón de Kicillof. Cristina Kirchner, que como en todo lo que sucede en el universo kirchnerista conserva la última palabra, terminó arbitrando a favor de su hijo (biológico). El gobernador ensayó un intento de resistencia a esa decisión con un viaje relámpago a El Calafate, donde intentó convencer a "La Jefa" de que no eran necesarios los cambios. La decisión estaba tomada y no precisamente a favor de él.
Para neutralizar a Kicillof, Máximo se mueve en tándem con su cada vez más férreo aliado Martín Insaurralde, implantado como jefe de Gabinete en lugar de "Carli" Bianco, el dueño del famoso Clio que llevó a Kicillof a recorrer toda la provincia en la exitosa campaña electoral del 2019. Esta sociedad política viene trabajando para construir un polo de poder paralelo al del gobernador, quien tiempo atrás confesó que su proyecto político en la provincia era "a largo plazo", supeditado, claro está, a lo que resolviera el espacio político que integra (traducción: lo que decida para él Cristina Kirchner).
"Obviamente creo que falta tiempo para resolver quién es el que vaya a ser el próximo candidato a gobernador, lo que yo sí quiero decir es que el proyecto que yo vengo a representar es un proyecto de largo plazo", decía Kicillof a fines de agosto, antes del "palazo" que fueron las elecciones primarias.
Justamente Máximo Kirchner e Insaurralde son otros dos posibles candidatos a la gobernación en 2023 del Frente de Todos, y quizás de allí broten algunos de los cortocircuitos recientes. El jefe de La Cámpora tiene pendiente ser ungido como presidente del PJ bonaerense, situación que estaba prevista para diciembre pero que ahora pareciera alejarse. Como sea, la jefatura del peronismo bonaerense sería la plataforma ideal para intentar buscar una candidatura a gobernador. Insaurralde, por su parte, es en los hechos el jefe de los intendentes del conurbano sur y su estrecha cercanía a Máximo Kirchner lo convierten en otro candidato natural.
Hasta hace algunos meses, a Kicillof se lo mencionaba como presidenciable, en una interna que podría medirlo con el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, con quien mantiene una relación correcta. De hecho, en los festejos del búnker, el líder del Frente Renovador le reconoció al gobernador haber sido quien "se puso la campaña al hombro", quizás para bajarle el precio al aporte que hicieron Insaurralde y la liga de intendentes.
Kicillof sería el candidato del kirchnerismo duro y puro, con el apoyo de Cristina y de La Cámpora, mientras que Massa aglutinaría a los sectores moderados y de centro de la coalición. Una ingeniería interesante para abarcar a la mayor cantidad de electorado posible. Sin embargo, hoy el futuro de Kicillof aparece en penumbra porque se diluyó parcialmente su base de apoyo en el Instituto Patria y en La Cámpora (algo que como sabemos puede volver a cambiar porque la política es dinámica). Las propias declaraciones del mandatario kirchnerista dando a entender que le gustaría un segundo mandato como gobernador parecen alejarlo de la disputa presidencial.
Como sea, el repunte sorpresivo del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires, quedando a una diferencia de apenas un punto de la lista de Juntos en cabeza de Diego Santilli cambiaron el aire tenso y sofocante que se respiraba en el Frente de Todos y Kicillof ahora visualiza el panorama con otro estado de ánimo. El hecho de haber logrado empatar a Juntos por el Cambio con 23 bancas en el Senado es considerado por el gobernador como su propia victoria: ahora podría conseguir las leyes que antes no podía por falta de quórum o de votos. Se sacó una mochila de encima y ya nadie le va a volver a tocar su Gabinete.
Ni siquiera su ministro de Seguridad, Sergio Berni, tendría planes de dejar el Gobierno, como amagó tantas veces. Otra razón para festejar. De ahora en más el mandatario se enfocará en la gestión, y con el correr de los meses empezará a definirse su futuro político. La vicepresidenta es su mejor aliada y hará valer ese apoyo en 2023.
Escrito por Sebastián Hadida para NA