¿Vivir en el Conurbano te hace más gordo?
Un estudio internacional pone la lupa en las zonas donde hay que usar transportes motorizados para llegar a la Ciudad. "Las urbes son más caminables", indicó un investigador a este medio.
Trámites, pagos, compras y – por qué no – diversión. Motivos básicos y necesarios por los cuales los habitantes del Conurbano deben trasladarse diariamente hacia la caótica Ciudad de Buenos Aires. Los que pueden, lo hacen en auto; los menos afortunados deben optar por el colectivo o el tren. Lo cierto es que muy pocos están tan cerca de los centros neurálgicos de la Capital como para poder hacerlo a pie.
Sorpresivamente, el tráfico, las filas, las interminables esperas y el inevitable estrés no son las únicas consecuencias negativas de estas visitas a la gran urbe: una reciente investigación revela que, al trasladarse con más frecuencia en transportes motorizados, los vecinos que viven en zonas consideradas "suburbanas" también son más propensos al sobrepeso.
El “Estudio de la Calidad de Vida de los Barrios” fue realizado por la IPEN – en castellano, Red Internacional de Actividad Física y Medio Ambiente – en diversas ciudades de Estados Unidos y en países como Dinamarca, Gran Bretaña y Australia. Ahora Fernando Laíño, investigador principal del Instituto Superior de Ciencias de la Salud,que representa a la Argentina en la IPEN, planea aplicarlo en Buenos Aires, con el aporte de una beca que ganó en la Universidad de San Diego, California.
“Las conclusiones demuestran que los barrios que están en zonas urbanas, donde los destinos no son residenciales, presentan menos riesgo de obesidad que aquellos de zonas suburbanas, que se trasladan mediante transporte motorizado”, explicó Laíño a 24CON. Esto se debe a que en las urbes hay más “aprovechamiento del terreno”, lo que las hace más “caminables” al tener los productos y servicios más cerca o, a lo sumo, más accesibles.
“La investigación parte del ‘indice de caminabilidad’, es decir, si los barrios son más o menos ‘caminables’, según su nivel socioeconómico y otras variables que se combinan”, indicó el licenciado. “A partir de ahí, se ve si la gente realmente se traslada en transporte no motorizado: caminando, en bicicleta o en patines”, aunque esto último no es habitual en nuestro país.
“Como en Estados Unidos tienen serios problemas de obesidad, el estudio está basado en el sedentarismo, con la idea de mejorar la calidad de vida. Se trata de fomentar la importancia de la ‘actividad física utilitaria’, que es todo el ejercicio que uno pueda hacer en el período de vigilia: en el trabajo, al trasladarse y en el tiempo libre”, destacó Laíño.
Sin embargo, otro factor de influencia es si se trata de un “espacio amigable” para caminar. “En Buenos Aires hay, por ejemplo, muchas veredas rotas, que dificultan la tarea. Ir en silla de ruedas es directamente un deporte extremo. También influye el tema de la inseguridad: no es conveniente salir a caminar a las ocho de la noche por Parque Chacabuco”, señaló.
Y agregó: “El trazado de las ciclovías debe hacerse con racionalidad. No sirven en calles que no tienen el ancho adecuado, donde transitan muchos colectivos o hay autos estacionados. Es lo que ocurre con las bicisendas: la idea está buena, pero hay que ponerle racionalidad, porque si no se tarda más que antes en llegar. Lo mismo para con los metrobuses”.
Así, no todos los barrios de Buenos Aires correrían con la misma suerte de ser considerados “caminables”. “Tenemos zonas de calle muy angostas y veredas inexistentes, como en Europa. En cambio, otras ciudades más modernas, con aceras más grandes, avenidas y menos parques tienen mayores accesos a los destinos”, aclaró el investigador.
Al mismo tiempo, es importante no dejar de lado la cuestión de la alimentación, relacionada con el nivel socioeconómico. “En los lugares humildes la obesidad se suele dar al no consumir proteínas, porque las harinas son más baratas”, remarcó. Esto, sin dudas, debería ser muy tenido en cuenta si se quiere aplicar el estudio en localidades del Conurbano.
Sorpresivamente, el tráfico, las filas, las interminables esperas y el inevitable estrés no son las únicas consecuencias negativas de estas visitas a la gran urbe: una reciente investigación revela que, al trasladarse con más frecuencia en transportes motorizados, los vecinos que viven en zonas consideradas "suburbanas" también son más propensos al sobrepeso.
El “Estudio de la Calidad de Vida de los Barrios” fue realizado por la IPEN – en castellano, Red Internacional de Actividad Física y Medio Ambiente – en diversas ciudades de Estados Unidos y en países como Dinamarca, Gran Bretaña y Australia. Ahora Fernando Laíño, investigador principal del Instituto Superior de Ciencias de la Salud,que representa a la Argentina en la IPEN, planea aplicarlo en Buenos Aires, con el aporte de una beca que ganó en la Universidad de San Diego, California.
“Las conclusiones demuestran que los barrios que están en zonas urbanas, donde los destinos no son residenciales, presentan menos riesgo de obesidad que aquellos de zonas suburbanas, que se trasladan mediante transporte motorizado”, explicó Laíño a 24CON. Esto se debe a que en las urbes hay más “aprovechamiento del terreno”, lo que las hace más “caminables” al tener los productos y servicios más cerca o, a lo sumo, más accesibles.
“La investigación parte del ‘indice de caminabilidad’, es decir, si los barrios son más o menos ‘caminables’, según su nivel socioeconómico y otras variables que se combinan”, indicó el licenciado. “A partir de ahí, se ve si la gente realmente se traslada en transporte no motorizado: caminando, en bicicleta o en patines”, aunque esto último no es habitual en nuestro país.
“Como en Estados Unidos tienen serios problemas de obesidad, el estudio está basado en el sedentarismo, con la idea de mejorar la calidad de vida. Se trata de fomentar la importancia de la ‘actividad física utilitaria’, que es todo el ejercicio que uno pueda hacer en el período de vigilia: en el trabajo, al trasladarse y en el tiempo libre”, destacó Laíño.
Sin embargo, otro factor de influencia es si se trata de un “espacio amigable” para caminar. “En Buenos Aires hay, por ejemplo, muchas veredas rotas, que dificultan la tarea. Ir en silla de ruedas es directamente un deporte extremo. También influye el tema de la inseguridad: no es conveniente salir a caminar a las ocho de la noche por Parque Chacabuco”, señaló.
Y agregó: “El trazado de las ciclovías debe hacerse con racionalidad. No sirven en calles que no tienen el ancho adecuado, donde transitan muchos colectivos o hay autos estacionados. Es lo que ocurre con las bicisendas: la idea está buena, pero hay que ponerle racionalidad, porque si no se tarda más que antes en llegar. Lo mismo para con los metrobuses”.
Así, no todos los barrios de Buenos Aires correrían con la misma suerte de ser considerados “caminables”. “Tenemos zonas de calle muy angostas y veredas inexistentes, como en Europa. En cambio, otras ciudades más modernas, con aceras más grandes, avenidas y menos parques tienen mayores accesos a los destinos”, aclaró el investigador.
Al mismo tiempo, es importante no dejar de lado la cuestión de la alimentación, relacionada con el nivel socioeconómico. “En los lugares humildes la obesidad se suele dar al no consumir proteínas, porque las harinas son más baratas”, remarcó. Esto, sin dudas, debería ser muy tenido en cuenta si se quiere aplicar el estudio en localidades del Conurbano.