Un "juego" perverso que humilla y hostiga

El Bullying alarma a los especialistas. El horror de las golpizas y los vejámenes.

Según dicen los especialistas en minoridad, el fenómeno del Bullying (que proviene del término Bully: acosador o instigador en inglés) no es reciente. Es más, se vendría dando desde casi los comienzos de las escuelas públicas en el país, pero poco se hacía para revertirlo.

Este tipo de acoso escolar se convirtió no hace mucho en el foco de investigación de psiquiatras y psicólogos infantiles, quienes llegaron a la conclusión de que el Bullying suele generarse en las escuelas cuando un grupo de chicos (de entre 12 y 15 años) amedrentan reiteradas veces a otro que, casi siempre indefenso y solo, adopta el rol de víctima.

La problemática definitivamente preocupa, y mucho. Ciertos casos en el país cobraron resonancia y alertaron a las autoridades educativas. Como el de “Junior”, un adolescente de Carmen de Patagones que hace 5 años se cansó de las cargadas de sus compañeros y tomó la peor represalia: mató a tiros a tres de ellos en plena aula. O el de “Pantriste”, de Rafael Calzada, que concluyó con un final similar: Su compañero de 16 años asesinado. 

“Generalmente es un alumno con características de mucha pasividad, de falta de reacción frente a las agresiones de sus compañeros, y acepta las cargadas. Hasta le suelen poner algún tipo de apodos. El victimario en reiteradas ocasiones busca agredirlo, maltratarlo, denigrarlo”, dijo a 24CON Javier Rodríguez Arias, pediatra del Hospital Universitario Austral.

 

Rolando Martiñá, psicólogo, escritor de varios libros y miembro del Programa Nacional de Convivencia Escolar, expresó a este medio: “Por un lado son cuestiones de poder, que están siempre presentes en el hombre. Que uno sea más débil, o de otro color, o porque se destaca mucho, son motivos que generan en el otro sentimientos agresivos. En otras épocas esos eran contenidos por los adultos y los chicos, ahora no le dan bolilla y hasta lo cargan al docente”.

Los datos, lamentablemente, parecen confirmarlo todo. Un informe de la Secretaría de Resolución de Conflictos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires informó tiempo atrás que el 18% de los conflictos ente alumnos secundarios concluyen en golpizas.

Por otro lado, las denuncias por violencia escolar que registró la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires crecieron desmedidamente desde 2001 (14 casos), hasta 2005 cuando se registraron 58.

Ahora, la solución parecería buscarse en la prevención. En distintas escuelas del país se realizan talleres psicológicos, donde los chicos (víctima y victimario) comparten un grupo e intercambian roles.

“A los alumnos se los expone a estas situaciones para que las vivencien. Se los hace trabajar expresando los sentimientos en cada momento”, dijo Rodríguez. Además explicó que los psicólogos infantiles suelen ponerse en contacto y asesorar a los directivos y docentes escolares para abordar el tema en conjunto, con cada alumno en particular. 

Las consecuencias de estos maltratos estudiantiles pueden derivar en patologías tales como fobia escolar, transtornos de ansiedad o síntomas de depresión, lo que para un chico de no más de 15 años, puede ocasionar traumas severos en su desarrollo psicológico.

Un problema con muchas vetas

Como todo flagelo social, el Bullying encubre varias aristas. Según Martiñá, los factores que influyen son desde la permisividad de los padres, la autonomía de los chicos, o la falta de respeto a las normas.

“Más allá de lo que pasa en el mundo, el modelo que le estamos dando los adultos a nuestros niños, es que los conflictos no se resuelven hablando sino por el que sea más fuerte”, consideró. Por lo que sintetizó: “Estamos adquiriendo una cultura de acción directa”

También se estaría investigando que el generador de la violencia escolar podría estar aparejado a no alcanzar el bienestar necesario para la convivencia. Tanto de los maestros como de los mismos alumnos.

Para Martiñá en los últimos años el fenómeno adquirió otra veta: La del “sin sentido”, tema que también abarca en su reciente libro “La paciente impaciente”. “Ahora está pasando que los chicos están cuestionando el sentido mismo de la institución. Se niegan a estudiar, les preguntan a los padres para qué les sirve lo que aprenden. Se llevan a diciembre 7 materias y no les importa”, dijo.

Como consecuencia de estos grandes cambios sociales, sumado a la mayor autonomía de los menores, el Bullying sería como “la cabeza del témpano”, término al que hace referencia Martiñá, ya que “es la erupción de un problema que pasa por la falta de consideración de las normas, que para los chicos es más grave por que están en formación”.

Los padres, a todo esto, juegan un rol de extrema importancia. Mientras muchos, al ver a sus hijos víctimas de las cargadas, “están aterrados”. Otros, “sólo resuelven las cosas a los gritos, cosa que copian los chicos. En alguna medida en todas las casas pasan ese tipo de situaciones, pero depende de la medida…”.