Susana agradeció el recibimiento, elogió el “living” especialmente montado para la ocasión y saludó a Lorena y Leandro, dos alumnos de la carrera de Comunicación de la UM que oficiaron de entrevistadores.
Distendida y de buen humor, la diva contó anécdotas de su carrera ante una platea mayoritariamente femenina, que festejó cada una de sus ocurrencias. Así recordó que desde chica sintió que su vocación era el mundo del espectáculo. “Ya en la escuela primaria me gustaba actuar –explicó-. Decía versos y en cuarto grado hice una comedia que se llamaba Los sordos. Después me acuerdo que salía a la calle y me sentía una estrella”, se rió de sí misma.
También recordó que su primer trabajo remunerado fue una publicidad de trajes de baño Muet, y que de todos los invitados que tuvo en sus más de 20 años de programa “la más simpática” fue Liza Minnelli, “la más linda” Sophia Loren y “la más sexy” Naomi Campbell.
Y del mundo de las estrellas pasó sin escalas a una historia más terrenal y llena de suspenso, una traumática experiencia que vivió a mediados de los años ’70, mientras hacía la obra La Libélula en un teatro de la avenida Corrientes. “Había un tipo que todos los días me esperaba a la entrada y a la salida del teatro. Cuando me veía sacaba una carpeta y me decía: ’¿Me firma?’ Hasta que un día le pregunté por qué llevaba una carpeta y me contó que era pintor y que quería que yo posara para él. Yo, para sacármelo de encima, le dije que no podía porque estaba con el teatro. Resulta que el tipo siguió viniendo todos los días hasta que el día que terminaba la obra se me acercó y me dijo: “hoy termina la temporada”. Yo no sabía qué decirle y mientras le estaba firmando otro autógrafo, sacó una sevillana. Le tiré la carpeta por la cabeza, salí corriendo y me metí en (la Asociación Argentina de) Actores. Entonces salieron varios hombres y lo agarraron. Después me enteré que se había escapado de un hospital psiquiátrico”, contó la diva ante un auditorio cautivado por su relato.
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No quedó claro si los estudiantes de periodismo no lo hicieron por pedido expreso de la entrevistada, por alguna “recomendación” de sus superiores, por autocensura o por que extrañamente no lo consideraron pertinente.
Llegó entonces el turno de los presentes para la homenajeada. El rector de la universidad, Héctor Porto Lemma, le entregó una plaqueta en reconocimiento a su trayectoria artística, y el secretario de Ciencia y Tecnología, Domingo Liotta, una medalla –“me siento una ganadora olímpica”, bromeó Susana-.
Y antes de despedirse, tomó el micrófono para leer algo que dijo haber escrito para la ocasión. “Hay quienes creen que los famosos tenemos todo. Y la verdad que a muchos de los artistas nos faltan cosas tan preciadas como una educación universitaria. Por eso jamás pensé que algún día iba a estar en un ámbito como este recibiendo un premio. Gracias por todo. Y sepan que los sueños no tienen límite. En la vida todo es posible”, alentó.
La función había terminado. Mientras se retiraba rodeada por una barrera humana de patovicas, se limitó a responder “de política no hablo”, cuando le preguntaron por sus polémicas declaraciones sobre los piqueteros.
Cuan paparazzis, cientos de estudiantes la corrieron por los pasillos de la universidad y por las calles aledañas, pero no tuvieron suerte. Se fueron con las cámaras vacías. Ella ya estaba lejos, resguardada por los vidrios polarizados de su Mercedes Benz negro. El “huracán Susana” había pasado. La universidad empezaba a retomar la calma.