La Chiqui Legrand en su laberinto

“¿Quién les da letra? ¿De dónde nace esto?”, se pregunta Mirtha por estos tiempos. Despreciada por gran parte de la población, sus propios colegas (como ella los prefiere llamar y más de uno debe temblar al escucharla pronunciar esa frase) se niegan a sentarse a su mesa, invocando razones tanto ideológicas como filosóficas. Se siente acorralada, encerrada en su perverso, ignorante y miserable laberinto del cual no puede salir, ni tampoco le apetece. El cambio en la sociedad, el cambio de paradigma la ha tomado a contramano.


Como no hace mucho se dijo de Ernesto Tenembaum cuando presentó su ensayo político sobre los Kirchner, “¿Qué les pasó?” y  alguien muy certero se preguntaba que era lo que en realidad le había pasado a Tenembaum para escribir el mamotreto mencionado, Mirtha debería preguntarse a ella misma quién es el o la que le da letra para humillar, menospreciar, ignorar, descalificar, burlarse, tanto de sus invitados como de su público. Ofende su intolerancia a todos por igual. A los que les gusta, como a los que no. Resulta evidente que personas con sensibilidad le digan que no a su convite, como los casos de Julia Zenko o Marilina Ross.


Irritada y menoscabada por la negativa, la Diva de los Almuerzos sospecha un complot del gobierno en su contra e intenta atajarse al verbalizar ideológicamente donde ella cree estar parada: “Soy de centro y adoro la democracia”. ¡Grande Mirtha! Ni yanquis ni marxistas. Una perfecta respuesta, calculada y que no hace más que confirmar hasta donde el inconsciente es capaz de negarnos la verdad de nosotros mismos, ese mismo inconsciente que se le escapa  cuando pregunta en nombre de “la gente”, barbaridades reaccionarias, xenófobas, racistas, perversamente peyorativas y homofóbicas. Esa contestación calculada (“Soy de centro”) es justamente la que responde a su otro interrogante: “¿De dónde nace esto?”. De ti, Mirtha, de ti.


Al ubicarse en un lugar moderado como es el centro cuando ideológicamente pertenece a la extrema derecha (testimonio gráfico con Astiz, en el que justamente ahora jura que todo fue una trampa de la dictadura, reivindicación de la impunidad, elogios al liberalismo económico y la mordaza política, gran admiradora de Cavallo, Dromi, Martínez de Hoz y Menem, profundamente gorila, racista, gran prejuiciosa, defensora de Ernestina Herrera Noble, inequívocamente anti homo y con un ego incontrolable), la Chiqui choca contra su verdadera naturaleza reaccionaria y sin ninguna vergüenza prefiere no mirar hacia adentro (a lo mejor como dijo Federico Luppi, encuentra allí su pobre alma) y como cualquier hijo de vecino acomodado y ególatra, prefiere echarle la culpa al otro.
Tan ofuscada está Mirtha que se rumorea lo peor para ella y lo mejor para muchísimos. Que deje los almuerzos.


Como dice un amigo mío: A cada chancho le llega su San Martín.

 

26 de noviembre de 2010