Entrevista 24CON

Chicos Católicos cuentan sus recuerdos de la hostia

Juan Paya, Darío Barassi y Nicolás Maiques hablan de su paso por el colegio y de cómo hacer humor con la religión. El recuerdo de Alicia Zanca.

Hacer reír poniendo el foco en la religión es la difícil tarea que se ponen al hombro los protagonistas de “Chicos Católicos, Apostólicos y Romanos”, que a partir del 2 de agosto reestrenan su obra en el teatro N/Artaza de la calle Corrientes. Juan Paya, de San Martín, escribió el libro y, junto a su colega Nicolás Maiques, con quien comparte la productora Escena Catorce, pusieron en cartel esta divertida propuesta que trascurre en un ficticio colegio religioso, donde se cuenta la historia de cinco chicos que se preparan para tomar su primera comunión.

Dirigidos por Carlos Kaspar, sumaron al elenco al multifacético Darío Barassi, que hoy es más conocido por ser notero del programa “AM” en Telefe y por secundar a Coco Silly en la radio, pero que también es abogado empresarial y, desde que se mudó a los 18 años de su San Juan natal a Buenos Aires, llegó a ocupar un cargo como asesor en el Gobierno de la Ciudad. 

“Era imposible. Estaba con el juez, me cambiaba en cualquier baño y salía a hacer notas con gatos. Trabajaba en el estudio de mi hermano y me echó. Me dijo: ‘no vuelvas más gordo, das vergüenza’”, bromea él sobre aquellas épocas. El grupo de amigos que se sube al escenario se completa con el ex “Operación Triunfo” Emanuel Arias y con Juan Gilera, otro “chico Cris Morena” que actuó con Maiques en “Rebelde Way”. Todos interpretan, al mismo tiempo, a los alumnos de la escuela y a sus profesores.
 
“Yo le debo muchísimo a Cris, aprendí y sigo aprendiendo muchísimo de ella”, dice Nicolás sobre la exitosa productora de tiras juveniles. “En los cinco años que trabajé en sus series y en las giras de teatro, nunca me quedé en el rol de actor: iba a la isla de edición, la veía escribir las canciones y armar todo. Así me di cuenta de que no hay que esperar a que nos convoquen, tenemos que producir por nosotros mismos, sin mirar tanto lo que hacen los demás”, explica.    

Esa premisa también la lleva adelante Paya que, si bien se define principalmente como actor, siempre necesitó “aprender a abarcar otros aspectos, para autogestionarme”, dice. Por eso, y ante la buena respuesta del público en el “boca a boca” y las redes sociales, decidieron promocionar “Chicos Católicos” con una fuerte campaña en Twitter y Facebook, que les dio muy buenos resultados y los acercó al público joven. 

Al igual que Nicolás, Juan y Darío también tuvieron una maestra que marcó sus caminos: la querida Alicia Zanca. A sólo una semana de su muerte, siguen vigentes la tristeza por la noticia y la alegría de su recuerdo.

Juan, vos estuviste en el velatorio. ¿Cómo fue ese momento?

Juan Paya: Nunca esperé ese final tan repentino. Fue muy duro, porque fui uno de los primeros en llegar al lugar y uno de los últimos en irme. No me podía alejar de su lado. Sentí que le debo mucho. Ella me sacó de la metalúrgica para actuar, fue una gran bisagra en mi vida. No se lo voy a poder devolver de ninguna forma. En un momento, me vi agarrado de la mano con Leonor Manso y Julieta Díaz, recordando anécdotas, y pensé: “Esto se lo debo a ella”. 
Darío Barassi: Cuando vine a Buenos Aires, arranqué a estudiar teatro en un lugar nefasto y estuve a punto de volverme, hasta que de casualidad caí en un taller que ella daba en El Portón de Sánchez. En mi experiencia, el teatro es Alicia Zanca. Como profesora y directora era un diez y humanamente era una genia. Me alentaba siempre, estaba convencida de que yo tenía que laburar de esto y patear todo lo otro.
Nicolás Maiques: Yo no tomé clases con ella, pero la conocí cuando fue a ver una obra en la que trabajaba. Me elogió mucho y nos quedó pendiente concretar algo juntos. Siempre valoré su intención de darme el lugar, de tenerme en cuenta desde un gran respeto, de igual a igual, más allá de su enorme trayectoria. 

