El miércoles pasado, las puertas del penal de Ezeiza se abrieron para Solange Bellone. Cuatro meses atrás, la viuda más famosa de los últimos dos años, había llegado a prisión por disposición del juez Norberto Oyarbide que investiga la densa trama de la mafia de los medicamentos.
Pese a continuar procesada (era accionista y presidenta de Seacamp, una de las droguerías implicadas en la asociación ilícita), Bellone recuperó la libertad luego de la insistencia de sus abogados Miguel Ángel Pierri y Lisandro Yofre.
Pierri, el confidente de la viuda. |
De hecho, “el único puente con la realidad que tenía Solange en prisión eran las visitas de su madre, su hijo y sus dos abogados”, dijo el abogado que se reunió con la viuda el jueves al mediodía: “nos pidió que le demos tiempo para recuperarse, pero nos dijo que quiere dar la cara a los medios”, anunció y adelantó algunas de las facetas de una “nueva” Solange Bellone.
“Ayer me encontré con una Solange distinta que evidentemente bajó al mundo de los terrenales golpeada por la prisión y la realidad por haber asumido que Forza tenía una doble vida, no solamente en el terreno profesional sino también en lo sentimental: se enteró de todas las novias y amantes que tenía Sebastián porque constan en la causa. Y, si bien estaban separados desde hace dos años, Forza la amenazó con un arma en la cabeza cuando intentó irse de su casa”, subrayó. “La prisión le dio fuerzas para empezar a contar la verdad sobre Forza y, parte de esa verdad, es la doble vida que llevaba un hombre que nunca tuvo ningún amigo”.
Sin embargo, Solange sostiene que no está enojada con quien fuera su marido y hasta admite haber estado “perdidamente enamorada de él”. “Era un hombre muy simpático, elegante aunque no era el mismo cuando se casaron. La ambición desmedida lo cambió”.
“Solange comprendió que fue una estúpida por no haber hablado antes, pero Forza no era de los maridos que vuelven del trabajo y les cuentan a sus esposas cómo les fue. Aunque sí se daba cuenta de que algo pasaba. Incluso, le dijo al fiscal Juan Ignacio Bidone que siempre le preocupó la gente marginal y peligrosa con la que Sebastián se juntaba. Nunca le gustó ese tal Pérez Corradi y no entendía qué hacía un ex agente de la DEA llamando a su casa y a su mamá. Todo esto le decía que Forza tenía una doble vida, una formal y otra clandestina. Una que mantenía dentro de Seacamp y otra fuera de la empresa”.
Oyarbide no le creyó y envió a Solange a prisión. |
“La cárcel la cambió: ya no mira a los demás desde un pedestal. Dejó de ser aquella que mantenía una postura fría e infranqueable. Aunque yo siempre pensé que esa postura rígida era una actitud de defensa, esta Solange llora fácilmente y, si bien mantiene una digna postura de arreglo personal, esta Solange exterioriza más su humanidad. No está enojada con Forza pero siente las huellas del engaño. Está abatida pero sabe que tiene que seguir peleando por su hijo”.
Solange compartió sus días en prisión con Paula Aballay, la esposa del sindicalista Juan José Zanola; su “segunda”, Susana Fionna, y dos ex empleadas del gremio, Matilde Ríos y María Victoria Berisso. “Nos contó que la convivencia en la cárcel era buena, que las cuatro mujeres se apoyaban mucho y que le sorprendió la incondicionalidad de Aballay hacía Zanola. Nos dijo que, de acuerdo a los avatares de la causa, experimentaba distintos cambios de ánimo y que ella era la más reservada de sus compañeras de prisión, que se aferró a sus convicciones religiosas y, mientras otros criticaban fuertemente a Oyarbide, puso toda su energía en apostar a que sus abogados lograran su libertad. Sabe que tiene que enfrentarse a un juicio oral y confía que va a salir absuelta. Pese a que el juez nunca le creyó, continúa afirmando que nunca conoció a Zanola y no entiende por qué Hugo Dessal afirmó lo contrario”.
Desde la desaparición de Forza, Bellone se sustentaba con la venta de objetos de su marido tales como relojes de marca y autos costosos, pero ya no le queda nada: “No tiene un mango y va a tener que rearmarse totalmente”.