¿La obra “Chicas Católicas”, que dirigió Alicia, tiene relación con la de ustedes?

JP: No, el tipo de humor es distinto. Aunque, por respeto, yo le había avisado que iba a hacer esto y le expliqué cómo era todo. 
DB: La historia es totalmente distinta. Es un día en el colegio primario, una clase de educación sexual que se transforma en el disparador de todo.

¿Ustedes fueron a colegios religiosos?

DB: ¡Todos estos son ateos, yo amo a Dios! (Risas). Fui como el censor de la obra, el que dijo “esto va, esto no”. Tuve educación católica y mi familia es muy conservadora. Soy mucho más creyente que católico: no soy tan practicante, pero tengo muchísima fe.
JP: Yo fui a un colegio católico, el San José de Villa Maipú, y hoy soy ateo. Escribí la obra pensando en vivencias y anécdotas de mi experiencia propia.
NM: Yo por herencia soy judío, pero recibí una educación laica de mi familia y en la escuela. No soy religioso, pero en la obra hago de nene judío, porque estaba bueno mezclar un poco.

¿Qué anécdotas reales se plasmaron en el argumento?

JP: A mí me pasaba que yo quería tomar la comunión a toda costa. Hacía lo imposible: me portaba bien, hacía los deberes, me confesaba. Y después me di cuenta que la hostia no era la gran cosa.
DB: Hoy por hoy, no necesito una hostia pero, cuando comulgo, es movilizante. Me acuerdo que, de chico, en las doce horas que pasaba entre la confesión y la comunión, no quería ni hablar. Pensaba que, si decía algo malo, no iba a poder comulgar.
NM: Cuando sos chico, magnificás todo, pero después es mucho más simple. De eso se trata la obra. Frente a un malentendido, los chicos desarrollan especulaciones y sucede una catarata de humoradas.

¿Cómo son las referencias al sexo que hacen desde esa visión católica? 

NM: Siempre es tabú el tema de cómo comunicarle a los chicos la sexualidad. Como si hubiera un conflicto en llamar a las cosas por su nombre. Justamente, el profesor que hace Juan es el encargado de educarlos en este sentido, y es un facho importante.
DB: Al pene se le dice llave y a la vagina se le dice cofre, entonces los chicos empiezan a entender cualquier cosa y derivan en delirios.

¿Hubo alguien que se haya ofendido en el público?

JP: En diez meses y 120 funciones, habrán sido cinco. Pero no decían nada, se levantaban y se iban. 
NM: Muchos aclaran que pensaban que era una obra religiosa y, como se encontraron con una de humor, prefirieron no verla. Todo se aborda desde el humor y estamos protegidos por la niñez de los personajes. Tienen esa impunidad, por su desconocimiento. Todo tiene una gran crítica religiosa, educativa y social, pero el objetivo principal es entretener.
DB: De mi familia vinieron todos y los vi tentados. Uno de mis hermanos casi es cura y no se ofendió en ningún momento. La crítica religiosa es optativa. Como público, podés agarrar la crítica y debatirla, o irte simplemente con un espectáculo de humor.

¿Se trata el tema de la discriminación en la escuela?

NM: Al personaje de Darío siempre le dicen gordo y al mío lo tratan de maricón, porque es el afeminado del grupo. Antes del estreno, alguien hizo un comentario de que había un abuso de ese recurso. Yo le expliqué que, desde mi experiencia en el colegio, en realidad estábamos quedándonos cortos con la repetición de la agresión. Eso no es ficción, eso sucede. Los nenes de primaria son siniestros a veces, no se cansan de agredir. Al gordo le dicen gordo desde que entra al colegio hasta que termina Quinto Año, todos los días de su vida.
DB: ¡No me paso, no me pasó! (Risas).

Hablan de un personaje homosexual. ¿Cómo ven ese tema respecto de la iglesia?

NM: Desde mi poco conocimiento, la iglesia discrimina, la homosexualidad sigue siendo un pecado. 
DB: Perdón que trate de salvaguardar algo, pero para mí eso es muy genérico. Es la interpretación del dogma. En la Biblia no dice en ningún lado que ser gay es un pecado. A un cura que dice eso, no lo puedo respetar, es ilógico. Todo está en crisis, en proceso de cambio. Yo no dejo de sentirme católico por decir que ser gay no es un pecado, o que se puede tener relaciones sin estar casado. ¡Yo, que tengo una vida sexual tan activa! (Risas)
JP: Por eso las religiones van perdiendo adeptos. La gente sigue creyendo en Dios, pero no en la institución. Igual la obra es de humor, no es algo tan profundo.
DB: En el público no se admiten gays, ni pobres… (Risas) 

Darío, ahora tenés muchos trabajos ¿Sos el Fabián Gianola de tu generación?


JP y NM: ¡¡Uuuuhhh!!
DB: ¡No, eso es horrible, me voy de esta mesa! (Risas) Hace tres años se me abrió todo esto y me reconozco perdido en el mundo de ofertas. Nunca en mi vida pensé que iba a ser notero y, cuando llegué a Utilísima – oficia de presentador y locutor en “Rico y abundante” –, fue que me dijeron: “gordo, pará de currar”. Si me tengo que quedar con un solo laburo, me quedo con la actuación. Conocer a los chicos y volver al teatro para mi fue muy importante. Más allá de todos los "curros", yo no suspendo una función ni en pedo. Pero sí, soy un Gianola. ¡Ay, chicos! (Risas)
NM: La vez que ibas a hacer una publicidad, te la gané yo.
DB: Es verdad, no me acordaba. Además, siempre que voy a un casting de publicidad, aparece un gordito que me gana siempre, me roba todos los trabajos. (Risas)

La obra también tiene una faceta musical…

NM: La base musical es una parte fundamental. Emanuel (Arias) empezó como un músico invitado, creció y se convirtió en un personaje inportantísimo. No podríamos hacer una función sin él. Parece que tuviera un “autotune” incorporado en la garganta, una afinación impecable.
DB: A todos nos pega y nos gusta el tema de la música y del canto.

¿Vos estudiaste canto lírico?

DB: Pero muy de chiquito, porque era un gordo nerd. Mi madre me anotó y fui un par de meses. Se llamaba “Academia Los Puneños”, en San Juan city, y estaba toda llena de gorditos. Ahora tengo la voz destruida, lo que me preocupa, pero amo cantar.
NM: ¡Eso es por aceptar todos los trabajos! (Risas)  

Desde su lugar de actores, ¿cómo ven que en televisión haya tanto lugar para los escándalos?

JP: Me parece que la gente es la que da el rating y elige qué ver. No por nada a la tarde sólo hay programas de chimentos y a la noche lo que más rinde es Tinelli. A veces, a las ficciones les falta contenido. Por suerte, “Graduados” le hace la competencia y es muy bueno. Igual, en la actuación tenés más lugares para trabajar. Ahora hay mucha ficción que se genera por Internet, y es un medio más donde actuar.
NM: A los programas que no les va bien, fue porque les faltó amor. Lo hicieron muy rápido, les faltó interés en el proyecto, como un negocio para tapar un bache horario. Con “Graduados”, la gente privilegió un buen contenido por sobre otra cosa. A veces creen que ser mediático alcanza para convocar gente, y no siempre es así.
DB: Se presume que el público quiere ver determinada cosa. Pero ahora Tinelli tiene escándalo, tiene gatos, tiene gente extravagante, y es su peor año. Que Marcelo haga 19 puntos, es un fracaso. Por suerte, “AM” le sigue dando lugar a los artistas en serio, aparte de tener todo el color y la bizarreada.

¿Qué lugar les parece que se le da al humor?

NM: Hoy no hay lugar en aire para programas como “Cha Cha Cha”.  Ahora, “La Pelu” está ocupando un lugar que antes ocupaban “Los Benvenuto”. Eso de que sea en vivo y haya sketches. Está reapareciendo el humor de antes, aunque aggiornado.
JP: Diego Capusotto y Yayo me gustan, pero es un humor muy de culto, no muy popular. No veo que haya un “Videomatch”, que fue lo más acertado a nivel rating y masivo. En cambio, el teatro sí hay más lugar para el vodevil.

 

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